Murió Katherine Johnson, la "computadora" de la NASA que derrumbó barreras sociales y raciales

NUEVA YORK.- A Katherine Johnson le pidieron la Luna y ella no se echó atrás. Con poco más que un lápiz, una regla de cálculo y una de las mentes matemáticas más brillantes de Estados Unidos, Johnson, cuya muerte anunció la NASA ayer, calculó con precisión las trayectorias que permitirían el aterrizaje del Apolo 11 en la superficie lunar en 1969, por no hablar del regreso a la Tierra, después de la histórica caminata lunar de Neil Armstrong.

Ella sabía mejor que nadie que el más mínimo error podía tener consecuencias nefastas para la nave y su tripulación. Los impecables cálculos de Johnson ya habían contribuido a planear el exitoso vuelo de Alan Shepard, que en 1961 se convirtió en el primer norteamericano en el espacio, a bordo de su nave Mercury Freedom 7.

El año siguiente, Johnson también contribuyó para que John Glenn se convirtiera en el primer norteamericano en orbitar la Tierra, a bordo de la Mercury Friendship 7.

Sin embargo, durante sus 33 años de carrera en la División de Investigación de Vuelos de la NASA -la oficina de la que surgió el programa espacial norteamericano- y durante las décadas que siguieron, casi nadie sabía quién era.

Johnson fue una de los muchos cientos de mujeres extremadamente capaces y rigurosamente capacitadas, aunque mayormente ignoradas, que trabajaron como matemáticas de la NASA mucho antes de iniciarse el movimiento feminista moderno.

Pero no solo por su género fue largamente ignorada y marginada: resulta que Katherine Coleman Goble Johnson, oriunda de Virginia Occidental, que empezó su carrera científica en tiempos de la segregación racial, además era afronorteamericana.

En su vejez, Johnson fue la más homenajeada de aquella treintena de mujeres negras que a mediados del siglo pasado trabajaron como matemáticas para la agencia espacial y su predecesor, el Comité Asesor Nacional para la Aeronáutica.

Hollywood plasmó la historia de esas mujeres en Talentos ocultos, una película de 2016 basada en el libro homónimo de no-ficción de Margot Lee Shetterly, publicado ese mismo año. El personaje protagónico de la película era el de Johnson, interpretada por Taraji P. Henson, y también actuaban Octavia Spenser y Janelle Monáe en los roles de Dorothy Vaughan y Mary Jackson, colegas de Johnson en la vida real.

En enero de 2017, Talentos ocultos recibió el Premio del Sindicato de Actores de Estados Unidos al mejor reparto cinematográfico.

La película tuvo tres nominaciones al Oscar, incluida mejor película. Si bien no ganó ninguna estatuilla, Johnson fue ovacionada de pie cuando se presentó sobre el escenario con sus 98 años junto al elenco de la película, durante la ceremonia de los Oscar.

De las mujeres negras cuyas historias cuenta la película, la única viva al momento del estreno era Johnson. Para entonces, ya se había convertido en la integrante más famosa de una camada totalmente desconocida hasta poco tiempo antes.

En 2015, el presidente Barack Obama le otorgó a Johnson la Medalla Presidencial de la Libertad y proclamó: "Katherine G. Johnson no se dejó limitar por lo que la sociedad esperaba de su género y raza, y a la vez extendió las fronteras del alcance humano".

En 2017, la NASA le consagró un edificio que lleva su nombre, el Laboratorio de Investigaciones Informáticas Katherine G. Johnson, en su Centro de Investigaciones Langley en Hampton, Virginia.

Ese año, The Washington Post la describió como "la computadora de más alto perfil", usando la palabra "computadora" en el sentido originalmente utilizado para designar a Johnson y sus colegas.

"Contribuyó a ampliar las fronteras de nuestra nación en el espacio, y al mismo tiempo dio grandes pasos que abrieron puertas para las mujeres y personas de color en esa gesta humana universal que es la exploración espacial", dijo ayer Jim Bridenstine, administrador de la NASA, a través de un comunicado.

Como le gustaba decir a la propia Johnson, en sus años en Langley -desde 1953 hasta su retiro, en 1986-, "las computadoras usaban pollera".

Durante algunos años de mediados del siglo XX, las mujeres negras que trabajaban como "computadoras" sufrían una doble segregación: confinadas a oficinas, comedores y baños separados, a las mujeres negras se las mantenía aisladas del grupo mucho más numeroso de mujeres blancas que también trabajaban como matemáticas en la NASA, quienes a su vez eran segregadas de los ingenieros y matemáticos varones de la agencia espacial.

Pero a lo largo del tiempo el trabajo de Johnson y sus colegas -millones de cuentas hechas mayormente a mano, usando reglas de cálculo, papel cuadriculado y ruidosas calculadoras de escritorio- les hizo ganarse un nivel de aceptación que en casi todos los aspectos trascendía la raza.

"La NASA era una organización muy profesional", dijo Katherine Johnson en una entrevista que concedió en 2010 al diario The Fayetteville Observer, de Carolina del Norte. "No tenían tiempo de preocuparse por mi color".

Por Margalit Fox

New York Times