Murió Juan Carlos Tabío, el director cubano de Fresa y chocolate

A los 78 años murió en La Habana Juan Carlos Tabío, uno de los más destacados directores de cine de Cuba. Se lo recordará sobre todo por Fresa y chocolate, seguramente la película producida en la isla con mayor proyección internacional de las últimas décadas, al punto de haber logrado en 1993 una nominación al Oscar como Mejor película extranjera, pero también como artífice de un modelo de comedias satíricas celebrado por el público cubano y muy bien recibido fuera de su país de origen. También fue un gran éxito en los cines de la Argentina.

Más allá de la película que siempre lo identificó, Tabío deja como legado una obra muy prolífica. Entre obras de ficción y documentales dirigió 41 títulos. Desde su ópera prima, el largometraje Se permuta (1985) dejó a la vista su capacidad de observación de la vida cotidiana de sus compatriotas, descripta y retratada sobre todo en clave de comedia a través de una mirada costumbrista, amable y filosa a la vez.

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Con Fresa y chocolate, que dirigió junto al más destacado cineasta cubano de su generación, Tomás Gutiérrez Alea, Tabío se animó a una apertura temática que por primera vez reveló al mundo la actitud prejuiciosa que el régimen castrista tenía en relación con la diversidad sexual. La película, un cruce entre drama y comedia alrededor de la relación entre un joven comunista (Vladimir Cruz) y un artista homosexual perseguido por el gobierno y marginado por la sociedad (Jorge Perugorría), inauguró una corriente de mayor libertad artística y estimuló a los artistas cubanos a empezar a revisar a través de la pantalla algunos de los comportamientos que aparecían como incuestionables tras la victoria de los revolucionarios.

Algunas de esas situaciones comenzaron a ser observadas en las películas de Tabío con toques surrealistas y casi delirantes. Así pasaba en Guantanamera, también realizada junto a Gutiérrez Alea, cuya trama giraba alrededor del disparatado viaje de un cadáver a través de distintas ciudades de la isla y cómo los caprichos y las manías burocráticas fueron impidiendo su sepultura.

De todas maneras, el cine de Tabío nunca tuvo propósitos cuestionadores de fondo hacia un modelo político al que nunca dejó de adherir. En sus películas se dedicó a observar y señalar a través del humor y la ironía algunas de las contradicciones profundas de la sociedad cubana, así como las dificultades que impiden resolver las dificultades más elementales de la convivencia diaria, en dosis tolerables para la rigidez de las autoridades. A la vez hay que decir que su obra ayudó a propiciar una mirada más abierta desde el poder frente a situaciones difíciles de sostener en la existencia cotidiana de los cubanos. A través de la comedia de enredos, su género predilecto, Tabío llegó más lejos que nadie en el retrato de la vida cubana de todos los días. La proyección de su obra también permitió conocer esos detalles fuera de la isla.

Además de sus películas, Tabío se destacó por su trabajo docente y contribuyó tanto en Cuba como en otros países (México, Costa Rica, Panamá) a la formación de futuros autores y realizadores a través de talleres de guión, dirección y dramaturgia. Su último aporte fue la participación en el largometraje colectivo Siete días en La Habana, en el que dirigió uno de sus episodios y compartió ese trabajo con los argentinos Pablo Trapero y Gaspar Noé, el portorriqueño Benicio del Toro, el francés Laurent Cantet y el español Julio Medem.