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El mundo prehispánico es nuestra parte mística: Jordi Soler


Todo se inicia con una voz interna que incita a cometer actos atroces. Una tribu que protege a la naturaleza. La violencia y las organizaciones criminales que gobiernan una comunidad veracruzana y Tikú, el hijo del caporal de la plantación cafetera en La Portuguesa, quien viaja por los recónditos caminos de la selva para protegerse de un destino escalofriante.

En una serie de libros publicados, el escritor Jordi Soler capta la radiografía mexicana desde Veracruz, el estado donde nació. Su nueva novela, Los hijos del volcán (editorial Alfaguara), presenta un escenario enigmático donde la crueldad, la violencia y la conquista de la naturaleza protagonizan una peculiar historia.

Entre los títulos que destacan del autor se encuentran Bocafloja, La mujer que tenía los pies feos, Los rojos de ultramar y La última hora del último día. Sin embargo, es en La fiesta del oso y Usos rudimentarios de la selva donde Soler acerca la realidad mexicana a sus lectores.

En una llamada desde Barcelona, España, el autor explica en entrevista con Newsweek México que sus lectores tienen muy presente la escenografía del lugar donde nació debido a estas obras.

En la nueva entrega, Los hijos del volcán, comparte esa escenografía que es familiar para el autor. La historia la sitúa en un universo de inquietudes que atraen a Soler, desde la desigualdad económica y social, hasta la violencia, la salud mental, las organizaciones criminales y el pasado histórico mexicano.

“Hay desigualdad económica en todos los países del mundo, pero en México —y en la mayoría de los países latinoamericanos— esta desigualdad tiene que ver con el aspecto físico. Si naces con rasgos indígenas tendrás menor oportunidad de salir del círculo social en el que has nacido que si naces con un aspecto europeo”, explica Soler.

UNA TRIBU QUE ACOGE

En Los hijos del volcán, Soler habla de una tribu que cuida y protege los elementos de la selva. A estos los ha nombrado “los hijos del volcán”, un pueblo que, a su parecer, si lo acogieran él se sentiría muy protegido.
“Es lo que pensé cuando Tikú (el personaje principal de su historia) estaba buscando un destino. Con mis personajes siempre voy buscando un destino”, cuenta.

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De acuerdo con Soler, esto sucede con cada novela que escribe. No se considera un escritor que hace guiones previos ni toma muchas notas. Siempre parte de una imagen original y, a partir de ahí, despliega una serie de ideas que después se convierten en 300 páginas.

“No hay un plan original, y Los hijos del volcán nació así. De pronto pensé dónde podría recalar Tikú, pues, ¡en una tribu alejada de todo! —exclama—. Entonces, pensé en los hijos del volcán que tienen que ver con algunas obsesiones mías”, confiesa.

Uno de los escenarios principales dentro de la novela es la selva húmeda veracruzana. El autor la describe como una fuerza que afecta a los personajes, pero también se refiere a ella como la vida primigenia “que es nuestro origen”.

La historia está escrita en prosa y crece conforme avanza el relato. Nunca en orden lineal, ni siquiera con un orden literario, sino con un “crecimiento orgánico”, según lo cataloga el autor.

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“Es una novela que va revelando cosas de manera orgánica porque va creciendo como crece un árbol que tira ramas. Por un lado, hay manojos y enredaderas”, explica.

DEL PASADO A LAS VIOLENCIAS

Una segunda inquietud que llevó al autor veracruzano a escribir Los hijos del volcán fue la vigencia del mundo prehispánico en el México del siglo XXI. Un mundo que las personas que nacieron o crecieron en este país comparten de manera colectiva. “Es una abertura, una puerta que tenemos hacia el mundo prehispánico”, describe.

<span>La obra relata un mundo de aliento mítico, violento y lleno de supersticiones en el que no parecen regir otras normas que las que impone la naturaleza.</span>
La obra relata un mundo de aliento mítico, violento y lleno de supersticiones en el que no parecen regir otras normas que las que impone la naturaleza.

Si bien desde hace 20 años el autor migró a Europa para establecerse en Barcelona, ciudad española desde la que realiza esta entrevista, considera cada vez más valiosa esta herencia prehispánica.

“Me parece cada vez más valiosa y seria porque los españoles nos heredaron esta cosa monolítica que es la religión católica. Ese dogma en qué creer. Esa cosa inamovible”.

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Sin embargo, el mundo prehispánico invita a imaginar. “Es nuestra parte mística, y no lo digo en sentido mafufo de la palabra, sino en su etimología original, que es el misterio. Esto lo tenemos en México de manera clara, y en esta novela me he esforzado porque aparezca todo el tiempo”, señala.

Por ello, el volcán es la figura principal del título en Los hijos del volcán, por ser la boca que conecta con este mundo prehispánico que surge todo el tiempo y por todos lados en México. Además del personaje de la chamana como embajadora de ese mundo que se encuentra debajo de la tierra.

La reciente obra de Soler no es solo un recuerdo de un mundo prehispánico que encanta y enamora a nacionales y extranjeros. El libro es también una radiografía de las desigualdades y las violencias de las que su natal Veracruz es testigo.

En un contexto selvático de esta historia, la violencia es lo natural. En la novela, personas, animales y naturaleza son prisioneros de la violencia.

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“Mi intención es hacer ver que este nuevo amor por la naturaleza en el siglo XXI es una cosa nueva. Parece que tiene un gurú y que dice que si te metes a caminar por la selva y te abrazas a un árbol vas a darte cuenta de cómo mejora tu vida. Y yo estoy parcialmente de acuerdo”, menciona.

Jordi Soler nació en 1963 en la comunidad denominada La Portuguesa, en Veracruz, México. Recuerda bien el sitio en donde creció. Un lugar en el que te puede ir bien o te puede ir muy mal y donde la naturaleza es la madre de todos, apunta.

“Y, como toda madre, te quiere una gran cantidad de tiempo, pero también a veces te quiere asesinar. Y a veces es así. Cuando era niño y viví en ese entorno era clarísimo que, si te distraes, inmediatamente te podía pasar algo”, añade.

De acuerdo con el escritor y su experiencia al crecer en Veracruz, la naturaleza no está todo el tiempo del lado de las personas, como sucede en algunos pasajes de su novela.

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En su obra, Soler también habla de la violencia que viene de la naturaleza humana en medio de la jungla veracruzana al pie de un volcán que acoge una serie de fuerzas como la milicia de un cacique, los narcotraficantes y los guerrilleros.

Ese contexto de violencia es el retrato de lo que sucede en México. Es, casi, la cotidianidad del país. Para Soler, las novelas, y en general las obras artísticas, tienen una manera especial de llegar a las personas.

“Esto que he escrito no es una obra de sociología. No tiene que ver con eso. Es una novela que utiliza estos elementos sociales de nuestro país para construir una historia de ficción.

“Creo que, por debajo de esta ficción, subyace una realidad de nuestro país que me parece muy valiosa hacer ver. Acá cuento una historia y de pronto todos estos elementos que vemos cuando vivimos en México aparecen como elementos de esta ficción”, concluye. N

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