En un mundo falto de perspectiva y lleno de quejas, un antiguo Camino muestra el sendero | Opinión

¿Por qué, me pregunto más de una vez, sigo con devoción una serie de flechas amarillas brillantes y conchas—caminando sola con bastones de senderismo en mano y una mochila de supervivencia demasiado pesada a la espalda— por bosques desconocidos, tierras de labranza y pueblos como sacados de un cuento a lo largo de unas 100 millas; desde una ciudad fronteriza portuguesa hasta Santiago de Compostela, en el norte de España?

No tengo una respuesta clara, salvo la posibilidad de un restablecimiento mental y físico, ayudada por mi adicción al descubrimiento como motivación.

Esta aventura me puso a prueba como ninguna otra.

Me llenó de energía dejar atrás la Florida, incluso cuando las extenuantes caminatas diarias me exigieron vendarme tobillos, pies y rodillas. Era hora de separarme, al menos temporalmente, de un mundo falto de perspectiva y convulsionado por los agravios, la violencia y los duelos narrativos.

Como millones de peregrinos a lo largo de los siglos, en busca de consuelo e iluminación, estoy en una de las sendas del legendario Camino de Santiago, cautivada por todo lo que encuentro: naturaleza impresionante, gente amable, distintos animales que ladran, cacarean o berrean cuando me ven llegar.

La gente acude a la peregrinación, un récord de 446,035 en 2023, con intenciones y cargas que dejar atrás. Yo no estoy tan segura de cuáles son las mías. Soy una mujer libre que, por primera vez en su vida adulta, no tiene que cuidar de nadie más que de sí misma. Traje conmigo una concha de la playa de San Agustín para dejarla en un lugar designado para ofrendas y un pequeño corazón de madera con el nombre de mi difunta madre, Olga. Me acompañan por chat familiares cercanos y mis mejores amigos.

¿Qué más podría necesitar?

“El Camino proveerá”, dice el tranquilizador refrán característico.

No soy de las que dejan las cosas en manos de otros, pero aprendo a dejarme llevar.

No soy una persona religiosa, pero se me saltaron las lágrimas durante la misa de Navidad en la Basílica de Pontevedra y, de nuevo, durante la misa de los peregrinos al final de mi caminata en la majestuosa catedral de Santiago.

Criada en el catolicismo, pero distanciada desde hace mucho tiempo por el hermetismo patriarcal de la Iglesia, la mayoría de las veces me horroriza lo que la gente ha hecho a lo largo de los siglos, y lo que sigue haciendo, en nombre de la religión. Pero ahora las iglesias que encuentro me parecen conmovedoras y sagradas.

El anhelo de recorrer el Camino de Santiago —vinculado al mítico peregrino original y uno de los 12 apóstoles de Jesús— ha crecido en mi alma durante años. Y ahora este camino lleno de misterio es la fuerza que impulsó mis días.

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Las conchas y flechas amarillas señalan el camino a los peregrinos a lo largo de la antigua Vía Romana en el Camino de Santiago. Proporcionan orientación, inspiración y consuelo, pero, como en la vida, las marcas del camino no siempre son fáciles de encontrar.
Las conchas y flechas amarillas señalan el camino a los peregrinos a lo largo de la antigua Vía Romana en el Camino de Santiago. Proporcionan orientación, inspiración y consuelo, pero, como en la vida, las marcas del camino no siempre son fáciles de encontrar.

Orígenes y comunidad

Todo empieza a tener sentido.

De todos los caminos de Santiago, elegí el Camino Portugués porque una prueba de ADN reveló que mi ascendencia es tanto española como portuguesa, toda una revelación. El único dato conocido sobre mi origen familiar es que mi abuelo paterno emigró a Cuba desde las Islas Canarias, como polizón en un barco cuando la isla aún era colonia española.

Como homenaje a mis antepasados, comienzo mi caminata de 120 kilómetros, tras estancias en las ciudades de Lisboa y Oporto y un viaje en tren por la costa, cruzando desde la última ciudad portuguesa de Valença por el puente sobre el Río Minho hasta la ciudad fronteriza de Tui, en Galicia, España.

Al anochecer del primer día, ya he experimentado la comunidad.

Las iglesias solo abren durante los días festivos y, al no ser temporada alta, no puedo conseguir los dos sellos diarios de la credencial de peregrino que recogí en la catedral de Lisboa. Los necesitaré para obtener la Compostela —certificación de mi caminata— y me aconsejan en el mercado local que consiga otro sello en la oficina de venta de lotería que hay calle abajo.

Tras reírme un buen rato de la mezcla de juego, suerte y espiritualidad, hago lo que me dicen y consigo el sello más bonito, una ilustración del puente que crucé. De camino al parador español donde voy a pasar la noche, el primero de los tres hoteles históricos que reservé administrados por el gobierno , paso por el bar La Jamoneta.

Está lleno de hombres mayores, la única mujer es la mesera. Abro la puerta y pregunto: “¿Por qué no hay mujeres aquí? ¿Dónde están las mujeres de este pueblo?”.

Uno responde: “¡Te estábamos esperando!” Me aclaman cuando acepto la invitación a entrar.

Acabo viendo con estos amigos que parecían eran de toda la vida —y con un adorable niño de ocho años que me hace muchas preguntas— un partido de fútbol entre el Girona y el Sevilla (empate a uno). Me invitan a muchos vinos y platos de tapas locales.

La última botella abierta es un delicado Rolan Cainho blanco. El hombre que lo elabora a partir de una variedad de uva en vías de extinción, y cuya foto de joven aparece en la etiqueta, resulta ser uno de mis anfitriones.

Apenas puedo creerlo, como tampoco me creo la propuesta de matrimonio pública que sigue, con la promesa de la herencia de una buena bodega. Nos reímos. Brindamos por las fiestas y el año nuevo. Estos amistosos gallegos no me dejan ir, y yo tampoco quiero hacerlo.

Es el chico quien me roba el corazón.

Su madre lo abandonó, me dicen los hombres, y los vecinos están ayudando a su padre a criarlo. Es dulce e inteligente y ahora entiendo la razón por la que me preguntó por qué las madres y los padres no se llevan bien. Hice lo que pude con un tema que una vez tuve que explicar a mis hijas. Intenté suavizar su carga con notas de esperanza, asegurándole que es querido y conectando con él a través de su devoción por el fútbol. Hablamos de que Lionel Messi está jugando en Miami. Sabe más de eso que yo.

Cuando se lo llevan a casa a dormir, se despide de mi con el abrazo más fuerte . Yo realmente lo necesitaba.

Este precioso momento de confraternidad, y muchos otros que vendrán, son razón suficiente para estar aquí, creo, y me rindo a lo que me deparen estos próximos ocho días.

Tal vez esta sea la primera señal de que la fe florece.

Las marcas de ruta y símbolos internacionales del histórico Camino de Santiago no solo brindan orientación sino que también son la inspiración necesaria en la histórica Vía Romana. Alguien ha añadido “El amor es el camino” a este marcador en la zona de Caldas de Reis.
Las marcas de ruta y símbolos internacionales del histórico Camino de Santiago no solo brindan orientación sino que también son la inspiración necesaria en la histórica Vía Romana. Alguien ha añadido “El amor es el camino” a este marcador en la zona de Caldas de Reis.

Marcas de la ruta

Las flechas y las conchas —marcas de la ruta y símbolos internacionales del Camino— no solo sirven de guía, sino también de inspiración necesaria en la antigua Vía Romana, una ruta que recorrió la reina Isabel de Portugal en el siglo XIII y los peregrinos de hoy en día que completan las rutas del Camino elegidas.

Según la Oficina del Peregrino de Santiago, el mayor número de peregrinos extranjeros en 2023 procedía de Estados Unidos.

Sin embargo, como ocurre en la vida cotidiana, no siempre es fácil encontrar un punto de referencia.

Me pierdo más veces de las que me gustaría confesar, añadiendo kilómetros a mi largo camino. No me estreso por ello, hasta que una tarde me siento muy cansada, me duelen las piernas después de caminar 15 millas y no estoy cerca de Redondela, donde debo pasar la noche.

Todos los intentos de contratar un Uber, un autobús o un taxi fracasan. Sigo caminando.

¡Buen Camino!”, me saluda un hombre que remodela una casa al borde de la carretera.

Sonríe amablemente y le cuento mi situación. A diferencia de otros peregrinos que contratan empresas de alojamiento y manejo de equipajes, y que les ayudan cuando tienen problemas, yo decidí que quería elaborar mi Camino yo misma y dejar que los días dictaran la manera de desenvolverse. Envié mi equipaje de mano de Tui a Santiago a través de Correos y reservé alojamiento sobre la marcha.

La noche anterior, conseguí una habitación con baño por 20 euros en una encantadora pensión en la pequeña Mosende, después de una caminata aparentemente interminable mejorada por la compañía de una mujer de 23 años de los Países Bajos. Sus habilidades de GPS europeo y mi español consiguieron lo que necesitábamos.

Pero al día siguiente cometo un error de peregrino novato: me enamoro del dulce O Porriño, entreteniéndome durante demasiado tiempo, entre otras cosas, acompañando a una iglesia lejana a una mujer mayor que me dijo que acababa de salir del hospital tras un desmayo y quería ir a misa.

Sé que esto suena extraño para los escépticos oídos estadounidenses, pero bienvenidos a este Camino de otro mundo, donde ayudar a extraños es de lo más normal.

Y ahora yo también necesito ayuda.

Uno de los largos y solitarios senderos del Camino de Santiago el día de Navidad de 2023.
Uno de los largos y solitarios senderos del Camino de Santiago el día de Navidad de 2023.

El regalo del Camino

Como periodista estoy acostumbrada a evaluar rutinariamente la credibilidad de la gente. Este trabajador atento y respetuoso no es diferente. Le pregunto si puedo pagarle para que me acerque a Redondela. Vacila y empiezo a despedirme cortésmente. Pero enseguida cambia de opinión: “No hace falta que me pague”, me dice. “La llevaré. No puedo dejarla abandonada”.

Le envío un mensaje de texto a mi hija en Estados Unidos para que me siga por el celular y se lo digo al hombre. “Qué bueno”, me dice. “Seguro que está preocupada por usted”. Por el camino, me habla de su familia y de cómo sus cuatro hijos esperan ansiosos la cena especial de Nochebuena.

Cuando llegamos al centro histórico de la ciudad, donde había alquilado un ático, y me ayuda con la mochila, le pongo en la mano un billete de 50 euros. No quiere quedárselo. Pero yo sabía que estaba haciendo que la Navidad de esos niños fuera mucho mejor.

Le digo adiós y veo un brillo de lágrimas en sus ojos.

La Catedral de Santiago de Compostela, donde termina El Camino de Santiago, inundada de luz matinal el 29 de diciembre de 2023.
La Catedral de Santiago de Compostela, donde termina El Camino de Santiago, inundada de luz matinal el 29 de diciembre de 2023.

No pasa un solo día en el Camino sin que experimente actos de amabilidad similares, tanto de palabra como de obra. Y, en los pocos casos en los que la gente y los lugares se quedan cortos, perdonar resulta fácil.

Lo que fuera el sentimiento que me hizo embarcarme en este viaje, quiero conservarlo para siempre.

Cada etapa del Camino es como abrir un regalo.

Cada paso, especialmente los últimos, dados bajo lluvia y viento implacables, me traen paz y la abrumadora sensación de haber sentido la presencia de la gracia.