El mundo ha cambiado, pero ¿puede hacerlo la ONU? El futuro no luce promisorio

El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, se dirige al 78.º periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la sede de las Naciones Unidas en Manhattan, el 19 de septiembre de 2023. (Dave Sanders/The New York Times).
El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, se dirige al 78.º periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la sede de las Naciones Unidas en Manhattan, el 19 de septiembre de 2023. (Dave Sanders/The New York Times).

Los líderes mundiales se reunieron durante más de una semana en la Asamblea General de las Naciones Unidas para debatir los problemas más apremiantes del mundo: la guerra en Ucrania, la pobreza, el calentamiento del planeta y las pandemias.

Los líderes también reconocieron que el principal organismo de la ONU, su Consejo de Seguridad, es inservible, ya que la incapacidad de sus miembros permanentes de actuar al unísono lo ha dejado paralizado mientras una guerra sangrienta hace estragos en Europa.

La semana pasada, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan expresó lo siguiente: “El Consejo de Seguridad dejó de ser el garante de la seguridad mundial y se convirtió en un campo de batalla para las estrategias políticas de sólo cinco países”.

Erdogan se refería a los cinco miembros permanentes del consejo que cuentan con poder de veto: Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido y la nación que inició esa guerra virulenta, Rusia, que ha vetado resoluciones que condenan su invasión de Ucrania y le demandan la retirada de sus tropas.

La evaluación que hizo el secretario general de la ONU, António Guterres, fue aún más tajante, pues advirtió que la elección era entre una reforma o la ruptura.

“El mundo cambió, pero nuestras instituciones no”, declaró Guterres en su discurso ante la Asamblea General la semana pasada. “No podemos encarar con eficacia los problemas tal como son si las instituciones no son un reflejo del mundo tal como es. En lugar de resolver los problemas, estas instituciones corren el riesgo de convertirse en parte del problema”.

El presidente Joe Biden camina hacia la Casa Blanca después de desembarcar del Marine One en el jardín sur, en Washington, el 20 de septiembre de 2023. (Tom Brenner/The New York Times).
El presidente Joe Biden camina hacia la Casa Blanca después de desembarcar del Marine One en el jardín sur, en Washington, el 20 de septiembre de 2023. (Tom Brenner/The New York Times).

Aunque los llamamientos a favor de una reforma en el Consejo de Seguridad han persistido durante décadas, la invasión rusa de Ucrania ha recalcado ante los críticos que la infraestructura diplomática establecida después de la Segunda Guerra Mundial cumplió con su objetivo, pero ya no funciona y le está fallando al mundo del siglo XXI.

Las profundas divisiones entre los cinco miembros permanentes han obstaculizado la acción colectiva para detener conflictos mortales, abusos de derechos humanos y amenazas nucleares en todo el mundo, desde Ucrania hasta Siria, desde Mali hasta Birmania, desde Sudán del Sur hasta Corea del Norte.

Pero a pesar de las peticiones generalizadas a favor del cambio y de la abundante evidencia que existe de los fracasos del organismo, salir del punto muerto que impide el cambio es una tarea casi imposible.

La carta fundacional de la ONU se diseñó para que las modificaciones sean extremadamente difíciles de hacer. Y aunque se han planteado varias propuestas e ideas para modificar el Consejo de Seguridad, el consenso necesario no es algo que esté al alcance, según líderes mundiales, diplomáticos y funcionarios de la ONU.

“Creo que uno de los desafíos es que todos estén de acuerdo en que se necesitan mejoras significativas. Nadie está de acuerdo respecto a cuáles son esas mejoras”, dijo la semana pasada Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá, en una entrevista con The New York Times. “Cambiar de verdad la arquitectura que tenemos requerirá un nivel de consenso que creo que quizás está un poco más allá de nuestro alcance en este momento”.

Cualquier cambio del consejo requiere una modificación en la carta estatutaria de la ONU —y eso requiere el voto de dos tercios de los 193 Estados miembro— más la aprobación de los cinco miembros permanentes del consejo.

Incluso si los cambios propuestos superaran los formidables obstáculos internos de la ONU, luego tendrían que ser “ratificados de acuerdo con sus respectivos procesos constitucionales” por dos tercios de los Estados miembro.

Desde la fundación del Consejo de Seguridad en 1945, cuando se le otorgó la responsabilidad de prevenir amenazas a la seguridad global y mantener la estabilidad, el único cambio que se ha producido en este ocurrió en 1965, cuando se amplió de 11 miembros a 15, y añadió cuatro escaños a los miembros elegidos para periodos de dos años.

“Necesitamos ser capaces de superar el punto muerto que con demasiada frecuencia obstaculiza el progreso y bloquea el consenso en el consejo. Necesitamos más voces y más perspectivas en la mesa”, expresó el presidente Joe Biden en su discurso ante la Asamblea General la semana pasada. Hace un año, también en un discurso ante la ONU, Biden pidió una reforma del Consejo de Seguridad, y puso el apoyo del gobierno de su país a disposición de las iniciativas de cambio.

Una propuesta exige la incorporación de más miembros permanentes en el Consejo de Seguridad, pero no está claro si se les concedería poder de veto. Japón, Brasil, India y Alemania son contendientes en esta propuesta. Los líderes de África han exigido al menos dos escaños permanentes para los Estados miembro del continente.

Otra propuesta favorece agregar más miembros de diferentes regiones del mundo a los escaños electos y permitirles ocuparlos por periodos más largos y renovables. Entre los defensores de este plan se encuentran México, Argentina, Corea del Sur, Turquía, Italia y Canadá.

Pero cualquier propuesta podría enfrentarse a una intensa oposición.

“Por cada país que quiere un puesto permanente, hay uno o más que están decididos a impedirlo. Italia quiere detener a Alemania, Pakistán quiere detener a la India, China quiere detener a Japón”, explicó Richard Gowan, director del International Crisis Group de la ONU, quien ha realizado una extensa investigación sobre los intentos de reforma.

Según explicó un alto funcionario del gobierno estadounidense, durante el año pasado, Linda Thomas-Greenfield, embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, se acercó a unos 90 países, a veces individualmente y otras veces como grupo, para escuchar propuestas de cambios.

En teoría, tanto Rusia como China también han apoyado el cambio como parte de sus iniciativas para defender los intereses del sur global contra Occidente. Pero en la práctica, Rusia ha puesto en repetidas ocasiones obstáculos a las acciones colectivas incluso más allá de Ucrania. En julio, vetó un proyecto de resolución que habría autorizado una renovación por nueve meses de la entrega de ayuda transfronteriza al norte de Siria, vetó sanciones a personas en Mali y bloqueó una respuesta unificada a los lanzamientos de misiles balísticos de Corea del Norte.

Gowan dijo que el problema de credibilidad del Consejo de Seguridad podría solucionarse sólo de manera parcial con cambios en su composición, sin garantía de que la acción colectiva sería más fácil. Un consejo nuevo y ampliado podría quedar igual de paralizado si persisten las divisiones y tensiones entre las potencias mundiales.

“No es sólo un juego matemático. No se deben crear expectativas demasiado altas”, aseguró.

c.2023 The New York Times Company