Las mujeres afrodescendientes y el derecho al cuidado

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El pasado 29 de octubre se conmemoró por primera ocasión el Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas a propuesta de organizaciones de la sociedad civil y la academia, para llamar la atención sobre los desafíos que se enfrentan en la materia, los cuales quedaron a la vista durante la pandemia de COVID-19, pues la sobrecarga del cuidado de las personas recayó en mayor medida en mujeres y niñas. Esta jornada global representa la oportunidad de reconocer y visibilizar a las mujeres afrodescendientes, de replantear los enfoques bajo los que se ha tratado el tema y demandar mayor voluntad política y los recursos hacia la construcción de un sistema integral de cuidados, en donde el sector público tenga un papel central y no de carácter asistencial.

La provisión de cuidados es fundamental tanto en el desarrollo de las personas y la movilidad social, como en el desarrollo social y económico de los países con un enfoque en el que se vea a los cuidados como una necesidad, un trabajo y un derecho para desmontar algunos mitos y con ello incentivar el desarrollo de leyes y políticas públicas que comprenda la conjunción de los derechos de las personas a cuidar, ser cuidadas y al autocuidado. Asimismo, se debe tener en cuenta que en la distribución de las tareas de cuidado tanto adentro como afuera de las familias no sólo pesa el género, sino también el origen étnico de quienes lo realizan. Así, se explica que una gran parte de las personas dedicadas al cuidado sean mujeres y niñas indígenas y afrodescendientes, a quienes históricamente se les han asignado mayores cargas de trabajo en comparación de sus congéneres, al igual que menor reconocimiento y retribución, lo que les ha impedido realizar otras actividades que les permita tener autonomía personal y económica, así como posibilitar su movilidad social o participar en el ámbito político.

En México, durante el periodo virreinal en el que estaba permitida la utilización de personas esclavizadas de origen africano, las mujeres de este origen y sus descendientes estuvieron dedicadas casi de forma exclusiva al cuidado de los grupos dominantes, es decir de los europeos y sus familias, sin contraprestación alguna más que lo mínimo para su supervivencia. De acuerdo con la doctora María Elisa Velázquez, estas mujeres realizaban todo tipo de actividades siendo las más recurrentes la de limpieza, preparación de alimentos y el cuidado de personas enfermas, menores de edad y mujeres embarazadas. La posterior abolición de la esclavitud no liberó a las mujeres afrodescendientes de la asignación de tales actividades dentro y fuera de sus hogares, sino que se fue acentuando con el paso del tiempo. Es hasta tiempos recientes que las mujeres afrodescendientes han planteado este tipo de opresión dentro del movimiento afromexicano a fin de que se les descargue del cúmulo de obligaciones en materia de cuidado que se les ha asignado de forma histórica, para que puedan apostar por una mayor movilidad social y participación en los ámbitos de su interés.

Este planteamiento de las mujeres afromexicanas coincide con el proceso de cambio normativo que propone establecer en la Constitución Política de nuestro país el derecho al cuidado y de un sistema nacional responsable de su garantía, cuya conclusión se encuentra pendiente en el Senado de la República 1 y que pone atención a las demandas de aquellos que requieren de cuidados y de quienes los proveen. Por ello es imprescindible atender los diversos contextos de los grupos de la población, pues hay muchos lugares, como las zonas rurales o en situación de pobreza, donde suelen ubicarse las comunidades afromexicanas, en las que prevalece la ausencia de servicios de cuidado o que bien que no son accesibles por la falta de infraestructura cercana a los hogares, o por lo costosos que son, o porque se carece de mayor apoyo familiar.

Es necesario propiciar la existencia de servicios incluyentes, libres de discriminación, accesibles y de calidad en la atención de cada ciclo de la vida y condición (infancia, vejez, discapacidad). Por ello, resulta fundamental que el Estado encauce las diversas políticas en materia de salud, educación, empleo, así como, aquellas focalizadas a los grupos prioritarios hacia la articulación del Sistema Integral de Cuidados. No menos importante, lo es escuchar la voz de las mujeres afromexicanas que desde su perspectiva y vivencias pueden plantear sus necesidades y los supuestos que se requerirían para atender algunas de las aristas ante la indiferencia y la renuencia por transitar hacia otros enfoques.

La adopción de un Sistema Integral de Cuidados en México representa una prerrogativa de las autoridades estatales de no asignar la completa responsabilidad del trabajo de cuidados a las familias, quienes en sus múltiples estrategias carecen de los recursos humanos y económicos necesarios, que permitan hacer valer el derecho a recibir cuidados. La revalorización de esta actividad exige la transformación cultural, ante el machismo que aún prevalece en las comunidades afromexicanas, mismo que ha imposibilitado los cambios hacia la corresponsabilidad, para que ésta se traduzca en mejores condiciones en el ejercicio de dicha actividad, así como evitar las dobles o triples jornadas de trabajo que ha implicado para algunas mujeres afromexicanas, en el deterioro de su salud física y emocional, como personas cuidadoras y en contribución a la economía de su hogar. Por su parte, contar con personal especializado coadyuvaría a la provisión de servicios de calidad a todas las poblaciones, mientras que otorgar herramientas para al autocuidado permitiría trascender la visión de dependencia que está arraigada en mayor medida en los grupos de situación de vulnerabilidad.

El debate nacional en el tema debe superar los intereses mercantilistas y asistencialistas; combatir la discriminación basada en género y origen étnico, así como atender los contextos socioculturales y familiares, como los que se encuentran las poblaciones afromexicanas. Su implementación es apremiante bajo un enfoque interseccional para lograr la integralidad de las intervenciones. Por ello, animamos a la voluntad política para la pronta adopción del marco jurídico, institucional y programático, pues los retos demográficos del país son cada vez mayores, así como, de las exigencias del mercado laboral, con la persistente desigualdad social y de género. El reconocimiento de esta actividad debe traducirse en acciones consistentes para mejorar las condiciones de vida de todas las poblaciones, que considere de forma prioritaria a las mujeres indígenas y afromexicanas.

* Celeste Sánchez Sugía (@maria_celestess) es afromexicana, doctoranda en Ciencias Biomédicas por la UNAM y directora de Afrodescendencias en México, Investigación e Incidencia (@afrodes_mx), colectivo interdisciplinario interesado en contribuir en la construcción de una sociedad más justa, equitativa y libre de racismo.

 

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