La mujer que nació sin manos ni piernas y terminó pintando retratos para la familia real victoriana

Una curiosa pintura llamó la atención de los comerciantes de arte que se encontraban en la casa de subastas Sotheby's de Londres el pasado jueves. Se trataba de un autorretrato en miniatura ejecutado por una mujer que -tal y como se veía reflejado en el cuadro- no tenía manos ni piernas.

Un detalle de la pintura le daba veracidad al relato: se podía ver el pincel reposando sobre el hombro de la mujer. Según se presumía, había adquirido la increíble capacidad de pintar con los dientes. La pintura se terminó vendiendo a 137.500 libras (osea, 181.280 dólares).

El suceso fue compartido por un historiador de arte a través de las redes sociales. Un tuit fue suficiente para refrescar en la memoria de miles de internautas la increíble historia de vida de la pintora de miniaturas Sarah Biffen.

Biffen llegó al mundo en 1784 en el seno de una familia de granjeros de Somerset, Inglaterra. Nació sin brazos y con una malformación en las piernas, lo que le impidió moverse con libertad desde su temprana existencia. A pesar de eso, de joven aprendió a escribir utilizando su boca, a dar puntadas de aguja y a usar tijeras.

A sus 12 años, su familia decidió que la joven inválida se convertiría en una atracción. Se la encargaron a un hombre llamado Emmanuel Dukes, quien empezó a exhibirla en distintas ferias a lo largo de Inglaterra.

Dukes le enseñó a pintar, sujetando el pincel entre sus dientes. Tanto él como Biffen se dieron cuenta de que la mujer tenía una innegable habilidad para retratar paisajes y retratos en miniatura. Pronto, la mujer sin manos ni piernas que pintaba bellísimas miniaturas empezó a causar fascinación en el público ferial.

Autorretrato de Sarah Biffen, sonriendo. (Foto: La Nación).
Autorretrato de Sarah Biffen, sonriendo. (Foto: La Nación).

En 1808, en la feria St. Bartholomew de Londres, un hombre se acercó a la joven y la retó a pintar sin la ayuda de Dukes. Se presentó como George Douglas. Una vez convencido del talento de Biffen, Douglas se dio a conocer como el conde de Morton, y se ofreció a pagarle clases particulares con un dotado pintor de la época.

De un día para el otro, Sarah Biffen pasó de ser una atracción de feria a recibir clases del célebre artista William Craig, miembro de la Academia Real de Arte. En el año 1821, la Sociedad de las Artes británica le dio una medalla por una de sus miniaturas, y la Academia la aceptó como miembro.

Pronto, la familia real inglesa tomó nota del don de la llamativa pintora y empezó a encargarle retratos en miniatura, lo que la llevó a gozar de una gran popularidad en la época. Tanto, que el escritor Charles Dickens la menciona en tres de sus obras.

Retrato de un caballero de cabello oscuro, Sarah Biffen. (Foto: La Nación).
Retrato de un caballero de cabello oscuro, Sarah Biffen. (Foto: La Nación).

En el que probablemente fue el mejor momento de su vida artística, Biffen se puso un estudio en la Bond Street de Londres. Pero en 1827 murió el conde de Morton, su principal sponsor, lo que la llevó a una serie de problemas financieros (también mediaron algunos "desmanejos" de su propio representante).

Esta situación llegó a oídos de la reina Victoria, quien le otorgó una pensión honoraria, lo que le permitió retirarse a una vida tranquila en Liverpool. Allí se casó con un tal Wright, y luego de un par de intentos de volver a dedicarse de lleno a sus pinturas (ahora bajo el nombre de Señora Wright) no consiguió retomar su popularidad de antaño.

La reina Victoria tenía un particular interés por la pintura. (Foto: La Nación).
La reina Victoria tenía un particular interés por la pintura. (Foto: La Nación).

Biffen pasó sus últimos años pintando gracias al apoyo económico de un grupo de sus más fieles seguidores. Murió en Liverpool en 1850, a sus 66 años.

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