La muerte negra (1346-1353)

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Durante el siglo XIV Europa sufrió una serie de cambios muy significativos. La población había experimentado un crecimiento constante durante siglos, impulsado por mejoras en las técnicas agrarias y el comercio. Sin embargo, la prosperidad de la Edad Media se interrumpió por una serie de guerras, hambrunas, la pequeña edad del hielo (que puso fin al óptimo climático medieval), y, más notablemente, la aparición de la temida Muerte Negra.

Esta pandemia fue causada por la bacteria Yersinia pestis, que infecta a los roedores y se transmite a los humanos a través de las pulgas. Una vez que la bacteria ingresaba al torrente sanguíneo humano, causaba una variedad de síntomas que llevaban rápidamente a la muerte. Los síntomas más comunes incluían fiebre alta, ganglios linfáticos inflamados (llamadas bubas), hemorragias bajo la piel que producían manchas negras, y finalmente, un rápido deterioro del estado de salud general. La enfermedad fue extremadamente infecciosa con tasas de mortalidad extremadamente altas (30 – 60%), alcanzando hasta el 90% en algunas ciudades medievales. Alrededor de 20 a 25 millones de muertes tuvieron lugar sólo en el continente europeo, además de 40 a 60 millones en África y Asia.

Sandro Botticelli (1492/3): El banquete en el pinar, tercera pintura en la serie La historia de Nastagio degli Onesti, que ilustra acontecimientos de la octava historia del quinto día en el Decamerón.
Sandro Botticelli (1492/3): El banquete en el pinar, tercera pintura en la serie La historia de Nastagio degli Onesti, que ilustra acontecimientos de la octava historia del quinto día en el Decamerón.

Giovanni Boccaccio es el principal cronista de la muerte negra en la misma época, como lo demuestra la descripción literaria que hace de la peste en Decamerón de 1353. En la introducción a la primera jornada, el humanista italiano comenta sobre la llegada de la enfermedad a Florencia y su origen en Oriente, la falta de higiene en la ciudad, las actitudes de la población y la virulencia de la enfermedad, con énfasis en los signos inminentes de la muerte: el escurrimiento de sangre por la nariz y la presencia de los dolorosos ganglios inflamados.

«en su comienzo nacían a los varones y a las hembras semejantemente en las ingles o bajo las axilas ciertas hinchazones que algunas crecían hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo, y algunas más y algunas menos, que eran llamadas bubas por el pueblo. Y de las dos dichas partes del cuerpo, en poco espacio de tiempo empezó la pestífera buba a extenderse a cualquiera de sus partes indiferentemente, e inmediatamente comenzó la calidad de la dicha enfermedad a cambiarse en manchas negras o lívidas que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo, a unos grandes y raras y a otros menudas y abundantes».

También identifica la naturaleza zoonótica de la enfermedad.

«Digo que de tanta virulencia era la calidad de la pestilencia manada que no solamente pasaba del hombre al hombre sino lo que es mucho más (e hizo visiblemente muchas veces): que las cosas que habían sido del hombre enfermo, o muerto por tal enfermedad, si eran tocadas por otro animal de distinta especie que el hombre, no solamente lo contaminaban con la enfermedad sino que en brevísimo espacio lo mataban».

Boccaccio nos relata los esfuerzos para tratar y controlar la epidemia, aunque no sirviera de mucho.

«Para curar tal enfermedad no parecía que valieran ni aprovecharan consejo de médico o virtud de medicina alguna; así, o porque la naturaleza del mal no lo sufriera o porque la ignorancia de quienes lo medicaban […] no supiera por qué era movido y por consiguiente no tomara el debido remedio, no solamente eran pocos los que curaban, sino que casi todos antes del tercer día de la aparición de las señales antes dichas, quién antes, quién después, y la mayoría sin alguna fiebre u otro accidente, morían».

El Decamerón relata cambios en las actitudes de las personas. El descuido de «la reverenda autoridad de las leyes —tanto de las divinas como de las humanas—, toda caída y deshecha por sus ministros y ejecutores». La profunda alteración de las costumbres (tanto privadas como cívicas) «y esto quizá fue causa, en aquellas mujeres que se recuperaron, de menor castidad en el tiempo siguiente a la peste. […] Por lo cual, casi por necesidad, nacieron entre los que quedaban vivos cosas contrarias a las primeras costumbres de los ciudadanos». Abandono de los enfermos, individualismo y falta de solidaridad, «los ciudadanos se esquivaban haciendo ascos los unos a los otros; que casi ningún vecino se preocupaba del otro y que los familiares raras veces o nunca se visitaban, y de lejos. Con tanto espanto […] que un hermano abandonaba al otro, y el tío al sobrino, y la hermana al hermano, y muchas veces la mujer a su marido, y —lo cual es más grave y casi increíble— los padres y madres evitaban visitar y atender a sus propios hijillos, como si no fuesen suyos». Las faltas a los ritos funerarios, «después de que subiese la ferocidad de la peste, cesaron totalmente o en su mayor parte, y otras nuevas sobrevinieron en su lugar. Por lo cual no solo las gentes morían sin mujeres [plañideras] a su alrededor, sino que eran muchos los que de esta vida pasaban a la otra sin testigos; y poquísimos eran aquellos a los que eran concedidos los piadosos llantos y las amargas lágrimas de sus familiares, sino que en su lugar eran más comunes las risas, las bromas y las fiestas».

Tumba de Lorenzo di Piero de Medici, con Atardecer y Amanecer.
Tumba de Lorenzo di Piero de Medici, con Atardecer y Amanecer.

La propagación de la Peste Negra fue facilitada por las condiciones de vida medievales. La sobrepoblación y las pésimas condiciones de higiene en las ciudades europeas proporcionaron un ambiente propicio para la proliferación de las ratas negras y las pulgas. Según registros históricos en The black death, 1346-1353: The complete history de Ole Jørgen Benedictow, la epidemia se propagó desde Asia Central (probablemente desde el desierto de Gobi) a través de la Ruta de la Seda hasta llegar al Mar Negro, estableciendo una conexión directa entre el transporte, el comercio internacional y la dispersión de la enfermedad. Gabriele de’ Mussi —un notario italiano— proporcionó una descripción muy cruda del inicio de la epidemia en el Mar Negro, y su diseminación a Sicilia y Piacenza. Su relato, titulado Istoria de Morbo sive Mortalitate quae fuit Anno Dni MCCCXLVIII, también narra un ejemplo temprano de guerra biológica al describir cómo el ejército tártaro arrojó cadáveres infectados por la peste sobre las murallas de Kaffa durante el asedio de 1346. Se presume que la peste llegó a Europa en doce embarcaciones genovesas que huían de la enfermedad desde la península de Crimea. En Historia secula ab anno 1337 ad annum 1361, el monje Miguel Di Piazza refiere cómo las galeras procedentes de Venecia trajeron la peste al puerto Siciliano de Mesina, a principios de octubre de 1347; los sobrevivientes la dispersaron por toda la península itálica, de ahí a Marsella y a toda la península ibérica. En 1348 invadió el resto de Francia, Bélgica, Suiza, las Islas Británicas; para 1349 alcanzó todos los territorios del Sacro Imperio Romano Germánico y el noroeste de Rusia; finalmente toda Europa (con excepción de Finlandia e Islandia) y el norte de África. Di Piazza realizó con detalle la primera descripción de la epidemia y se refirió también a los síntomas de la enfermedad.

Esta pandemia tuvo impactos demográficos, políticos, económicos y sociales muy profundos. Debilitó estados e instituciones, afectó severamente la economía debido a la falta de mano de obra, e interrumpió el comercio. También exacerbó las tensiones sociales existentes, transformando la estructura social de la época, debilitó el poder de los señores feudales y fortaleció a los trabajadores, disminuyó la dependencia feudal y aumentó la movilidad social. Según David Herlihy, en The black death and the transformation of the West, la peste contribuyó al declive del feudalismo, sentó las bases para el surgimiento de estados nacionales más centralizados y fortaleció la burguesía urbana.

La magnitud de la devastación y el sufrimiento causado por el desastre demográfico llevó a una crisis existencial, espiritual y moral. Los chivos expiatorios (en esta ocasión los judíos y los marginados sociales) fueron culpados por la propagación de la peste, lo que terminó en pogromos y persecuciones generalizadas en toda Europa. La alta mortalidad entre los clérigos y líderes religiosos debilitó la autoridad de la Iglesia, provocando una crisis espiritual en la sociedad medieval. Además, la naturaleza repentina e indiscriminada de la peste negra provocó un profundo sentido de desesperanza y fatalismo, planteó interrogantes sobre la justicia divina y el propósito del sufrimiento humano. Esto, por un lado, favoreció la búsqueda de explicaciones religiosas para la enfermedad, un aumento en la religiosidad y la intensificación de prácticas como la penitencia y la oración. Por otro lado, muchos recurrieron a la búsqueda de placer y gratificación inmediata, abandonando todas las normas morales y religiosas. El colapso moral –tema recurrente a lo largo de varias jornadas en Decamerón– fue tan profundo que provocó un renacimiento espiritual en el sentido personal y colectivo.

La muerte negra tuvo un impacto significativo en el arte y la medicina del siglo XIV, influyendo en los temas, estilos y enfoques artísticos de la época, y dejando una marca indeleble en la producción artística de ese período. En el arte, son recurrentes los temas sobre la muerte, el sufrimiento y la mortalidad (La peste de los Egipcios); arte macabro (Danza general de la muerte); renovación espiritual y religiosidad (La crucifixión); cambio en el estilo artístico e iconográfico (Virgen de la piedad, El juicio final); influencia en la arquitectura funeraria (Capilla de los Medici en la Basílica de San Lorenzo, Florencia).

Pietro Perugino (1476-78): I Santi Romaneo e Rocco con l’Eterno benedicente e veduta di Deruta (muestra una buba en el mismo lugar que las producidas por Yersinia pestis).
Pietro Perugino (1476-78): I Santi Romaneo e Rocco con l’Eterno benedicente e veduta di Deruta (muestra una buba en el mismo lugar que las producidas por Yersinia pestis).

Para 1346 ya se había establecido una veintena de universidades en Europa, aunque la ciencia no existía como tal. La medicina ya tenía cierta independencia de la filosofía como disciplina académica, pero era más empírica, influida por los conocimientos aportados por los autores griegos y latinos clásicos. Los médicos universitarios en el Mediterráneo latino redactaron una serie de tratados que constituyen una realidad histórica per se en las fechas de la epidemia. Entre los más significativos destacan autores como Jacme d´Agramont, Gentile da Foligno, Giovanni da Penna, Alfonso de Córdoba, un anónimo “práctico de Montpellier” y el “Colegio de doctores de la facultad de medicina de París”. Guy de Chauliac, considerado el más importante cirujano de la Europa medieval, en su enciclopedia quirúrgica (Chirurgia Magna) describe la pandemia y su origen astrológico (la facultad de medicina de París lo confirmó), así como los tratamientos preventivos y curativos. Otros médicos impulsaron la teoría miasmática de la enfermedad, sosteniendo que la peste se propagaba a través del aire contaminado. En Venecia se originó la medida “quaranta giorni”, que implicaba el aislamiento de personas y bienes sospechosos de estar infectados durante un período de 40 días. Sin duda, el inquieto espíritu de estos estudiosos durante la peste fue prefigurando la medicina del Renacimiento.

Michael Wolgemut (1493): Tanz der Gerippe, coloriert. Das siebte Zeitalter der Welt nach Christlich-mittelalterlichem Verständnis.
Michael Wolgemut (1493): Tanz der Gerippe, coloriert. Das siebte Zeitalter der Welt nach Christlich-mittelalterlichem Verständnis.

La Edad Media comenzó y terminó con pandemias de peste bubónica. A pesar de haber ocurrido hace siglos, la muerte negra dejó una impronta en la memoria cultural y social de la humanidad. «Y, así como el final de la alegría suele ser el dolor, las miserias se terminan con el gozo que las sigue».

* José Alberto Díaz Quiñonez es vicepresidente de la Sociedad Mexicana de Salud Pública A. C. (@saludpublicaac). Es Doctor en Ciencias Biomédicas por la UNAM y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, el Sistema Nacional de Investigadores y la Academia Nacional de Medicina de México.

 

Referencia:

Boccaccio, Giovanni. Cuentos del Decamerón. Traducción, selección, prólogo y notas de Pilar Gómez Bedate. Barcelona. Ed. Folio, Colección Grandes Obras de la Literatura Universal, 1999.

 

Este texto forma parte de una serie sobre epidemias y pandemias:

La gran peste de Atenas

La peste de los Antoninos

La epidemia de Cipriano

La peste bubónica de Justiniano