Morelia, el equipo que mantiene enamorada a su afición, aunque no pueda ascender

Morelia celebrando el título de Liga de Expansión. (Foto: César Gomez/Jam Media/Getty Images)
Morelia celebrando el título de Liga de Expansión. (Foto: César Gomez/Jam Media/Getty Images)

El futbol está más vivo que nunca en Morelia. Su equipo, el Atlético, dio muestra de gallardía y buen juego para coronarse campeón de la Liga de Expansión a costa de Cimarrones. Las calles de la ciudad se inundaron de aficionados que, después de tantos tragos amargos, pudieron celebrar un campeonato de su equipo. Sin embargo, como es de sobra conocido, su título no servirá para nada, pues el ascenso ha sido vedado para todos los clubes que participan en este circuito.

La Liga MX, que sí permite la multipropiedad y la violencia en sus estadios, se ha negado a validar los principios elementales de la justicia deportiva. Así, los mediocres que deberían descender se mantienen en Primera División pagando una módica multa; mientras los equipos, como Atlético Morelia, que merecen un lugar son relegados con argumentos cada vez más ridículos.

Para aspirar a un sitio en la Primera División de México, hay que cumplir con ciertos requisitos, que según las autoridades de la Liga no están al alcance de casi ningún equipo de Expansión MX. Únicamente Leones Negros cumple con las condiciones burocráticas, las cuales van desde algo tan entendible como tener la infraestructura necesaria, hasta cosas como el “Informe del plan de negocios por parte del consultor externo”. Mientras en Europa se puede ver a equipos con estadios de aforo inferior a los 10 mil asistentes, en la fastuosa Liga MX hay que asegurarse de que los recintos sean grandes y elegantes.

Morelia metió un total de 32 mil aficionados en la Final contra Cimarrones. No les importó que su equipo esté en Liga de Expansión y que no existiera recompensa. En cambio, el equipo con mejor desempeño en la Liga MX durante el último torneo, Pachuca, apenas metió 9 mil aficionados en su partido contra Atlético San Luis. ¿De qué sirve tener estadios de buena capacidad si su mejor decoración son las gradas vacías?

Lo peor del caso es que Morelia ni siquiera perdió su cupo en la cancha. Ricardo Salinas Pliego decidió llevar la franquicia a Mazatlán en 2020, una ciudad a la que no le importa el futbol y cuyo mejor logro, tras dos años de existencia, es haberse colado de milagro a un repechaje. ¿Es realmente un negocio rentable? ¿Valió la pena llevar futbol a una plaza desinteresada que sólo ha sido valiente en redes sociales?

El hecho es que la franquicia cambió de sede sin que nadie en la Federación moviera un dedo para impedirlo porque, como ha quedado claro durante décadas, ellos son simplemente súbditos de los “dueños del balón”, el verdadero poder que decide lo que está bien y lo que está mal en el futbol mexicano. Y cuando tienen oportunidad de recuperar un poco de lo perdido, de hacer tantita justicia, deciden poner trabas absurdas que únicamente limitan el crecimiento de equipos cuyo esfuerzo deportivo tendría que recompensarse con, al menos, la oportunidad de pelear en igualdad de condiciones.

Pero al Atlético Morelia y a su gente nadie puede negarles su dignidad. La ciudad se desbordó para apoyar a los suyos como en los viejos tiempos, como si se estuviera jugando el título de Liga contra Pumas en 2011 o contra Toluca en el 2000. La imagen de un aficionado observando el partido afuera del estadio, sobreponiéndose a una barra de concreto, robó el corazón de todos en redes sociales. Es la pasión por el futbol en su sentido más puro.

No hay empresario voraz ni reglamento absurdo que pueda matar eso: a los miles de aficionados orgullosos de sus colores que gritaron los goles en las avenidas y presumieron su camiseta con el amor intacto. Atlético Morelia, en términos futbolísticos y pasionales, es un equipo de Primera.

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