Los monumentales “Refugios y Umbrales” de Dagoberto Rodríguez en Madrid

Mientras escribo estas líneas sobre la muestra Refugios y Umbrales de Dagoberto Rodríguez, el mundo ha comenzado a ser otro con la brutal agresión por parte de Rusia a la República de Ucrania. El mundo y, en particular, Europa Occidental, mira estupefacta como la Europa del Este, esa Europa que hasta hace muy poco estuvo tras el Telón de Acero de la ex Unión Soviética, se ha incendiado con una guerra de consecuencias imprevisibles. Europa, como todo el mundo, se ha visto privado de libertad de movimiento y, también, en su habitar bajo los efectos de la pandemia. Imprevisibles serán también las reacciones hacia el mundo de una ciudadanía que se ha visto constreñida, confinada entre cuatro paredes haciendo de sus casas especies de islas en medio de un paisaje urbano devorado por un enemigo invisible. Pero la guerra, ésta y, al paso que vamos, la que está por venir, no tienen nada de invisible. A diferencia del virus, la guerra se presenta en su absoluta crudeza como lo humano hipervisible despedazándonos unos a otros.

Dagoberto Rodríguez frente a una de las monumentales obras suyas de la exposición ‘Refugios y Umbrales’.
Dagoberto Rodríguez frente a una de las monumentales obras suyas de la exposición ‘Refugios y Umbrales’.

Ahora que comenzábamos a ver la luz al final del túnel, resulta que el panorama vuelve a teñirse de negro con otra guerra en curso, otra guerra que devuelve a la vieja Europa al estigma trágico de haber gestado dos Guerras Mundiales.

‘Refugio’, 2019, acero cortén, 9.51 x 19 x 19 pies (290 x 580 x 580 cm).
‘Refugio’, 2019, acero cortén, 9.51 x 19 x 19 pies (290 x 580 x 580 cm).

La consecuencia primaria de todo ello es la sensación de inseguridad, nadie ni nada está a salvo. Vivir en el primer mundo ha dejando de ser garantía de seguridad, todo puede reventar en cualquier momento. ¿Dónde y cómo refugiarnos cuando llegue ese momento en que nuestro habitar queda a la intemperie, expuesto a las futuras pandemias, a los futuros conflictos? Ese es el imaginario desarrollado en Refugios y Umbrales de Rodríguez a través de cinco esculturas monumentales. El habitar, la vida que llevamos dentro, sometida al convulso y contradictorio desarrollo de la modernidad, ha sido un tema recurrente en muestras anteriores del artista como, por ejemplo, Guerra interior (Centro Atlántico de Arte Moderno, Las Palmas de Gran Canarias, 2020) y Planeta de cristal (Piero Atchugarry Gallery, Miami, 2021).

‘Umbral I’, 2021, acero pintado y luz LED con panel solar, 7.97 x 12.6 x 4.9 pies (243 x 385 x 152 cm).
‘Umbral I’, 2021, acero pintado y luz LED con panel solar, 7.97 x 12.6 x 4.9 pies (243 x 385 x 152 cm).

En ambas muestras, desde el punto de vista poético, se combinaba esculturas y acuarelas en un lenguaje que utilizaba tanto recursos expresivos de la neo figuración como del neo conceptualismo. Neo figuración realista porque es esa visualidad pictórica que no intenta atrapar el objeto, la figura, (túneles y puentes en este caso), sino que la va imaginando, mientras la extrae de su cotidianeidad. Neo conceptual porque desde la estética del arte aplicado, el objeto es introducido en una constelación de significados distintos al uso que normalmente tiene para el consumo social. En Guerra interior, la instalación Ánforas, 2020, (bombonas de gas con espoletas realizadas en barro como metáfora del armamentos empleado por los rebeldes sirios contra el ejercito de Bashar al-Ássad) y Casa tow, 2019, escenifican, como he dicho “esa beligerancia alocada que ya ha perdido el Norte de la vida, desguazando todo a su paso”.

‘Umbral I’, 2021, acero pintado y luz LED con panel solar, 7.97 x 12.6 x 4.9 pies (243 x 385 x 152 cm).
‘Umbral I’, 2021, acero pintado y luz LED con panel solar, 7.97 x 12.6 x 4.9 pies (243 x 385 x 152 cm).

La exposición Planeta de cristal, en cambio, nos situaba en el túnel, como figuras poética fundamental que pulsan esa percepción de que estamos, subterráneamente, al borde de un presente que ha sesgado su perspectiva de futuro. La utopía de un mundo mejor ya no existe. Ese mundo utópico que mejora la condición y el habitar humano imaginada por Tomás Moro y Francis Bacon, por cierto ambos pensadores isleños, y que el marxismo intento traducir a la realidad, ha resultado desastrosa. Queda el recuerdo de esa posibilidad, pero la realidad nos recuerda todos los días que la vida se enreda en los laberintos del capital.

Refugios y Umbrales, curada por David Barro, crítico y curador español de amplia trayectoria, completa un ciclo de reflexión de Rodríguez, tanto desde el punto de vista poético como discursivo sobre, parafraseando a Ortega y Gasset, el espíritu de nuestro tiempo. En lo poético, se refuerza una opción estética de arte aplicado, pero esta vez llevado a unos niveles monumentales. Obras como Refugio (2019) y la serie Umbral, (2021-22), nos remiten a una escultura objetual que lleva inscrita el habitar como principio esencial.

Esculturas modulares realizadas en acero pintado, pensadas para ser vistas tanto de día como de noche. Así que cuando el espectador recorre el amplio patio del Centro de Cultura Contemporánea Condeduque, en Madrid, tiene la sensación de ver una especie de módulos espaciales posados sobre la amplia explanada de adoquines. Módulos interactivos en los que el espectador puede entrar y sentarse de día y, también, en la noche. Son artefactos tecnológicos que emulan un diseño expansivo de los Smartphone, arquitectura de relieves modulares inspirada, también, en el filme 2001: A Space Odyssey, (1968) de Stanley Kubrick. Esculturas que comparten elementos expresivos de la abstracción geométrica, como del arte minimalista, en esa modularidad atravesando el cuerpo de las cinco obras. Pero hay también una impronta constructivista en la manera de percibir, en el modo de cómo armar el espacio en función de un habitar. Sentados en estos módulos tenemos la sensación de que vamos a despegar en cualquier momento, pero también nos invita a pensar en ese espacio como morada, como un lugar extraño aunque confortable que nos protegerá de lo imprevisible.

Esculturas de Dagoberto Rodríguez (Caibarién, Cuba, 1969), vienen esbozando una opción crítica (des)esperada.
Esculturas de Dagoberto Rodríguez (Caibarién, Cuba, 1969), vienen esbozando una opción crítica (des)esperada.

Si estamos en un mundo en el que la vida está expuesta permanentemente a la inseguridad por pandemias, por terremotos políticos o naturales, por guerras locales o globales, pero también por la aridez que el ciudadano percibe frente a las instituciones democráticas, no es extraño que el arte contemporáneo reaccione proyectando un imaginario, donde la prótesis se convierta en refugio de un habitar cada vez más enrarecido.

Estas esculturas de Dagoberto Rodríguez (Caibarién, Cuba, 1969), vienen esbozando una opción crítica (des)esperada. Una visión que, desde el laboratorio artístico, deposita la suerte de la existencia en la capacidad humana por auto guarecerse de los desastres provocado por la propia humanidad. Entonces las esculturas de la prótesis, porque sobre tal artefacto está reflexionado una producción importante del arte contemporáneo, vendría a ser la metáfora de esa inseguridad, de ese desconcierto humano ante una realidad cada vez más explosiva e incontrolable. Y aquí la arquitectura viene a ser el reino de la prótesis, porque la arquitectura (y extensivamente, el urbanismo) es el reino del habitar. Es la medida para guarecer a lo humano de la intemperie y el desastre. No es extraño entonces que las obras que conforman de Refugios y Umbrales (2022) de Rodríguez, encuentren escenarios metafóricos en túneles, bunkers o puentes, en pasadizos y estancias revestida de sofisticación técnica. Entre más crece la sensación de auto destrucción de lo humano, más necesario se hace pensar en lo ergonómico cotizado como valor de vida.

La arquitectura, el cuerpo tecnológico, emerge en toda su profundidad de último refugio, de última esperanza, ante el desasosiego, frente a las contingencias de un mundo de vida cada vez más inesperada y siniestro. La guerra de Rusia contra Ucrania es ya una guerra mundial que Occidente intenta evitar llamar por su nombre para alejar de la ciudadanía la sensación de incendio total. Los rusos se retirarán pero, frente a la expansión occidental en el territorio postsoviético, que Rusia considera suyos desde tiempo inmemoriales, no tendrán reparo alguno en imponer su voluntad al costo que sea necesario.

“Refugios y umbrales”, de Dagoberto Rodríguez, Patio Central del Centro de Cultura Contemporánea Condeduque, C. del Conde Duque, 11, 28015 Madrid. Hasta el 1 de mayo de 2022.