En Montecito, las vistas lujosas siguen acompañadas de posibles deslaves

Escombros apilados en la playa tras una tormenta en Carpinteria, California, el 11 de enero de 2023. (Mark Abramson/The New York Times)
Escombros apilados en la playa tras una tormenta en Carpinteria, California, el 11 de enero de 2023. (Mark Abramson/The New York Times)

MONTECITO, California— Cuando las calles se inundaron, algunos árboles se quebraron y los arroyos crecieron, los residentes se prepararon para la catástrofe mortal que sabían podría llegar.

Era el 9 de enero, cinco años después de que un torrente de lodo, rocas gigantes y escombros se estrellara contra Montecito, su ciudad costera cerca de Santa Bárbara, California. En ese entonces, cientos de casas fueron dañadas o destruidas, y los autos quedaron arrugados como si fueran de papel. Veintitrés personas murieron.

En esta ocasión, en lugar de asistir a algún evento en honor a los fallecidos por el aniversario del desastre, los residentes se enfrentaron a una lluvia torrencial que amenazaba con sacudir la tierra una vez más. Terminaron huyendo bajo las órdenes de evacuación, con el trauma del pasado a cuestas.

Cuando se les permitió regresar al día siguiente, sintieron alivio al saber que no iba a ser necesario planificar funerales.

Montecito a veces se siente como un secreto para quienes lo descubren. Escondido en una pendiente empinada, ofrece magníficas vistas de puestas sol en colores de sorbete y de un mar resplandeciente. La serenidad de las colinas brinda refugio a varias celebridades, entre ellas Oprah Winfrey, residente desde hace mucho tiempo, y los recién llegados príncipe Enrique y su esposa Meghan.

El atractivo de Montecito, como en muchos lugares de California, ha demostrado ser también su talón de Aquiles: un lugar donde la belleza natural significa vivir al borde de un posible desastre. En diciembre de 2017, cuando la zona estaba árida debido a la sequía, el inmenso incendio forestal Thomas se abrió paso y sus llamas devastaron la vegetación y dejaron enormes cicatrices de quemaduras en la tierra. Al mes siguiente llegaron las tormentas, y las laderas de las montañas se desplomaron.

Un grupo de trabajadores limpian un rastro de lodo y escombros en Bella Vista Drive en Montecito, California, que tiene vista al océano, en el condado de Santa Bárbara, el 11 de enero de 2023. (Mark Abramson/The New York Times)
Un grupo de trabajadores limpian un rastro de lodo y escombros en Bella Vista Drive en Montecito, California, que tiene vista al océano, en el condado de Santa Bárbara, el 11 de enero de 2023. (Mark Abramson/The New York Times)

Los residentes de Montecito afirman que ahora son más conscientes de las precauciones de seguridad —como almacenar sus hogares con radios que funcionan con energía solar, linternas, un generador de energía, catres para hospedar personas— y de que tienen un nuevo conocimiento y atención sobre el drenaje pluvial. Sin embargo, se niegan a vivir únicamente bajo el espectro de los desastres naturales. Ayuda el hecho de que las recientes mejoras a la infraestructura de la zona resultaron ser exitosas la semana pasada.

“No creo que nadie aquí viviera con el temor de que pudiera volver a suceder cualquier día. No, no fue así”, afirmó Lizzy Fallows. “Fue un incidente único, y por eso la gente estaba asustada”.

Tres semanas extraordinarias de ríos atmosféricos han provocado inundaciones, deslaves, cortes de energía y árboles caídos por toda California. Tras disfrutar un respiro el martes, el estado espera una dosis adicional de lluvia el miércoles, seguida de un período seco que podría extenderse hasta la próxima semana.

Fallows, de 40 años, creció en Montecito, y tras vivir un tiempo en San Francisco, Australia y Tanzania, cumplió un sueño cuando regresó hace cuatro años con su familia.

Dos días después de las evacuaciones recientes, Fallows condujo por la zona en su Tesla, y les mostró a sus tres hijas la cuenca de escombros de Randall Road, un proyecto de 18 millones de dólares culminado el otoño pasado que se llenó de ramas, rocas y escombros arrastrados por las inundaciones mientras el agua corría del arroyo San Ysidro al océano.

“Quise mostrarles cómo la cuenca de escombros había hecho su trabajo”, afirmó. “No para asustarlas, sino para mostrarles que la naturaleza es hermosa, poderosa y merece ser respetada. Y que podemos coexistir si prestamos atención”.

Cerca de allí, Aaron Briner, el jefe de bomberos de Montecito, inspeccionaba el arroyo y la cuenca de Randall Road, la cual se encuentra en un terreno donde varias casas fueron destruidas en 2018.

“Es una sensación muy extraña”, afirmó Briner. “Así como hay una cicatriz allí, creo que hay una cicatriz dentro de cada uno de nosotros”.

Kim Cantin afirma que nunca podrá olvidar el momento en que una masa de tierra, agua y escombros irrumpió en la cabaña de su familia y se la llevó arrastrada. Dave, su esposo, fue encontrado muerto en la playa. El cuerpo de su hijo, Jack, de 17 años, nunca pudo ser recuperado por completo.

Es la supervivencia de su hija Lauren —quien tenía 14 años cuando la descubrieron gritando y atrapada en el fango— en lo que Cantin se ha enfocado desde que su mundo fue resquebrajado por la mitad.

Las dos se mudaron a un lugar a 10 minutos de la ciudad, pero Cantin sigue siendo dueña del terreno baldío donde la tierra y algunos árboles no muestran indicios de la casa con el patio de ladrillo rojo que alguna vez los albergó.

“Muchas personas han querido comprarla”, contó Cantin sobre la propiedad. “Pero todavía no estoy lista para dejarla ir”.

Los terrenos baldíos entre las casas multimillonarias ilustran el trauma arraigado en la zona.

“La mayoría de las veces, cuando ves un terreno así baldío, es porque alguien murió”, afirmó Abe Powell, director del distrito de bomberos de Montecito. “Cinco años después, todavía no conciben reconstruir allí”.

Powell, de 53 años, sigue atormentado por las súplicas ignoradas que les hizo a los residentes, cuyos cuerpos fueron encontrados más tarde entre los escombros. Siempre se cuestiona si podría haberles dicho algo más convincente.

“No logro olvidar esas conversaciones”, aseguró. “Muchos de nosotros no podemos”.

Sin embargo, hay pocas cosas más fuertes que la atracción hacia el hogar.

Carie Baker-Corey, de 54 años, creció en Montecito y afirma que disfrutó de una infancia idílica. Es una experiencia que quiere transmitir de generación en generación.

Baker-Corey era estilista de vestuario, pero se retiró luego de la avalancha de lodo de 2018, cuando perdió su casa y sufrió una perforación en un pulmón, múltiples fracturas y una lesión cerebral. Dos de sus tres hijas murieron en el deslave.

Su hija sobreviviente, Summer, tenía 12 años en ese momento, y permaneció en coma durante semanas. Cuando despertó, se enteró de que el cuerpo de su gemela había sido encontrado a más de un kilómetro de la casa.

Baker-Corey, quien desde entonces vive en una comunidad aledaña, compró recientemente una casa en Montecito, pero en un vecindario distinto. Es, afirmó, el único lugar donde se comprende su dolor.

En cada aniversario del desastre, contó, su teléfono se llena de docenas de llamadas, mensajes de texto y correos electrónicos de personas que nunca olvidarían una fecha así: “¿Estás bien?”, “¿En qué te puedo ayudar?”, “Te queremos”.

“No conozco ningún otro lugar que sea tan compasivo”.

c.2023 The New York Times Company