¿Monarquía o república? El eterno dilema


Como doble ciudadano, canadiense y español, tengo dos monarcas, pero me pregunto cuánto durará cada monarquía. La reciente coronación del rey Carlos III ha despertado de nuevo el debate en Canadá sobre el futuro de la monarquía y si Canadá debiera convertirse en una república.

Los defensores de los sentimientos republicanos en Canadá argumentan que ya es hora de que tengamos un jefe de Estado canadiense y que el costo de la monarquía para Canadá se invertiría mejor en otra cosa.

No estoy de acuerdo. En realidad, la gobernadora general de Canadá actúa como jefa de Estado en todos los sentidos y representa a Canadá dentro y fuera del país.

Completamente apolítica, la gobernadora general les brinda a los canadienses un símbolo de la nación a la que sirve. Los costos de tener un gobernador general son mucho menores en comparación con el costo de organizar elecciones presidenciales cada cinco años. Las últimas elecciones federales canadienses costaron a los contribuyentes unos 600 millones de dólares.

Un presidente requeriría un sueldo, gastos de viaje y vivir en una residencia oficial, además de disponer de su propio equipo completo. Asimismo, es probable que un presidente electo tenga ciertas tendencias partidistas y no esté ajeno a la política. Por definición, los presidentes electos deberían contar con seguidores afines a su partido, lo cual contradice la naturaleza apolítica del cargo.

SOCIEDAD PLURALISTA MULTICULTURAL

El sistema que tenemos ahora aporta profundidad histórica y una serie de símbolos nacionales que sirven bien a Canadá como sociedad pluralista multicultural. Canadá ha tenido gobernadores generales de origen haitiano, chino, ucraniano e indígena. Todos han representado de forma adecuada el mosaico cultural y racial de nuestro país, y esto ha proporcionado una excelente base para el jefe de Estado de facto de Canadá.

El rey Carlos III ha incorporado muchos elementos modernos a su coronación, como el protagonismo que le ha dado a la representación multirreligiosa y multirracial, asegurando así la proyección de los valores esenciales de la Gran Bretaña y Canadá en la actualidad. Su preocupación de toda la vida por el ambiente lo convierte en un sólido defensor para abordar una de las principales inquietudes de la juventud británica y canadiense.

Además, su extensa experiencia trabajando con jóvenes en el Prince’s Trust, tanto en el Reino Unido como en Canadá, le da la oportunidad de enfrentar los desafíos que afectan a los jóvenes y ganarse su apoyo.

Le costará trabajo y esfuerzo tener éxito, sobre todo ante las divisiones existentes en el seno de la familia real: como los escándalos sexuales del príncipe Andrew y los ataques directos del príncipe Harry hacia su familia, así como la aún controvertida posición de Camila como reina.

Sin embargo, la tradición de la monarquía está impregnada en la historia británica y canadiense y en los símbolos nacionales tanto de Canadá como del Reino Unido. También es un gran atractivo turístico que deja decenas de millones en la economía británica. Estos factores podrían llevar al Rey Carlos III hacia un reinado finalmente exitoso.

EL CASO DE ESPAÑA

España es un asunto diferente. Muchos españoles guardan fuertes sentimientos republicanos, en especial tras la guerra civil de 1936-1939 y la posterior dictadura de Franco, que duró hasta 1975.

El exrey Juan Carlos fue fundamental en la gestión de una exitosa transición hacia la democracia. Contrario a las expectativas de muchos, la transición fue pacífica y fluida. Durante el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, desempeñó un papel central en la defensa de la democracia y en convencer a las tropas de regresar a sus cuarteles.

Durante su reinado, el exrey solía decir que su hijo tendría que ganarse la monarquía debido a las fuertes corrientes históricas de republicanismo y separatismo en las regiones de Cataluña y el País Vasco.

Sin embargo, en sus últimos años, los devaneos amorosos de Juan Carlos y su predilección por ganar dinero de cualquier forma le han causado graves problemas.

La reputación de la monarquía se vio aún más empañada cuando, también en 2016, su hija menor, la infanta Cristina, y su marido fueron acusados en una investigación de corrupción que desencadenó en una avalancha de protestas contra la Casa Real.

Las últimas revelaciones también han despertado sospechas de que el propio Juan Carlos estuvo implicado en ese escándalo, conocido como el caso Nóos. Pasó dos años exiliado en Abu Dabi y hace poco regresó a España de visita. No ha sido juzgado por ningún delito.

LA SUPERVIVENCIA DE LA MONARQUÍA

Aunque fue absuelta en el caso, la infanta Cristina ha sido condenada al ostracismo por su familia y vive en Ginebra con sus cuatro hijos. Su ahora exmarido cumplió condena en una cárcel española por su participación en este escándalo.

“La monarquía ha recibido un golpe mortal”, dijo Jaime de Peñafiel, observador de la realeza, sobre el último escándalo. “Puede que el rey siga haciéndose ilusiones, pero a la institución no le queda mucho tiempo”.

Así las cosas. Una historia de dos monarquías, cada una con sus propios retos. Me gustaría que subsistieran por la estabilidad que han aportado en este siglo turbulento.

En efecto, un monarca constitucional representa a todo el pueblo, mientras que un político solo a algunos. Un monarca constitucional significa estabilidad en un sistema político en el que los gobiernos pueden ser derrocados. Y la división del papel ceremonial de la función de gobierno permite que cada nivel se concentre en su propio campo de especialización.

Dicho esto, las monarquías constitucionales no pueden sobrevivir sin el consentimiento del pueblo. En este sentido es que veo a las monarquías británica y canadiense sobreviviendo a la próxima generación.

La supervivencia de la monarquía española dependerá de cómo la generación más joven perciba la relevancia del republicanismo en su realidad y evalúe si está más en sintonía con su visión de España que la monarquía. N

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Eduardo del Buey es diplomático, internacionalista, catedrático y experto en comunicaciones internacionales. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.

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