Una modelo se enfrentó a la industria de la moda y dejó de pasar hambre

Siempre he tenido que controlar mi peso. En la escuela primaria, me decían “la barrigona con dientes de conejo”. Evidentemente, no tenía el aspecto de las modelos que veía en las revistas. Así que, cuando una agencia de modelaje me reclutó en Chicago a los trece años, estaba más que emocionada porque estuvieran interesados en alguien como yo, ¿acaso no es el sueño de toda chica joven aparecer en una de las revistas que le roba a su madre?

A la izquierda, la modelo Allexa d’Alessio a los 13 años; a la derecha, la modelo, adulta, en la actualidad (foto: Cortesía de Allexa D’Alessio).

La agencia abrió una convocatoria y yo acudí. Allí me encontré con una agente. Fue todo muy correcto. Ella me pidió que me pusiera un traje de baño y que “desfilara” un poco por la oficina. Estaba tan cohibida; era la primera vez (pero no la última) que había un grupo de personas observándome de cerca mientras yo caminaba y, aunque todo eran halagos por su parte (“tenía mucho potencial”, “podían hacer mucho por mí”), había una cosa que estaba clara: tendría que perder peso si realmente deseaba salir adelante.

Intenté con todas mis fuerzas perder peso. Enviaba a la agencia fotos de mi evolución para estar segura de que ellos sabían que estaba poniendo todo de mi parte pero, aun así, nunca perdí todo el peso que se suponía que debía perder. Me sentía fracasada. ¿Por qué no podía ser como las mujeres que veía en las revistas, por qué no podía perder más peso? Me obsesioné con la báscula. Miraba mis fotos y pensaba que me veía fatal, que estaba gorda. Mis padres se dieron cuenta de que era una obsesión y se estaba convirtiendo en algo destructivo, así que tuve que dejar de lado mi aspiración a hacer carrera como modelo.

Cuando tenía 18 años, me mudé a Los Ángeles para ir a la universidad y comencé a encontrarme con agentes del mundo de la interpretación. El tema de la pérdida de peso volvió a invadirme los pensamientos: no paraban de repetirme que si quería hacer carrera tenía que perder entre 8 y 12 kilos. No podía creer que estuviera enfrentándome otra vez a lo mismo, después de seis años estudiando interpretación lo único que importaba era mi peso.

Finalmente, perdí 4 kilos. Estaba encantada, hasta que alguien se me acercó y me preguntó si estaba interesada en ser modelo de talla grande. Me desmoralicé. Había estado pasando hambre, entrenando dos veces al día y venían a ofrecerme hacer de modelo para tallas grandes. Decidí ignorarlos y seguí luchando por perder peso un año más, hasta que me di cuenta −¡qué demonios!− de que debía dejar eso atrás. Así pues, me presenté en varias agencias de Los Ángeles y acabé en Natural Model Management. Allí fue la primera vez que se interesaron por mí de verdad, realmente querían saber quién era yo y qué quería hacer. En los dos años que llevan representándome, no solamente he crecido como persona, sino que me he dado cuenta de que soy valiosa: mi cuerpo ya no determina quién soy ni lo que puedo hacer.

Cuando dejé de preocuparme por mi peso y comencé a centrarme en mi salud, todo cambió. Ahora, cuando me miro al espejo, no veo mis defectos. Mi voluntad de ser buena en lo que hago ha liquidado mi necesidad de estar en los huesos. Ahora disfruto de verdad comiendo bien y manteniéndome activa, haciendo senderismo, yendo al gimnasio con moderación o en los encuentros con mi equipo de kickball, cada lunes por la noche.

Cuando miro esta foto (la del inicio del artículo), y veo mi aspecto a los trece años, reconozco a una chica joven que estaba sana y era activa. No puedo creer que permitiera que los comentarios de una agencia cualquiera afectaran mi autoestima durante tanto tiempo. No puedo creer que estuviera tan avergonzada de mi cuerpo, ¡ni siquiera había terminado de desarrollarme! Dejé que aquellos comentarios me siguieran a todas partes durante tanto tiempo y dejé que minaran mi autoestima cuando, en realidad, yo era una adolescente sana con una imagen propia distorsionada por la industria, gracias a los retoques fotográficos y la cirugía plástica. Como adolescente, debería haberme preocupado por muchas otras cosas y, sin embargo, permití que mi aspecto fuera mi mayor preocupación. Vivimos en una sociedad que les dice a las mujeres que su máximo interés debe ser su aspecto, que su valor depende de eso. Es importante que empecemos a cambiar eso.

He escogido formar parte de una industria que solo se ocupa de la imagen, pero me gusta lo que hago porque quiero cambiar cómo ve la belleza la sociedad. Quiero estar segura de que las chicas jóvenes que miran las revistas de sus madres se encuentran con mujeres de distintas formas y con distintas tallas. Deseo que nos preocupemos más por la salud que por la talla y, pese a que creo que el cambio se está produciendo (lentamente), todavía queda un gran trecho por recorrer. Espero que las chicas jóvenes tengan el valor de dedicarse a otras cosas y que no se preocupen por encajar en un molde concreto.

A mí me ha costado mucho tiempo, pero finalmente puedo decir que me encanta la persona en la que me he convertido. Espero que más y más mujeres, sobre todo las más jóvenes, puedan decir lo mismo, porque el optimismo es contagioso y nunca sabes a quién puedes cambiarle la vida con tu mensaje.

Allexa D'Alessio