Siete mitos sobre los problemas de salud mental que los psiquiatras buscan derribar
CARTAGENA.– Una guía respaldada por las asociaciones de psiquiatras de cinco países de la región apunta a erradicar los mitos más comunes sobre los problemas de salud mental y mejorar con unos pocos consejos la información sobre cómo viven las personas con afecciones como la depresión, la demencia, el trastorno bipolar, los trastornos del desarrollo, la esquizofrenia y otras psicosis.
El trabajo, liderado por dos profesionales de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP), comenzó a gestarse en plena pandemia de Covid-19, cuando los servicios de salud se concentraron en la respuesta a la emergencia sanitaria. A medida que el sistema sanitario empezó a ponerse al día con la atención del resto de los problemas, las consultas en las guardias por síntomas o urgencias psiquiátricas crecieron entre un 20% y 30%. Así se indicó con estimaciones iniciales regionales durante la presentación de la guía el jueves pasado en la ciudad de Cartagena, a la que fue invitada LA NACION.
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“No hace falta buscar muy lejos para hallar personas con trastornos de salud mental: solemos encontrarlas entre nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo. A veces, sienten vergüenza de comunicárselo a sus seres queridos por el estigma que aún existe. En otros casos, no están diagnosticados, por lo que no están en tratamiento y, así, su situación sigue empeorando”, dijo Pedro Gargoloff, fundador y asesor de la Asociación de Ayuda de Familiares de Personas que padecen Esquizofrenia (AAFE) y docente de la maestría en investigación biomédica de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata.
“De a poco, los psiquiatras estamos buscando cambiar la mirada para que todos veamos a los pacientes como lo que son: personas que tienen una enfermedad como cualquier otra y que, en muchos casos, necesitan un tratamiento médico”, señaló Ricardo Corral, presidente de la AAP, jefe de Docencia e Investigación del Hospital Borda y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Con Gargoloff, coordinaron la redacción de este documento para evitar la difusión de falsas creencias, mitos y estereotipos.
“Las palabras que usamos para referirnos a la salud mental –continuó Corral– son cruciales para definir cómo nos ubicamos frente a esa realidad”.
En cifras
Hasta la pandemia, el 29,1% de los mayores de 18 años en la Argentina convivía con algún problema de salud mental, de acuerdo con los datos que recordó Corral del estudio epidemiológico en la población general que hizo la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) y se publicaron en 2019: el trastorno de depresión mayor y por consumo de alcohol eran los más prevalentes. En tanto, a noviembre del año pasado, el Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la UBA detectó un aumento de los síntomas de ansiedad, depresión y riesgo suicida, con una deuda en el proceso de duelo de los que perdieron seres queridos. Hace dos meses, el 66% de la población mayor de 18 percibía que su salud mental estaba “peor o mucho peor” que antes de la crisis económica en curso en otro relevamiento del observatorio.
“El Covid generó una enorme cantidad de cambios. Nos modificó la vida a todas las generaciones. Y aumentó la demanda de atención en los servicios [de salud mental] de adultos y pediátricos. Están desbordados y esto está sucediendo en toda la región”, dijo Rodrigo Córdoba, expresidente de la Asociación Psiquiátrica de América Latina y la Asociación Colombiana de Psiquiatría (ACP).
La guía “Las palabras importan” se presentó durante la I Cumbre Latinoamericana de Salud Mental y su impacto en otras enfermedades, coorganizada por la ACP, la AAP y el laboratorio Pfizer.
Al trabajo inicial del equipo argentino de la AAP y la AAFE –integrado por Catalina Obarrio, Martina Sobrero, Ana Clara Venancio, Marcos Yovino y Marianela Suárez– se sumó un panel de referentes regionales. Son Córdoba, de la ACP; José Ordoñez Manchengo, presidente de la Asociación Ecuatoriana de Psiquiatría; Mirna Santos, presidenta de la Asociación Psiquiátrica de Guatemala, y Roberto Sunkel, jefe del Servicio de Psicogeriatría del Instituto Nacional de Geriatría de Chile.
“El trastorno o enfermedad mental no es culpa de la persona ni de sus familiares –aclaran en el manual–. Al igual que otros problemas, es producto de un conjunto de factores tanto biológicos como psicológicos y sociales”. Por esto, los profesionales aconsejan no caer en estereotipos de género ni por edades y evitar hablar de padecimiento mental o psíquico porque “suele referirse al sufrimiento que se asocia a la pérdida de salud y puede o no acompañar a los trastornos y enfermedades mentales”.
A la vez, desaconsejan usar términos como “padece”, “es víctima de” o “sufre de” porque eso deja a los pacientes en “una posición pasiva negativa” con respecto de su salud cuando las afecciones de la psiquis “no son impedimento para llevar una vida plena con los apoyos y el tratamiento necesarios”, según explicaron los autores durante la presentación.
Hablar de enfermo mental, trastornado, loco o demente es “descalificatorio y peyorativo” hacia una persona con problemas de salud mental, de acuerdo con los autores. Lo mismo aplican al calificar a un individuo por un diagnóstico: esquizofrénico, bipolar, psicótico, por ejemplo.
La lista
Entre los mitos más prevalentes que identificaron aparecen:
Tratar los temas de salud mental como hechos infrecuentes, ocasionales o aislados. Los especialistas recuerdan que los problemas mentales afectan al 25% de la población, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud.
Hablar de las personas con diagnósticos de salud mental como violentas, peligrosas o imprevisibles. Las personas con un trastorno mental no son más violentas que el resto de la sociedad y, según aclararon Corral y Gargoloff, suelen ser con más frecuencia víctimas de violencia. “En tratamiento, es prácticamente imposible que ocurran hechos violentos en las personas con trastorno mental grave, como ocurriría con otra enfermedad física”, indicó el fundador de la AAFE.
Considerar que las personas con enfermedades mentales están incapacitadas, que los trastornos mentales son incurables y que impiden tener una vida plena. Con un tratamiento adecuado, además de un entorno social y familiar favorables, pueden superar las limitaciones parciales y transitoria del trastorno mental que padecen como para trabajar, mantener adecuadas relaciones sociales, vivir en familia y cuidar a sus hijos, entre otras actividades.
Usar la palabra esquizofrénico o bipolar para referirse a la personalidad múltiple. La esquizofrenia y el trastorno bipolar no son trastornos de la personalidad.
Tratar a las personas con problemas de salud mental con compasión, sobreprotección y paternalismo. La mayoría es capaz de participar activamente y disfrutar como cualquier otra persona en la comunidad, el trabajo, las actividades educativas y recreativas de todo tipo. Es el estigma social y el de la propia persona con enfermedad mental lo que la limita muchas veces a acceder a esos espacios.
Asociar los trastornos mentales a la discapacidad intelectual. Esto es incorrecto porque no suponen ni tienen por qué estar asociados con una discapacidad.
Asumir que las personas con enfermedades mentales son incompetentes para tomar decisiones sobre su tratamiento y su vida, merecen desconfianza o deben permanecer encerradas. Además de ir en contra de la dignidad humana, estas etiquetas sociales generan emociones negativas, como miedo y rechazo. La educación, para los autores de las guías, ayuda a contrarrestarlas.
“Existe desinformación sobre los trastornos mentales y estigma por estereotipos o prejuicios que todavía se traducen en discriminación. Eso se asocia con la baja prioridad que se le está asignando a las enfermedades mentales, lo que lleva al bajo presupuesto atribuido a la atención de la salud mental –explicó Gargoloff–. Todo esto sostiene un déficit en la solución de los problemas para los pacientes y el acceso a la atención oportuna, sin barreras, versus la salud general”.
Se estima que el 12,5% de los problemas de salud que recibe el sistema sanitario son mentales, según indicaron los especialistas durante la reunión en Cartagena.