Las misas poco convencionales que desaprueba el papa Francisco (y que cada vez atraen a más feligreses)

La familia Augustin, que recientemente comenzó a asistir a misa en latín en el Santuario de San José, cena en su casa en Sterling Heights, Míchigan, el 26 de octubre de 2022. (Nick Hagen/The New York Times)
La familia Augustin, que recientemente comenzó a asistir a misa en latín en el Santuario de San José, cena en su casa en Sterling Heights, Míchigan, el 26 de octubre de 2022. (Nick Hagen/The New York Times)

DETROIT — Los ocho hijos de Eric Agustin solían llamar al primer día de la semana “el domingo de fiesta”. La familia se levantaba, acudía a una misa matutina corta en la parroquia católica cercana y luego se regresaban a casa para comer y pasar la tarde relajados viendo partidos de fútbol americano.

Pero este verano, la familia hizo un “cambio drástico”, como dijo uno de sus hijos adolescentes una tarde de domingo afuera del Santuario de San José, la nueva parroquia de la familia. En San José, la liturgia es ornamentada, coreografiada con precisión y completamente en latín. La familia conduce una hora de ida y vuelta para asistir a un servicio que comienza a las 11 de la mañana y puede durar casi dos horas.

La misa tradicional en latín, una antigua forma de culto católico que el papa Francisco ha tratado de desalentar, está teniendo un resurgimiento en Estados Unidos. Resulta atractiva para una combinación de tradicionalistas estéticos, familias jóvenes, nuevos conversos y críticos de Francisco. Y su resurgimiento, impulsado por los años de la pandemia, forma parte de una creciente corriente de derecha dentro del cristianismo estadounidense en su conjunto.

Mentalidad tradicional

La misa ha desencadenado una extensa batalla en la Iglesia estadounidense que en el fondo no se trata solo de los cantos y las oraciones, sino también del futuro del catolicismo y su papel en la cultura y la política.

Los adeptos a la misa en latín tienden a ser socialmente conservadores y de mentalidad tradicional. Algunos, como la familia Agustín, se sienten atraídos por la belleza y el simbolismo de la misa y por lo que describen como una forma de culto más reverente.

Debido a la nueva retórica de la derecha dura y la comunidad que han encontrado en algunas comunidades católicas en línea, otros también se han sentido atraídos por la forma antigua. Consideran que el intento del papa de frenar la antigua misa en latín es un ejemplo de los peligros de un mundo que se está desvinculando de los valores religiosos occidentales.

La misa tradicional en latín, también conocida como la “forma extraordinaria”, se celebró durante siglos hasta las transformaciones del Concilio Vaticano II en la década de 1960, que pretendían en parte hacer el rito más accesible. Después del concilio, la misa podía celebrarse en cualquier idioma, la música contemporánea entró en muchas parroquias y los sacerdotes dejaron de darle la espalda a los fieles.

Pero la misa en latín, con toda su formalidad y misterio, nunca desapareció por completo. Aunque representa una fracción de las misas que se celebran en las 17.000 parroquias católicas de Estados Unidos, está en auge.

Al parecer, en Estados Unidos hay al menos 600 lugares que ofrecen la misa tradicional, el mayor número de todos los países. Más de 400 lugares la ofrecen cada domingo, según un directorio en línea.

Este crecimiento se produce mientras Francisco ha tomado medidas enérgicas, imponiendo límites nuevos y estrictos al rito el año pasado. Su predecesor inmediato, el papa Benedicto XVI, había ampliado el acceso a la misa antigua, pero Francisco ha dicho que es una fuente de división en la Iglesia y que se asocia demasiado a menudo con un rechazo más amplio de los objetivos del Concilio Vaticano II.

Por un lado, la división sobre la misa antigua representa un choque de prioridades y luchas de poder en el liderazgo de la Iglesia. Pero entre la congregación y las parroquias es más complicado. Muchos católicos dicen que se sienten atraídos a esta misa por razones espirituales, reforzadas por preferencias estéticas y litúrgicas más que por el partidismo.

“Hay una reverencia a otro nivel”, dijo Agustin sobre la misa en el Santuario de San José.

Decenas de familias grandes y jóvenes han acudido al Santuario de San José desde que comenzó a ofrecer la misa tradicional en latín con regularidad en 2016. Este recinto es una parroquia de origen alemán, con un edificio del siglo XIX, que antes tenía dificultades para pagar la luz, y que ahora está repleta de gente, incluidas muchas parejas con cinco o más hijos.

Interior del Santuario de San José durante una misa en latín, que ahora se celebra tres veces los domingos por la mañana y dos veces la mayoría de los días de la semana, en Detroit, el 2 de octubre de 2022. (Nick Hagen/The New York Times)
Interior del Santuario de San José durante una misa en latín, que ahora se celebra tres veces los domingos por la mañana y dos veces la mayoría de los días de la semana, en Detroit, el 2 de octubre de 2022. (Nick Hagen/The New York Times)

La misa solemne de los domingos comienza con agua bendita que se rocía por el pasillo y con volutas de incienso y el sonido de las campanas, un órgano tubular y cantos gregorianos. Los hombres suelen llevar traje y corbata y la mayoría de las mujeres llevan falda y velos de encaje en la cabeza, este último un signo tradicional de humildad y feminidad. Los domingos es difícil encontrar estacionamiento en los alrededores.

"Crecimiento exponencial"

“Aquí no pasa nada excepcional”, refuta el reverendo canónigo J.B. Commins, de 33 años, que vive en el edificio de ladrillo al lado de la iglesia donde se encuentra la rectoría. “En otros lugares donde se celebra la misa tradicional, el crecimiento es exponencial”, agregó.

Interesados en las exigencias de una experiencia religiosa intensa, muchos partidarios de la misa en latín buscan un retorno no solo a los antiguos rituales, sino a los antiguos valores sociales y roles de género. Aquí, lo arcano y lo riguroso no son barreras para la accesibilidad, sino atractivos que vinculan a los creyentes con una larga historia de claridad espiritual, que ven como un fuerte contraste con la iglesia moderna.

La pandemia aceleró la división, ya que las parroquias convencionales en general se mantuvieron cerradas más tiempo, lo cual motivó a algunos católicos a buscar nuevas parroquias. Muchos asistentes dicen que descubrieron tradicionalistas influentes y conductores de pódcasts que los llevaron a la misa antigua.

Aunque los católicos en su conjunto son un grupo políticamente diverso en Estados Unidos, los asistentes frecuentes a misa tienden a ser más conservadores: según el Centro de Investigaciones Pew, el 63 por ciento de los católicos que asisten a misa al menos una vez al mes apoyaron a Donald Trump en las elecciones presidenciales de 2020, en comparación con el 53 por ciento de los asistentes menos frecuentes. Las encuestas informales han descubierto que los asistentes a la misa en latín no solo asisten a misa con más frecuencia, sino que, casi de manera generalizada, tienen opiniones conservadoras sobre temas como el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Un domingo a principios de octubre, antes de la misa de las 11 a. m. en San José, a la que asistieron alrededor de 300 personas, Commins leyó un anuncio del arzobispo Allen Vigneron de Detroit, que instaba a los católicos a “actuar” para derrotar una enmienda electoral que consagraría el derecho al aborto en la constitución del estado (poco después, el electorado estatal aprobó la medida).

Los conservadores políticos y teológicos consideran que la restricción que Francisco impuso a la misa tradicional en latín es un desprecio preocupante por la ortodoxia en general.

Desde que Francisco se volvió papa en 2013, ha hecho hincapié en la inclusión y ha intentado suavizar el enfoque de la Iglesia en puntos conflictivos como el aborto y la homosexualidad. También ha publicado una importante encíclica sobre el cuidado del medioambiente; ha rezado por los inmigrantes en la frontera entre Estados Unidos y México y ha nombrado a mujeres para desempeñar funciones históricamente importantes para el funcionamiento de la Iglesia.

Indignados

El documento “Traditionis Custodes” que dio a conocer el papa Francisco en 2021 y es comparable a una orden ejecutiva, limitó dónde y cuándo se puede celebrar la misa antigua. Y este verano, indignó aún más a los tradicionalistas con un nuevo documento en el que dejaba claro que las tensiones en torno a la misa son más que una cuestión de gustos.

“No veo cómo es posible decir que se reconoce la validez del Concilio (aunque me sorprende que un católico tenga la presunción de no hacerlo) y al mismo tiempo no aceptar la reforma litúrgica”, escribió.

La mano dura ayudó a alimentar lo que algunos llaman “las guerras por la liturgia”.

“Está en juego toda una visión de la Iglesia y de lo que significa ser cristiano y católico”, dijo John Baldovin, sacerdote y profesor de la Escuela de Teología y Ministerio del Boston College, que ha escrito a menudo sobre cuestiones litúrgicas. “No se puede decir que se trata solo de una misa bonita”, afirmó.

El conflicto es particularmente fuerte en Estados Unidos, donde los conservadores dominan la conferencia de obispos y los críticos de alto perfil y los medios de comunicación suelen desafiar el liderazgo de Francisco.

Este otoño, en una conferencia en Pittsburgh, los críticos católicos de Francisco dieron a conocer tres “artículos de resistencia” contra el Vaticano y su actual liderazgo. Su principal objeción era hacia “Traditionis Custodes”, que llamaron un acto de “discriminación religiosa en contra de los católicos tradicionales”.

Algunos obispos, incluidos los de Chicago y Washington, redujeron de manera drástica la disponibilidad de la misa tradicional en latín este año.

En Detroit, Vigneron ha permitido que la misa en latín prospere sin limitaciones.

En la Antigua Santa María, una parroquia del siglo XIX en el turístico Barrio Griego de la ciudad, cerca de 150 personas se reunieron en octubre para la misa mensual en latín, que se acompaña de un coro gregoriano.

Los feligreses se arrodillaron, se levantaron, se persignaron y murmuraron oraciones. El incienso se esparcía por la amplia y poco iluminada sala. Cuando llegó el momento de recibir la Eucaristía, se dirigieron en silencio hacia delante y se arrodillaron, con el rostro ligeramente inclinado hacia arriba.

“Corpus Dómini nostri Jesu Christi custódiat ánimam tuam in vitam ætérnam. Amen”, oraban los sacerdotes mientras colocaban la delgada hostia en la lengua de quienes acudieron a comulgar. El Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo guarde tu alma para la vida eternag. Amén.

La misa en latín “congrega a los verdaderos católicos”, afirmó Kristin Kopy, de 41 años, al terminar la misa.

El marido de Kopy trabaja en Church Militant, un sitio multimedia de extrema derecha que está en contra de la homosexualidad, las restricciones por la pandemia y el papa Franciso.

Kopy sostenía a su hija de dos semanas, Philomena, mientras sus hijos mayores jugaban cerca. Ella y su marido han estado asistiendo a la misa en latín durante los últimos seis años. Sentían que les faltaba algo en sus experiencias de la nueva liturgia que ahora han encontrado en la antigua.

“No hablo latín”, dijo. “Pero siento una mayor conexión con Dios”, aseveró.

© 2022 The New York Times Company

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