En mis visitas a Ucrania e Israel, vi miedo pero también esperanza

Afortunadamente, muchos de nosotros la mayor parte del tiempo podemos elegir entre el miedo y la esperanza.

La rapidez con la que oscila el péndulo entre la esperanza y el miedo me quedó más clara tras visitar dos zonas de guerra al inicio de un conflicto: Ucrania hace 18 meses e Israel el pasado mes de octubre.

Las zonas de guerra están cargadas de miedo. Cuando el riesgo de perder la vida es inminente, el miedo domina. Al experimentar la guerra de primera mano en un intento de ayudar, conocí a demasiados civiles inocentes que fueron arrojados, en contra de su voluntad, a una realidad de violencia, destrucción y pérdida. La guerra fue infligida a sus comunidades en un intento de asolar los cimientos mismos de sus vidas.

El ciclo del miedo comienza con la violencia (verbal o física, o ambas) destinada a encender el caos, la división y el odio. Y, como una enfermedad infecciosa, el miedo es contagioso. La gente absorbe el miedo, lo interioriza y lo transmite a los demás. El miedo adopta muchas formas, como el odio y la ira, emociones negativas que pueden desembocar rápidamente en manifestaciones destructivas, como la venganza, que luego alimentan aún más el miedo.

Pero hay esperanza. Aunque tanto en Ucrania como en Israel presencié grandes dosis de miedo, también había señales de esperanza. Me animó conocer a personas de gran corazón que se negaban a ceder ante el miedo. Su “arma” de esperanza contra los males del miedo era la entrega desinteresada.

Fue notable experimentar cómo la gente buena se dedicaba casi instantáneamente a dar, lo que desarmaba sus propios miedos y ayudaba a contener el miedo de los demás a su alrededor.

En medio del dolor y la pérdida, he visto a gente corriente –maestros, conductores de autobús, médicos, cocineros, jardineros, jubilados– dedicar su tiempo, su mejor energía y sus recursos, a veces escasos, a ayudar a los demás como podían.

Sus actos de bondad organizados o aleatorios, originados en una mentalidad de abundancia, crearon confort y seguridad psicológica, infundiendo confianza entre quienes resultaron heridos y/o cayeron en el pesimismo y el miedo. El miedo se propaga rápidamente, pero la esperanza también es contagiosa. La sensación de seguridad y solidaridad transformó la narrativa emocional de ira, miedo y desesperación en optimismo cauto y esperanza. Las tornas han cambiado.

Pasar tiempo con las víctimas del terrorismo me hizo pensar en los muchos seres humanos inocentes que hay al otro lado de la frontera. Rusos y palestinos también son víctimas de un ciclo de miedo. Al igual que los ucranianos y los israelíes, las vidas de rusos y palestinos inocentes se vieron sacudidas hasta la médula: en duelo por sus seres queridos, temerosos por su propia seguridad y la de quienes les rodean, aterrorizados por su futuro. El miedo no perdona a nadie, en ninguno de los bandos.

La esperanza comienza con la entrega desinteresada. Debemos encontrar el valor para ser compasivos. No podemos olvidarnos de abrir nuestros corazones y traspasar las fronteras para ayudar a los inocentes necesitados.

Dando a ambas partes la oportunidad de ayudarse mutuamente, podemos vencer el miedo y crear un círculo virtuoso de esperanza.

Empecemos por compartir historias de generosidad y esperanza en lugar de historias de sufrimiento y pérdida.

Si cada parte vislumbra la humanidad fundamental de la otra, puede que vea una imagen de sí misma en los seres humanos del otro lado de la frontera, dándose cuenta de que ambas partes son víctimas del mismo círculo vicioso del miedo. Y para romperlo de una vez por todas, tendrían que cruzar valientemente la frontera, hacer el bien por hacer el bien, aplicando el mismo apoyo y empatía que están proporcionando a su propia gente.

Cuando esto empiece a extenderse, el péndulo empezará a oscilar de nuevo del miedo a la esperanza.

Ron Gutman es un emprendedor de tecnología sanitaria y filántropo con sede en Miami. Dirige Intrivo, una empresa global de tecnología sanitaria, y On/Go for\Good, una fundación benéfica.

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