A mil kilómetros del frente, el pueblo de Sokolia siente el embate de la guerra

Sokolia (Ucrania), 6 sep (EFE). - A un millar de kilómetros del frente y solo a diez de la frontera con Polonia, la localidad de Sokolia, en la región de Leópolis, acusa los efectos de la guerra y sus habitantes luchan en el Ejército, apoyan a los compatriotas desplazados internos y se preparan para otro invierno difícil.

Rodeada de bosques, lagos y pintorescos prados y menos de mil habitantes, Sokolia es un destino ideal de vacaciones y muchos vecinos solían albergar en verano a sus nietos procedentes de Leópolis, pero ahora está mucho más vacía, al haber buscado muchos ucranianos refugio en el extranjero.

El checkpoint improvisado por los residentes en los primeros días de la invasión, cuando los tanques rusos recorrían Ucrania, ha desaparecido, pero aún así los rastros de la guerra están por doquier.

Así, están en marcha los preparativos para otro invierno de masivos ataques rusos con drones y misiles contra la infraestructura energética, en tiempos de incertidumbre económica.

Igor Kachmar, de 64 años, está instalando una estufa de leña en su casa, en la que, como en muchos otros hogares, hay apiladas hileras de leños, en un intento de multiplicar los recursos para calentarse en invierno.

"Nadie sabe si habrá suficiente gas de calefacción o cómo de caro va a ser", declara a EFE.

Sin embargo, lo que más preocupa a Kachmar es el riesgo de acabar acostumbrándose a las continuas muertes.

"En cada pueblo hay una o dos tumbas recientes de jóvenes soldados. Se ha convertido en parte de nuestras vidas ahora, pero tenemos que gritarlo para que el mundo nos escuche", lamenta.

El sobrino de su mujer, Igor, cayó en combate en la región de Lugansk (este) hace más de un año, pero su cuerpo todavía no ha sido recobrado.

Kachmar señala que debería haber un mayor sentimiento de urgencia a nivel mundial con respecto a detener el "genocidio" que según dice está ocurriendo "en el medio de europa en el siglo XXI".

La invasión rusa ha resucitado dolorosos recuerdos del pasado, y Kachmar dice que ahora entiende mejor la aversión que sentía por Rusia su padre, que fue deportado de su hogar en la década de 1940 por el régimen soviético.

Los libros de historia locales están llenos de los nombres de los miembros de la resistencia que murieron al intentar crear un estado ucraniano independiente después de que la región fuera incorporada a la Unión Soviética en 1939.

En un bosque cercano, un monumento recuerda a 21 jóvenes hombres y mujeres ejecutados allí en un solo día de 1944.

"Esta agresión contra Ucrania no es nada nuevo. Rusia sencillamente está mostrando ahora su verdadero rostro", dice Kachmar.

Unos 35 vecinos de Sokolia y de la vecina Arlamivska Volia, una población de unos 2.000 habitantes, se han unido como voluntarios o han sido reclutados para el Ejército, explica la alcaldesa Nadia Stetsina.

Algunos han regresado, heridos, mientras que tres de ellos están enterrados en Arlamisvska Volia.

Stetsina recuerda ver un incendio en el campo de entrenamiento militar de Yavoriv, a unos 30 kilómetros de distancia, que fue atacado por misiles rusos en marzo de 2022.

Pensaba que su hijo se encontraba allí y sólo se enteró más tarde de que había abandonado el campo horas antes del ataque. "Pasé mucho miedo", relata.

Aunque algunos vecinos han buscado seguridad en el extranjero, el pueblo ha acogido a 120 desplazados en la escuela y en edificios vacíos.

Iryna y sus tres hijos huyeron de sus hogares cerca de la frontera rusa, en la región de Chernígov (noreste). Después de que un misil matara allí a siete personas el mes pasado, decidieron no volver por el momento.

"No podemos planear nada. Sólo podemos regresar si es completamente seguro. Y nadie sabe cuándo será eso", dice a EFE, mientras su marido apila leña.

Los vecinos esperan que los países de la OTAN, a apenas 10 kilómetros de distancia, aceleren el envío de armas para ayudar a expulsar a las tropas rusas y reducir el horrible coste de la guerra.

"Es muy difícil pero no nos queda otro remedio que seguir", afirma Stetsina sonriendo con tristeza.

Rostyslav Averchuk

(c) Agencia EFE