"La migración es un acto de sobrevivencia"
JUCHITÁN, Oax., abril 17 (EL UNIVERSAL).- La migración es la escuela para la sobrevivencia. Caminando se aprende a vivir en medio del hambre y de la sed, sin dormir, bajo el frío o el calor, la recompensa vendrá después, comenta Magda, tras acomodar a su pequeña de año y medio de edad sobre un cartón, en el piso de lo que fue el Centro de Movilidad Migratorio (CMM).
Ella es una joven madre venezolana que viaja con su pareja, Rodolfo, con la esperanza de llegar a Estados Unidos, pero por ahora, confiesa, desearía caminar libremente por México, sin las angustias que significa una estancia ilegal: "No le hacemos daño a nadie", asegura.
Magda no es la única mujer del Viacrucis del Migrante que viaja con sus hijos. Son decenas. Algunas son madres solteras y todas buscan la forma de proteger a sus menores de las inclemencias del tiempo.
Una familia de Colombia modificó una carriola, le adaptaron unos pequeños palos, arriba tendieron una sábana y listo. El papá empuja por ratos y luego la madre, así avanzan sobre la carretera Panamericana, con un bote de un litro de agua colgando del hombro. Para ellos, la carretera no tiene fin, pero dicen que algún día el sufrimiento terminará.
Otra familia de Venezuela convirtió en cama rodante un triciclo, al que llenaron de cartón, cobijas y almohadas, donde duerme su hijo.
El director del Centro de Dignificación Humana, Luis Rey García Villagrán, narra que en el Viacrucis del Migrante viajan unos 500 menores de edad. Las autoridades migratorias estiman que son como 300 niños. De todas formas, 500 o 300, comenta Manuel, un venezolano que va solo, son criaturas indefensas que merecen una mejor vida.
¿Dónde compraron las carriolas, los triciclos y las bicicletas?, se les pregunta.
"Nos los regalaron. Unos en Tapachula y otros en el trayecto. La gente del pueblo de México es muy buena, cuenta Magda, mientras los menores del grupo van aprendiendo por este camino que la migración es un acto de sobrevivencia.