“Miedo come todo… sueños al vuelo”, un espectáculo que sorprende y enamora

“Miedo come todo… sueños al vuelo”, es una producción de la compañía mexicana de danza contemporánea Flores Teatro Danza que, con la gestión de gira de IMAGINART, ofreció una sola función en Miami como parte del ZunZún Children’s Fest que cada año organiza FUNDarte y que en esta oportunidad se llevó a cabo del 1 al 13 de octubre.

La puesta en escena de danza teatro y teatro físico -premio a la mejor obra para público infantil y mejor actor en la XXXVIII Muestra Estatal de Teatro Rafael Solana en Tampico, Tamaulipas (México)- se presentó la noche del sábado 7 en el Miami-Dade County Auditorium. La danza teatro encuentra su definición en el humanismo de la visión del mundo de su creador. En el teatro físico, el medio fundamental de expresión es el cuerpo.

El On.Stage Black Box del coliseo de la calle Flagler, un espacio íntimo para unos 250 espectadores al que usted entra por la parte de atrás del teatro, estaba abarrotado por un público entusiasta y participativo dispuesto a entregarse al disfrute y “Miedo come todo…” superó todas las expectativas.

Fernando Leija Flores en lo alto de la torre de cubos de madera de “Miedo come todo… sueños al vuelo”.
Fernando Leija Flores en lo alto de la torre de cubos de madera de “Miedo come todo… sueños al vuelo”.

Este es un espectáculo unipersonal que no hace ostentación de sus virtudes, donde el carismático Fernando Leija Flores, que también lo dirige, interpreta un personaje sin nombre, que apenas habla, cuya tarea es enfrentarse y vencer al miedo que sentimos ante lo desconocido.

El resultado, es un show muy divertido del cual se enamora sin remedio todo aquel que no haya olvidado ser niño, porque Leija Flores es una presencia escénica de inefable calidez que te abraza con su sonrisa y te acaricia con la mirada, haciéndote sentir correspondido. Para los que creen haber dejado atrás su infancia, “Miedo come todo…” les tiene reservado más de una sorpresa.

Es imposible describir lo que pasa en “Miedo como todo…” sin prestarle especial atención también a su música.

El universo sonoro de Ariel Guzik acompaña al personaje al inicio, cuando descubre una torre de cubos de madera (¿LEGO?) que le intriga y asusta. Una vez que ha conquistado la cima de la torre y se siente seguro, al grito de “¡quiero volar!’ le da entrada a la música de la obertura de “Las bodas de Fígaro” de Wolfgang Amadeus Mozart y se proyecta como el director de orquesta de su destino. Al terminar la escena, el público aplaude.

Fernando Leija Flores y el globo rojo de “Miedo come todo… sueños al vuelo”.
Fernando Leija Flores y el globo rojo de “Miedo come todo… sueños al vuelo”.

Mientras que la mayoría de las puestas en escena se organizan según las escenas indicadas por el autor del texto en que están basadas, en este caso, la estructura dramática está determinada por la interacción del personaje con cada cubo.

Como director, Leija Flores parece decirnos que los cubos no son otra cosa que ‘molinos de viento’ para nuestros pequeños y la lección moral de “Miedo como todo…” es que la vida es un llamado al desafío. “Se hace camino al andar”, diría Antonio Machado.

Así las cosas, cuando el corazón se le sale del pecho al personaje, este se transforma en los pétalos de una flor y se escucha el “Jardín de las Hadas” de Nino Rota. En la escena siguiente, ahora con un enorme globo rojo metamorfoseado en pareja de baile -con un rostro cuya nariz es el nudo que le impide desinflarse- escuchamos “Roma” de Marcello Arioli en versión instrumental.

Fernando Leija Flores le muestra al público el letrero que antes había ignorado en “Miedo come todo… sueños al vuelo”.
Fernando Leija Flores le muestra al público el letrero que antes había ignorado en “Miedo come todo… sueños al vuelo”.

El globo es lanzado al público y va de un espectador a otro. La música se detiene cuando el globo explota -el desenlace más temido pero inevitable- y Fernando, que al llegar a este punto ya reconocemos como nuestro amigo y podemos tutear, cae al piso.

Fernando se entrega entonces a la tarea de seguir descubriendo el contenido de los cubos y levanta la tapa siguiente, que lleva escrito “Cuidado No Entrar”. Los niños intentan alertarle sobre el mensaje pero él no hace caso y se lanza de cabeza.

Lo primero que saca del cubo es una esfera pequeña que nos ubica en el salón de baile de una discoteca y cuando sale por completo, lo vemos portando una máscara con plumas y una maraca que utiliza como micrófono. Escuchamos el “Todo es Mentira” de Pascal Comelade y Albert Plá. Los niños están coreando la canción y él grita “¡Todo es una mentira!”. Sin pausa alguna, es el turno del “Modern Love” de David Bowie, que Fernando igualmente juega a interpretar, ahora como “divo” rockero.

Fernando Leija Flores, jugando a interpretar la canción “Todo es Mentira” de Pascal Comelade y Albert Plá en “Miedo come todo… sueños al vuelo”.
Fernando Leija Flores, jugando a interpretar la canción “Todo es Mentira” de Pascal Comelade y Albert Plá en “Miedo come todo… sueños al vuelo”.

¿Quién no ha usado alguna vez una pieza extraída del armario de papá o mamá? ¿Hay alguien que no se haya divertido imitando el estilo de un cantante de moda interpretando una canción en un idioma que no entiende? De pequeños, ambas cosas son graciosas. Ya crecidos, no tanto… pero esa es otra historia.

El micrófono parece cobrar vida propia. La canción se interrumpe, Fernando corre a la torre de cubos, y solo ahora descubre lo que decía la tapa. A continuación, mitad de su cuerpo atrapada en un cubo enamoradizo con “ojos”, se mueve al ritmo de “La Vie en Rose” de Louiguy y Edith Piaff, interpretada por Louis Armstrong.

Todo en “Miedo come todo...” está coreografiado al detalle, pero este parece ser el momento en que Fernando va a mostrar sus dotes como bailarín profesional. Para sorpresa de los presentes, nos regala una movida tipo Meryl Streep en “Florence Foster Jenkins”, bailando como si no supiera hacerlo de verdad, a la manera de un niño que solo ha visto bailar a otros.

Nos acercamos al final, y llega entonces una secuencia donde Fernando manipula un cubo “que sonríe” y eructa, mientras escuchamos a Gaetano Veloso musitando “Gelsomina” de Nino Rota, el hermoso tema musical del personaje de Giulietta Masina en “La Strada”, una de las obras maestras de Federico Fellini.

El cubo “que sonríe” y aparenta musitar una canción de Nino Rota en “Miedo come todo… sueños al vuelo”.
El cubo “que sonríe” y aparenta musitar una canción de Nino Rota en “Miedo come todo… sueños al vuelo”.

¿Qué papá o mamá no se ha regocijado alguna vez con el sonido encantador del eructo de su bebé interrumpiendo el tarareo de la canción con la que intentan hacerle conciliar el sueño?

Hacer de esta situación el punto culminante de “Miedo Come todo…” es una solución enternecedora y un milagro que invita al aplauso amoroso que brota con gentileza al oscurecerse la sala. “Amor con amor se paga”, proclamaría José Martí.

Las luces de Henry Torres Blanco -excelentes en todo momento- regresan apenas en la forma de un destello que proviene de un lejano faro costeño. Se escucha el sonido de las olas del mar mezclado al de la bocina de niebla de una embarcación, el graznido premonitorio de las gaviotas en vuelo y la música de Pascal Comelade.

Descubrimos entonces que “Miedo Come todo…” tiene un epílogo y este muestra a nuestro pequeño Quijote navegando, sin miedo alguno, hacia la próxima torre de cubos que parece haber vislumbrado en la distancia.

Ahora sí, la ovación de pie no se hace esperar.

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