México y sus campeonatos sub-17 que nunca tuvieron utilidad real. Puras ilusiones

México creyó que por ser campeón a nivel infantil podía hacer lo mismo a nivel mayor. Fue una decepción que se repitió sin aprender la lección.

México tiene dos títulos sub-17 y dos subcampeonatos. (Foto: Jeff Mitchell - FIFA/FIFA via Getty Images)
México tiene dos títulos sub-17 y dos subcampeonatos. (Foto: Jeff Mitchell - FIFA/FIFA via Getty Images)

En el Mundial sub-17 de Perú 2005, México alcanzó un hito que sólo era posible en los videojuegos: ser campeón del mundo en futbol. El logro se dio a nivel infantil, como se considera a esta división, pero parecía anidar un porvenir optimista: el talento existía en el país, únicamente era cuestión de saber encauzarlo. Es decir, si había pasado a nivel infantil, podía pasar, algún día, a nivel mayor. El error y la desilusión no pudieron ser más grandes.

A casi 18 años de aquella noche mágica en la que el Tri venció 3.0 a Brasil, la realidad habla por sí sola: fueron escasos los jugadores que figuraron como profesionales. Carlos Vela, Giovani Dos Santos y Héctor Moreno —y de todos se esperó más de lo que dieron—. Alguno tuvo una carrera longeva y cumplidora, como Adrián Aldrete. El resto quedó condenado al olvido. El error de apreciación, sin embargo, volvió a repetirse seis años más tarde, cuando México ganó otra vez el Mundial sub-17.

Y ese logro, de la mano de Raúl Potro Gutiérrez, fue todavía más emocionante que el antecedente de Lima. Basta recordar que el torneo se jugó en suelo nacional, que la final fue emotiva hasta la médula en el Estadio Azteca y que, en Semifinales, Julio La Momia Gómez ejecutó una conmovedora chilena con la cabeza rota para darle el triunfo a México sobre Alemania. Otra vez las expectativas volaron hasta las nubes, sin tomar en cuenta lo más importante de esta clase de campeonatos: son formativos. No son un fin, sino un camino.

Ahora Gutiérrez, que terminó a comienzos de año su gestión como entrenador de Cruz Azul, se lamenta porque México haya dejado de ser una potencia en la categoría sub-17 —con él, México alcanzó otra final en 2013, pero la perdieron ante Nigeria—. "Desgraciadamente, esa parte se vio minimizada sobre todo de cuatro años para acá. Uno piensa que cuando algo funciona, simplemente debes mejorarlo. Y ahí es donde perdimos esa continuidad. El último buen resultado fue con Chima Ruiz, un subcampeonato (2019, ante Brasil). Esa parte ya se tenía manejada para tener una ruta de trabajo. Hoy hay que volver a recuperarla. Ser una potencia requiere de una continua aparición. Hoy México tiene que retomar prestigio", expresó el director técnico en entrevista con ESPN.

Es un hecho que México ha perdido prestigio en la categoría. Aún así, sigue siendo el vigente subcampeón del Mundo, pues la edición de 2021 no se jugó. Hará su debut en el Mundial Indonesia 2023 el próximo 12 de noviembre enfrenando a Alemania. El grupo lo completan Venezuela y Nueva Zelanda. Justamente ese subcampeonato de 2019 sirve para retomar los ejemplos de las promesas fallidas: no hay un solo jugador de ese equipo que se haya consolidado en Primera División a cuatro años de distancia, por más que existían prospectos interesantes: Santiago Muñoz, Emilio Lara, Efraín Álvarez o Eugenio Pizzuto.

Las grandes potencias del futbol no le dan importancia a esta categoría —de hecho también son diversas selecciones las que no ponderan los Juegos Olímpicos, aunque ahí sí hay mayor nivel—. Y se cuentan con los dedos de la mano las figuras reales que, pasados los años, juegan cada edición de este torneo (los hay, sí, pero ser figura en un sub-17 no es garantía de trascender en el futbol mayor). Eso es lo que ha hecho falta entender todos estos años.

México llegó a tocar el cielo, pero era apenas una parte del proceso. Sus jóvenes estrellas no brillaron después, y eso tiene muchos factores que explican la decepción. Pero, entre tantos, como el conformismo personal o la falta de oportunidades, también está la falsa expectativa generada por un torneo que, de nuevo, es infantil. Ahí estuvo el problema de origen: crearse falsas ilusiones vestidas de realidad pasajera.

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