México, el país que se siente tocado por Dios por la nueva planta de Elon Musk en Nuevo León

Elon Musk en Washington, en enero pasado. (REUTERS/Jonathan Ernst)
Elon Musk en Washington, en enero pasado. (REUTERS/Jonathan Ernst)

Elon Musk se ha convertido en el ídolo que México siempre quiso tener. Porque nada como una planta automotriz en Nuevo León para cambiar el humor de un país, y más en Nuevo León, en donde en estos momentos su condición de inalcanzables escapa de todo pudor. Ellos han sido los elegidos por Musk, que deberá ver cómo en su Twitter le hacen, todos los días, la pregunta de los millones: ¿le va a Tigres o Rayados?

Para Samuel García, gobernador de Nuevo León, fue como conocer a Santa Claus. Porque ese ha sido el tono de sus mensajes. No actúa acorde a la investidura de un mandatario, sino como un fan: le pidió foto a Musk cuando visitó Nuevo León y no ha dejado de mostrar su júbilo eterno. Después de esto, pensará, no hay nada. Se acabó el debate sobre su capacidad para gobernar y ya nadie puede cuestionarlo.

Tesla tiene seis "gigafábricas" en todo el mundo: cuatro en Estados Unidos (Nueva York, California, Texas y Nevas), una en Alemania y otra en China. La séptima estará en México, en Nuevo León, y parece preciso decirlo cuántas veces sean necesarias porque para los regiomontanos el plan ha significado la pista definitiva de la sospecha que hace décadas han tenido: ya no son la capital del país, ahora son un punto neurálgico del mundo. Y si Elon tiene sensibilidad, deberá darle cuerda al cuento: millones ya lo adoran por hacer una inversión. Son los efectos de una época entregada a la omnipotencia del dinero deslumbrante.

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Para un enemigo de la libertad de expresión, capaz de censurar cuentas en Twitter de periodistas que no le sean afines, el festín debe ser único: anunció una inversión y los ciudadanos se le entregan como si Dios bajara del cielo a definir el juicio final. Mariana Rodríguez contó que Musk tomó fotografías a los paisajes de Monterrey y que quedó fascinada al ver que en la ciudad había un Bed, Bath and Beyond. Que una persona tan desconectada de la realidad, como Rodríguez, le dé tanto valor a eso es normal; lo preocupante son las voces del ambiente, esas que de pronto han convertido a Musk en el santo del país y que no dejan de hacer eco de lo grandioso que es Musk. Porque bueno, también hay que decirlo: si su planta no recibía aprobación del gobierno, bien por el gobierno que le pone un freno a los empresarios voraces, pero la obtuvo, entonces bien por el gobierno, que es amigo de los empresarios serios y comprometidos.

Musk tiene el respaldo de ser millonario, y por eso cualquier crítica hacia él parece un sacrilegio. Y peor todavía: todo lo que él diga adquiere la condición de verdad total. No importa si afirma que las vacaciones son malas para la salud y recomienda cloroquina para combatir el coronavirus sin tener la mínima idea de lo que habla (porque no es médico). Extrabajadores suyos se han quejado de explotación y pagos injustos, y también le han llamado vendehumo: Rodney Brooks, exdirector del Laboratorio de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial del MIT, dijo que Musk no comprendía los avances de la inteligencia artificial. Porque Elon es capaz de todo, como decir que los medios son racistas con los blancos y de ignorar selectiva y ventajosamente los comentarios racistas de Scott Adams. Pero de nuevo, si tiene dinero, ¿cómo se le puede cuestionar?, ¿cómo no va a ser el Iron Man de la vida real?

La coartada es perfecta para Musk: un país entero lo adora como el mesías que él piensa que es. Los que querían (soñaban) la planta en México no pudieron contener la emotividad cuando la noticia se hizo oficial: el primer mundo sí voltea a vernos y, por fin, tendremos algo digno de presumir —como si el valor de un país se redujera a cuántas empresas alberga y a la fama de los dueños de esas empresas—. Musk es una radiografía de la medida del éxito contemporáneo: todos tienen que ser creativos y emprendedores, todos pueden ser millonarios y exitosos, porque el dinero puede comprar hasta lo intangible, como la adoración y la dignidad de quien la pierde para ofrendarla al mesías de la nueva era.

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