El mentiroso tiene dos males: ni cree ni es creído

MADRID, SPAIN - MARCH 1:  Head coach Quique Setien of Barcelona looks on during the Spanish League football match between Real Madrid and Barcelona at the Santiago Bernabeu stadium in Madrid on March 1, 2020. (Photo by Burak Akbulut/Anadolu Agency via Getty Images)
Quique Setién durante un partido, esta temporada. (Foto Burak Akbulut/Anadolu Agency via Getty Images)

Este artículo se podría titular “El Día de la Marmota”, pero tal idea fue desechada por redundante. Al fin y al cabo, el aficionado del Barça lleva subido en una noria de emociones, falsas expectativas y realidades decepcionantes toda la temporada. Si el inicio de curso estuvo marcado por la desafortunada decisión de seguir con el desgastado proyecto de Ernesto Valverde, la segunda parte ha vivido un intento frustrado de revitalizar la campaña. Lo que se escucha en rueda de prensa por parte de Quique Setién no se plasma sobre el campo, sino que, al contrario, ambas etapas cada vez se asemejan más. Con los mismos vicios, desventajas y errores, pero con una gran diferencia: Valverde nunca intentó vender una idea cruyffista para, acto seguido, desterrarla.

Viajemos al pasado para entender el presente. Quique Setién aprovechó su presentación para lanzar un mensaje y ganarse al público. ¿Recuerdan cuando el técnico azulgrana anunció que, si tenía que morir con sus ideas, lo haría? La afirmación sirvió para abrir el pecho de los aficionados. Sin embargo, con el tiempo y las acciones del propio Setién, ha ido perdiendo valor tanto entre la plantilla como entre los aficionados.

Nada queda ya esa valentía anunciada. Ni se atisba un cambio de rumbo en un conjunto que difícilmente se podría diferenciar del del ‘Txingurri’. Más bien, como pudimos comprobar ante el Nápoles, el atrevimiento predicado a diestro y siniestro ha sido reemplazado por un conservadurismo digno de épocas pasadas. ¿Dónde queda el convencimiento de la plantilla para llevar a cabo su idea? ¿Dónde está ese control del juego con el objetivo de imponer el ritmo y dominar al rival? ¿Por qué un coloso como el Barça se ve obligado a ir a rebufo del séptimo clasificado de la Serie A sin registrar ni un solo disparo a puerta en la segunda parte?

Al traicionarse a sí mismo, Setién ha traicionado al resto que creyó en su figura para darle un vuelco a la temporada. La elección del cántabro, por modelo, necesidad y club se intuía como una oportunidad para entidad, jugadores y técnico. Sin embargo, cuantos más partidos juega el conjunto azulgrana, más aumenta la distancia entre la idea original y lo que se refleja en el terreno de juego. Un equipo sin ambición, ideas ni mecanismos y que se acaba encomendando a la figura de Leo Messi. Ante la falta de virtudes colectivas, no queda más remedio que acudir a las individualidades como las de ter Stegen, Piqué, Lenglet o de Jong.

Construir su modelo requiere tiempo y errores para afianzarlo. El Barça exige resultados inmediatos. El club debe reestructurar la columna vertebral y renovar el vestuario. Tres hechos consolidados. Tres verdades inamovibles. Tres afirmaciones que no justifican los cero minutos disputados por el mejor interior del cuadro azulgrana en los últimos meses, Riqui Puig, y por el atacante más profundo, Ansu Fati. ¿Por qué Setién dejó a ambos sin jugar el play-off de ascenso a Segunda B si no tenía intención de ponerlos en liza?. Otra de sus grandes apuestas fue la cantera, pero hasta que no se ha visto sin alternativas o contra las cuerdas, no ha optado por ella.

Leo Messi lucha por tapar la falta de pegada, profundidad y la incapacidad para controlar partidos y rivales, pero sus genialidades no llegan a esconder las mentiras de Quique Setién. Las que se repite a él mismo en bucle, las que desliza en rueda de prensa y las que envía a los aficionados culés. En pocos meses, el Barça ha pasado de ser un conjunto plano, plomizo, previsible y horizontal con el balón a un conjunto que renuncia al mismo mientras espera que Messi marque la diferencia. No era lo que nos prometieron. No era lo que dará la Copa de Europa al Barça. No era, en definitiva, lo que esperábamos de Quique Setién.

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