Meg Ryan y sus 40 años de carrera en el cine: De reina de las comedias románticas a escribir, dirigir y protagonizar su propia película
SUMMERLAND, California — Meg Ryan estaba lastimada.
Y no era metáfora. La actriz que en otra época fue la reina de las comedias románticas estaba muy adolorida después de pasar la mañana, una de muchas, desempacando y mudándose a una casa que llevaba mucho tiempo renovando en Montecito, California.
Perseverar a pesar de las punzadas dolorosas, poner orden en el pasado (en realidad, encontrar consuelo en el presente) son los furtivos subtemas de la nueva película de Ryan, “What Happens Later”, una pícara comedia romántica que ella coescribió, protagonizó y dirigió. Se trata de una película con dos personajes principales en la que actúa junto a David Duchovny y que destila las convenciones del cine y juega con una paleta emocional diferente; Ryan lucha con su propia marca cinematográfica. Es apenas su segunda incursión detrás de la cámara y la primera vez que aparece en pantalla en siete años.
No ha extrañado ser el centro de atención. “Me siento como si ya hubiera hecho el viaje, el viaje de Hollywood”, dijo mientras tomaba una sopa reconstituyente en un día nublado. “De cierta manera, ya llegué a la luna. Así que no tengo grandes ambiciones de volver a hacerlo”.
Aunque siempre ha hecho trabajo dramático, fue la comedia romántica la que le dio a Ryan el estatus de megaestrella en las décadas de 1980 y 1990: “Sintonía de amor” y “Tienes un e-mail”, ambas dirigidas por Nora Ephron, y “Cuando Harry conoció a Sally...” (escrita por Ephron y dirigida por Rob Reiner) fueron éxitos de taquilla que definieron el estilo de este tipo de películas y que siguen gustando en la actualidad. Volver al género en este momento de su carrera es seguro y valiente a la vez. Sabe seguir el ritmo y desviar la atención. (Al principio de la nueva película, el personaje de Duchovny, que busca cargar su teléfono en un aeropuerto, desconecta un anuncio publicitario digital. Un anuncio de aspecto retro de “comedia romántica” parpadea), pero Ryan, de 61 años, también puede enfrentarse a un escrutinio intenso por sus decisiones, su humor, su aspecto, su propio modo de ser.
Eso tampoco parece perturbarla. “Tardé todo este tiempo en tener algo que decir”, me dijo, y añadió: “Mi interés en esta película no tiene que ver con la percepción que Hollywood tiene de mí. No me interesa controlar ese aspecto. No creo que pueda”.
En lugar de eso, Ryan quería una historia que hiciera preguntas vulnerables y heridas: “¿Piensas en el amor de tu vida…? ¿Qué habría pasado si en algún momento lo viera o la viera, después de todo este tiempo? ¿Qué nos diríamos? ¿Nos perdonaríamos?”; pero ella quería englobarlo todo en lo que ha llamado la confección de la comedia romántica.
RYAN LLEGÓ A NUESTRO ALMUERZO vestida con ropa cómoda negra: pantalones deportivos a la altura de las pantorrillas, tenis, camiseta... ropa de estar en casa con una chaqueta gruesa encima sin mucho cuidado al detalle. Se quitó el sombrero grande de color avena y las gafas de sol redondas (estilo Diane Keaton) y buscó una mesa auxiliar tranquila, frente a la hilera de limoneros del jardín del restaurante, donde ella, en su papel de renovadora, habló con gusto sobre diseño: “Me encanta la idea del espacio y del espacio que te contiene”, señaló. “Me encantan las distintas maneras en las que puedes dirigir la luz”.
Sus pícaros rasgos andróginos (pelo rubio envidiablemente ondulado, ojos de un brillante azul laguna) se suavizaron con la edad y la típica riqueza hollywoodense. Aunque un poco reservada, seguía siendo encantadora y juguetona. Cojeaba ligeramente debido a un problema de cadera y, en lugar de tratar de disimularlo, lo incorporó a su personaje de “What Happens Later”, que lo pasa por alto con un comentario sobre su vejez y no deja que le impida bailar.
La película
En la película, que se estrena el 3 de noviembre, Bill y Willa son amantes opuestos que se separaron a los 20 años y se rencuentran a los 50 en un aeropuerto regional donde quedan atrapados por la nieve. Las bromas entre ellos comienzan. Nadie ni nada más entra en escena, excepto el tiempo, la historia personal y la voz incorpórea del locutor del aeropuerto, cuyos mensajes son cada vez más incisivos.
Según Duchovny, todo eso le dio el toque de realismo mágico que vino en su totalidad de Ryan. (Gracias a un acuerdo provisional entre SAG-AFTRA y los productores de la película, se les permite a los actores dar entrevistas durante la huelga).
Toda la producción parecía mística, sobre todo porque rodaron casi toda la película por la noche, en un aeropuerto fuera de servicio o en el Crystal Bridges Museum of American Art de Bentonville, Arkansas. “Ella hace que todo parezca muy fácil, pero eso no significa que lo sea”, aseveró Duchovny en una entrevista telefónica. “Por mucho que odiáramos el trabajo físico por las noches, había un ambiente que era bueno para crear. La vida real se desvanecía”.
Eso fue intencional: “Trabajamos todo el tiempo como si el guion fuera un sueño”, señaló Kim Gillingham, amiga de Ryan y asistente de actuación y sueños que estaba en el plató todos los días como caja de resonancia para los dos intérpretes.
Otra amiga, Sally Franson, novelista, también repasó ideas con Ryan al principio. “Ella pensaba: ¿hacia dónde puede ir la comedia romántica en 2023?”, narró Franson. “Si deslumbras” al público, “lo conduces a un periodo de gran inmersión”.
El proyecto (basado en una obra de Steven Dietz, “Shooting Star”, adaptada originalmente con Kirk Lynn) se le ocurrió a Ryan durante la pausa de la pandemia, cuando empezó a interesarle el montaje de dos personas “bajo la lupa”, como ella describe, “que se detienen y ya ves lo que sucede”. Su personaje es “new age”; el de Duchovny, impasible.
“Creo que David es muy divertido interpretando a una persona ansiosa”, narró Ryan, “por lo mucho que le molestaba todo”. Llegaron a conocerse mientras trabajaban el material durante seis meses de videollamadas. “Nunca había trabajado tanto en un guion”, dijo Duchovny. “Fue genial. Ella no paraba de retocarlo”.
La película está dedicada a Ephron, quien murió en 2012 y cuyo sello está en los diálogos y el ritmo, además de, según Ryan, su sentido del destino.
Al enterarse de que nunca había estado en la zona, me señaló un templo Vedanta con una vista en la que se aprecia la curva del océano, diseñado, según dijo, por una de las primeras arquitectas destacadas de California. “Es sorprendente”, dijo, e insistió en darme la dirección, cerca de las montañas. “A como dé lugar, tienes que ir por la colina, porque está soleado”.
Camino al éxito
RYAN CRECIÓ en Connecticut, una de cuatro hermanos, cuyo padre era profesor de matemáticas y cuya madre era ama de casa. Sus padres se separaron cuando ella era adolescente, y su madre, quien se convirtió en profesora de teatro, la ayudó a entrar en el mundo de los anuncios. A los 21 años, Ryan ya había conseguido un papel en la telenovela “As the World Turns”. Un pequeño papel en la película original de “Top Gun: Pasión y gloria” (1986) hizo que se fijaran en ella; tres años más tarde, “Cuando Harry conoció a Sally...” la convirtió en parte de la historia del cine.
Ryan tiene un hijo, el actor de 31 años Jack Quaid (“The Boys”), con su exesposo, Dennis Quaid (se divorciaron en 2001). En 2006, adoptó a su hija Daisy, que actualmente es estudiante universitaria. La crianza fue una de las razones por las que dejó de actuar.
Otra fue que, tras haber estado en los platós o en la burbuja de famosos de Los Ángeles durante años, se sentía poco desarrollada como persona. No es que no apreciara algunos aspectos de la fama. “Hay una actitud muy generosa hacia mí”, dijo, pero también se sentía como si estuviera “encorsetada”. Se mudó a Nueva York en busca de una experiencia menos filtrada: “No puedes tomar un taxi. Estás ahí de pie bajo la lluvia”. (Después de casi una década, Daisy y ella regresaron a California, para estar más cerca de Jack, en 2020).
A diferencia de la mayoría de las actrices de su generación, Ryan se había dejado guiar por mujeres cineastas, entre ellas Jane Campion (“En carne viva”). Hacía tiempo que quería escribir y le había enseñado a Ephron su primer guion. Ephron respondió con algunos comentarios positivos y también con algunas críticas, pero Ryan había estado estudiando, asistiendo al taller de escritura de guiones de Robert McKee, “convirtiéndose en una detective de cómo funcionan las historias”, comentó Franson, la novelista.
“Ithaca”, su debut como directora en 2016, era un drama sobre la mayoría de edad en la Segunda Guerra Mundial, adaptado de una novela de William Saroyan, que Ryan veía como una historia sobre cómo las comunidades ayudaban a los niños a convertirse en hombres. (La coprotagonizaron ella y su hijo).
La larga pausa entre proyectos de dirección no fue precisamente intencional, señaló. “Intentaba preparar cosas, pero no se concretaban”. La tensa economía de Hollywood es tal que incluso Meg Ryan tuvo que luchar para conseguir que se hiciera una película de Meg Ryan: “What Happens Later” tuvo un presupuesto de unos 3 millones de dólares y muchos favores cobrados. No tuvieron dinero para proyecciones de prueba; todo dependía de los instintos de Ryan.
Tras cuarenta años de carrera, encontró el camino para perfeccionarlos. Al atardecer, conduje hasta el templo que Ryan me había recomendado. A la luz dorada de California, parecía de otro mundo, cinematográficamente bello: encaramado bajo los picos de Santa Ynez y oculto en la arboleda, con una vista ininterrumpida del océano Pacífico.
Por encima del canto de los pájaros afuera, podía escuchar campanas y mujeres cantando en el interior. A Ryan le gusta ir allí, sola, y caminar en paz.
“Solo quiero sentir como avanzo entre las cosas”, concluyó.
c.2023 The New York Times Company