Matemáticos, médicos, virólogos… la importancia de saber a quién hacer caso en el coronavirus

Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, la cara más pública de la epidemia por coronavirus en España.
Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, la cara más pública de la epidemia por coronavirus en España.

Ojalá consigas todo lo que deseas multiplicado por cien. Suena como un halago pero desde los ancestrales tiempos del Rey Midas hasta el actual refrán de quieres sopa, aquí tienes tres tazas, todos sabemos que cualquier cosa en exceso, por muy buena que sea, termina siendo perjudicial. Durante décadas anhelamos una sociedad en la que la información circulara, fértil y libre, y ahora nos encontramos atragantados por la abundancia. Un inmenso superávit de opiniones, consejos, advertencias, predicciones y anuncios, que además se multiplica cuando un tema se pone de moda. En nuestros días el candente asunto del coronavirus ha puesto el listón de la confusión a una altura en la que ya se hace casi imposible saber a quién debemos atender, a qué mensajes debemos prestar atención y cuáles debemos desechar.

La lógica, en un asunto tan complejo como este, nos empuja a confiar en los científicos, parece lo más razonable. Sin embargo, y aquí llega una nueva paradoja, las últimas semanas nos han dejado claro que las materias y campos implicados en esta epidemia son tan amplios que debemos seleccionar cuidadosamente a los miles de expertos que han surgido. Matemáticos, físicos, biólogos, hasta geólogos se han animado a proporcionar información en blogs y redes sociales que, en la mayoría de los casos, lo único que aportan es a generar más confusión.

Hace tan solo unas horas, el periodista Antonio Martínez Ron escribía en la sección Next las siguientes palabras: “En las últimas horas se han viralizado varios hilos y artículos en los que se habla de un aumento exponencial inevitable de la epidemia que ignoran algunos principios básicos de la epidemiología”. Para un matemático resulta innato coger esos datos y realizar una tabla de crecimiento exponencial sin tener en cuenta otros aspectos sociales, médicos, económicos o de infraestructuras sanitarias… Cuando solo utilizas un martillo, todo se parece a un clavo, dice el refrán, y de igual manera cuando solo utilizas las matemáticas corres el riesgo de olvidar que las curvas ascendentes pueden desinflarse por cientos de motivos diferentes.

Parece que llegamos a la primera conclusión: es importante distinguir entre los propios científicos. Un investigador, incluso el mejor en su campo, conoce muy bien un área limitada del problema, por lo que resulta fundamental diferenciar entre la alarma de un epidemiólogo y la de cualquier otro médico o investigador. Este primer punto es, sin duda, el más complicado para estar bien informado porque en la actualidad contamos con grandes científicos en incontables campos, con gran renombre y fama consolidada, que se atreven a salir de su zona de conocimiento aportando más confusión y errores a un tema ya de por sí difícil.

El segundo paso, también va a resultar difícil. Incluso entre los investigadores especializados en virus existe una amplia gama de mensajes, a veces contradictorios entre sí. Durante la redacción del artículo, el periodista Antonio Martínez Ron nos explica que la aproximación al problema de un infectólogo puede diferir bastante de un epidemiólogo. Los primeros estudian cómo es o cómo se contagia un determinado virus, los segundos se centran en los mecanismos en los que se transmite entre poblaciones y qué medidas son las más adecuadas para frenar una epidemia. Del mismo modo, un medico sabe bien cómo distinguir y diagnosticar enfermedades pero sus opiniones sobre cómo frenar una epidemia o qué actuaciones se deben tomar en cada momento, son simplemente eso: opiniones, más o menos informadas, pero que deberíamos poner también en cuarentena. Un biólogo puede conocer a fondo los mecanismos de zoonosis y cómo un virus se transmite desde un murciélago hasta un ser humano, un matemático puede coger el R0 de un virus y hacer brillantes cálculos de progresiones pero olvida incluir la diversidad de los sistemas sanitarios, las acciones que los diferentes centros de control están implementando, y docenas de factores que desbaratan su parabólico castillo de naipes. Un economista puede intuir la dirección de los valores y mercados, pero debería ser más prudente a la hora de pontificar sobre acciones y medidas sanitarias que corresponden a otros expertos.

Rizando ya el rizo, incluso dentro de los propios epidemiólogos existen diferentes y fundadas conclusiones dependiendo de si trabajan sobre modelos informáticos, sobre control de epidemias o si ejercen una labor de campo. Estos son los tiempos que nos ha tocado vivir y debemos ser conscientes de ello. Queríamos información, tengan tres tazas…

“En ocasiones lo más aconsejable es apagar durante un rato el twitter”, explica Martínez-Ron, “o al menos contar hasta diez antes de propagar bulos, ser responsables y no contribuir con más ruido a la confusión general en un tema tan delicado”.

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Referencias y más información:

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