María Elvira Salazar no debería apoyar a un autoproclamado dictador como Bukele | Opinión

Como congresista cubanoamericana de Miami, María Elvira Salazar debería entender de primera mano los peligros que suponen los gobernantes autoritarios en América Latina. Muchos de sus electores huyeron de las duras dictaduras de Fidel Castro en Cuba, Nicolás Maduro en Venezuela o Daniel Ortega en Nicaragua.

Esto hace que su viaje a El Salvador el fin de semana para asistir a la segunda toma de posesión del controvertido presidente Nayib Bukele —junto con una delegación republicana alineada con el ex presidente Donald Trump— sea preocupante y desconcertante. Salazar, anticomunista acérrima y luchadora por la democracia en América Latina, sabe mejor que nadie que no debe honrar a alguien que se autodenomina “el dictador más genial del mundo”.

“Mis felicitaciones al presidente @nayibbukele por ganarse un segundo mandato para representar a su pueblo. Miami y su comunidad centroamericana tienen un socio con el que podemos trabajar desde el Congreso para aplastar con éxito a las pandillas que amenazan nuestro hemisferio. ¡Felicidades, presidente Bukele!”, escribió Salazar en Instagram el sábado.

Es igualmente desconcertante que el presidente Joe Biden enviara una delegación a la toma de posesión de Bukele, encabezada por el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas. Hace tan solo tres años, Biden le prohibió a Bukele el acceso a la Casa Blanca por sus abusos constitucionales. ¿Han cambiado los principios de la administración en el autoproclamado dictador?

Tanto la delegación demócrata como la republicana asistieron a lo que algunos salvadoreños consideran el segundo mandato ilegítimo de Bukele. Un editorial de El Faro, periódico digital de Centroamérica, decía de la toma de posesión que “Nace una dictadura”.

Eso es porque la Constitución salvadoreña prohíbe a los presidentes aspirar a segundos mandatos de cinco años, pero, en 2021, Bukele y los legisladores aliados desmantelaron el tribunal constitucional, eliminando el obstáculo para su reelección. Apuesto a que dentro de cinco años volverá a presentarse. Por supuesto, Bukele fue reelegido con el 85% de los votos.

Trump y otros republicanos han adoptado a Bukele como un aliado latinoamericano. Salazar formaba parte de un apretado grupo de partidarios de Trump que asistieron a la toma de posesión, encabezados por Donald Trump Jr. El grupo incluía al representante de la Florida Matt Gaetz, al senador de Utah Mike Lee, a la ex estrella de Fox News Tucker Carlson y las parejas de cada uno.

Trump y sus partidarios están enamorados de Bukele por su dura postura contra la delincuencia. Declaró la guerra a las pandillas violentas que se apoderan del país centroamericano, pero algunos dijeron que en ese fervor de lucha contra la delincuencia se han producido violaciones de los derechos humanos, con salvadoreños aterrizando en la cárcel arbitrariamente, basándose en su apariencia y en el lugar en donde viven. Es probable que tanto Biden como Trump vean a Bukele como un engranaje en la solución de la inmigración fronteriza estadounidense. La migración desde el país centroamericano cayó un 60% desde 2019, reportó Associated Press.

Salazar, quien fue elegida en gran medida por su postura de línea dura sobre la dictadura cubana, debería saber mejor que apoyar a otro líder latino ávido de poder en una región que está siendo cortejada por Rusia y China más que nunca. Otros congresistas cubanoamericanos no viajaron a El Salvador.

La invitación de Salazar puede deberse al hecho de que su nombre ha aparecido como posible compañera de fórmula de Trump.

Pero Salazar ignora el hecho de que algunos salvadoreños acusan a Bukele de desmantelar sistemáticamente la democracia salvadoreña. Declaró el estado de excepción para eludir los controles constitucionales, ha detenido a miles de personas sin cargos con el pretexto de reprimir a las pandillas y ha llenado la Corte Suprema para permitir reelecciones indefinidas.

Estas son señales claras de un autócrata que consolida su poder; sin embargo, Salazar tuiteó que “necesitamos un Bukele en Cuba, Venezuela y Nicaragua”.

Salazar sabe mejor que nadie que los hombres fuertes de la calaña de Bukele maduran hasta convertirse en dictadores hechos y derechos que reprimen a su pueblo y, si defiende la democracia en Cuba y en Estados Unidos, también debería hacerlo en El Salvador.

Cuando se le pidió que comentara sobre su viaje, Salazar se mostró firme en su apoyo a Bukele y rechazó enérgicamente cualquier comparación con Castro:

“Bukele celebra elecciones libres y justas, se compromete con la prensa, respeta el estado de derecho, apoya la religión, está reconstruyendo el sector privado, acabando con la violencia de las pandillas y es el líder democráticamente elegido más popular de América Latina”, escribió Salazar en una declaración al Consejo Editorial.

Y ¿si se equivoca sobre Bukele?

Salazar conoce bien el sufrimiento de la gente bajo gobernantes que concentran el poder en sus propias manos. Respaldar a Bukele va en contra de los valores democráticos que defiende Salazar.

Como luchadora por la libertad, la voz de la congresista no debería mezclarse con la de un aspirante a dictador, por muy “genial” que diga ser.