Hoy no, mañana: el desobediente hábito de procrastinar

La procrastinación tiene muchas caras que siguen siendo investigadas. Algunos abordajes chocan con explicaciones psicológicas y estallan las miradas puramente negativas. Desde distintos marcos teóricos hay voces que afirman que no todo está mal o es perjudicial en la procrastinación e incluso que tendría beneficios. Miradas que sitúan esta conducta en un marco clave: la exigencia de ser cada vez más productivos. Si llegaste a esta nota postergando una tarea, quédate. ¿Qué mejor que postergar leyendo sobre su posible utilidad?

La misma elaboración de este artículo podría entrar en la definición de procrastinación.

Pasaron semanas desde que comenzó a tomar forma en mi cabeza. Mis pasos eran lentos, prometiéndome avanzar con fuerza al día siguiente, postergando la tarea y sintiendo una efímera satisfacción, que desaparecía con la llegada de ansiedad, culpa, angustia y la catarata de pensamientos intrusivos con sus catastróficos escenarios, ordenados uno al lado del otro.

Nada de esto lograba que me sumergiera en la tarea postergada. Por el contrario, cada una de esas emociones iba creciendo, casi proporcionalmente a los tiempos dilatados. La acción llegó, como siempre, con la presión de una fecha límite de entrega.

¿Por qué persisto en postergar una tarea sabiendo que el proceso será angustioso? ¿Qué hay detrás de esa conducta que me acompaña desde que tengo recuerdos? Haberla experimentado tantas veces y conocerla a la perfección no es suficiente para erradicar este hábito.

Cuando la angustia, la culpa y el sentimiento de que no podremos avanzar gobiernan nuestras vidas, la situación se torna más compleja.


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