Música y literatura cubanas en edición de lujo en París

No temo equivocarme ni exagerar al decir que Cuba, una historia de la isla a través de su música y su literatura, publicado por las ediciones parisinas Albin Michel, en noviembre de 2022, es el libro más completo que se ha publicado sobre el tema en Francia. Tampoco conozco ningún antecedente en español, algo que coloca a esta obra del hispanista, cantante de ópera y locutor radial francés (y bretón) Marcel Quillévéré, entre las joyas bibliográficas imprescindibles de la historia cubana.

Capítulo ‘La Habana era una fiesta’.
Capítulo ‘La Habana era una fiesta’.

Como lo explica muy bien el brillante periodista francés Philippe Lançon en el prólogo del volumen, Quillévéré fue a Cuba en 1975, cuando era profesor de español de un instituto del Val-d’Oise, y aquel viaje le bastó para desencantarse con todo lo que vio. De regreso a Francia, alertó a sus alumnos de la dictadura castrista, e inmediatamente fue convocado por el sindicato que le advirtió que sus críticas contra el castrismo no eran bienvenidas. Como quería ser músico hizo las pruebas en la Opera Comique, lo aceptaron y comenzó su carrera como artista lírico en 1977.

Con el tiempo, otros exiliados cubanos de París y también de Nueva York (a donde fue a estudiar música gracias a una beca) le fueron ampliando el horizonte sobre la verdadera historia musical y literaria de la isla. Marcel Quillévéré tuvo la sagacidad e inteligencia para darse cuenta de que el país borrado por la propaganda castrista había sido un polo cultural único en el hemisferio occidental durante la primera mitad del siglo XX.

Capítulo ‘La edad de oro de la música cubana’.
Capítulo ‘La edad de oro de la música cubana’.

El libro es el resultado de todo esto. También de su trabajo para la radio y de las investigaciones que realizó en la Cuban Heritage Collection (Universidad de Miami), gracias a la ayuda de Lesbia Orta de Varona y Esperanza Bravo de Varona, dos bibliotecarias que le abrieron las puertas del universo musical habanero anterior a 1960. De esa búsqueda surgieron dos fabulosas series de emisiones radiales (que ya reseñé para este diario), primero para la Radio Suisse Romande (1996), y luego para France Culture. Las casi 80 emisiones de “Carrefour des Amériques”, es la serie más completa sobre música cubana que existe en el mundo, y puede ser escuchada desde la página web de Radio France.

Este libro de gran formato y 370 páginas, comienza con Santiago de Cuba en tiempos de Esteban Salas, primer gran compositor cubano de fines del XVIII. Viene luego la música tradicional campesina (puntos, zapateos, guajiras), y las contradanzas de neta influencia hispana y francesa. Quillévéré dedica un capítulo al teatro habanero antes de 1898 y nos habla del Albisu, Alhambra, Irijoa, Martí, Payret, etc., así como de la presencia, ya en La Habana de entonces, de Fanny Elssler, Gottschalk, Sarah Bernhardt, entre otros, sin olvidar que, recíprocamente, los músicos cubanos influían el repertorio internacional, a través de José White, Claudio Brindis de Salas, Manuel Saumell, Nicolás Ruiz Espadero, Cervantes, Hubert de Blanck, en capitales del mundo, al tiempo que se definían los nuevos géneros musicales de la habanera (madre del tango), el bolero, los pregones, las guarachas y la rumba.

Portada del libro
Portada del libro

El libro va alternado los hitos musicales con las personalidades del ámbito literario. Martí, la Avellaneda, Cirilio Villaverde, José María de Heredia o Anselmo Suárez coexisten con el mundo en que los cantos de ida y vuelta iban enriqueciendo la música en la península ibérica, e incluso la clásica europea, mediante las habaneras.

Quillévéré ahonda en la República y aborda el renacimiento de la escena teatral gracias a los nuevos templos como el teatro Campoamor, Politeama, Principal de la Comedia, al mismo tiempo que las sociedades de recreo y los casinos de la Playa de Marianao absorben, por otra parte, el quehacer de intérpretes y artistas en general de la música popular. El son llega a La Habana, nace el danzón en Matanzas, seguido del danzonete, la trova se impone en los Aires Libres de la capital. También renace la ópera, y el autor nos cuenta de Rosalía Díaz Herrera y de Rosario García Orellana (las primeras grandes cantantes líricas cubanas), pero también del paso de Caruso, Tito Schipa, Anna Pavlova o de la inauguración del Auditorium del Vedado y la Sociedad Pro-Arte Musical, encargados de que el público habanero descubra a grandes directores e intérpretes internacionales.

Imposible evocar cada uno de los capítulos de este libro portentoso, en el que lo mismo se aborda la importante presencia de músicos cubanos en el París de entreguerras (Rita Montaner, Moisés Simons, Ernesto Lecuona, Julio Cueva, Eliseo Grenet, Oscar López, Filiberto Rico, Joaquín Nin) como escritores: Lydia Cabrera, Fernando Ortiz o Alejo Carpentier. Y en Nueva York, Alberto Socarrás, Xavier Cugat, Mario Bauzá, Desi Arnaz, Graciela y Machito, Chico O’Farrill, Chano Pozo y Arsenio Rodríguez. O viceversa, grandes personalidades internacionales en la isla, como los escritores Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, María Zambrano y Ernest Hemingway, entre otros. Sin olvidar a los clásicos de ambas partes: Aaron Copland, Marian Anderson, Jorge Bolet, Julián Orbón, Eerich Kleiber, Louis Juvet, Imperio Argentina, Conchita Piquer, Pedro Vargas, extranjeros en Cuba y cubanos en los escenarios del mundo.

Esplendor absoluto son las décadas 1940-1950. Tropicana es el cabaret emblemático de América Latina. Maurice Chevalier, Edith Piaf, Josephine Baker, Cab Calloway, se presentan en La Habana. Nacen el mambo, el cha cha cha, las grandes orquestas como la de Benny Moré o La Sonora Matancera. Celia Cruz y Olga Guillot, La Lupe y Las D’Aida, Celeste Mendoza y Celina González, Freddy y Esther Borja, cada una en su género, brillan en ese universo en que La Habana se convierte en la meca del buen gusto, y en donde Christian Dior decide dar a la gran tienda El Encanto la exclusividad de sus diseños para todo el continente americano.

Un mundo que comienza a desvanecerse con la dictadura castrista a partir de 1960. Hemorragia de artistas cubanos que huyen del gobierno comunista, tierra vedada para las estrellas internacionales que solían presentarse en La Habana. Confiscaciones de emisoras de radio y TV, de cines, teatros y cabarets, de casinos y sociedades de recreo. De absolutamente todo lo que había forjado la notoriedad de la Isla para dar paso a una estética y corriente que poco tenían que ver con la identidad nacional.

El autor también da cuenta de ello: del Ballet Nacional de Alicia Alonso, del ICAIC, de la Nueva Trova, de la represión y las UMAP, de los éxodos sucesivos, la expulsión de Allen Ginsberg de La Habana, el ostracismo de José Lezama Lima o Virgilio Piñera, la complicidad de intelectuales cubanos y del mundo con el régimen dictatorial, encarcelamientos y fusilamientos, censura y miedo. Y los avatares de los artistas cubanos que se abren paso, aún en condiciones difíciles, haciendo renacer el arte libre de Cuba en otras latitudes hasta el último grito, sonoro y rotundo, de “Patria y Vida”, protagonizado por jóvenes músicos de la Isla en 2021 con el que cierra este incomparable viaje por una tierra fértil en talentos e historia, que perdura gracias a la extraordinaria memoria, competencia y honestidad intelectual de estudiosos como Marcel Quillévéré.

William Navarrete es escritor franco-cubano establecido en París. wnavarre75@wanadoo.fr