Una "luz de control del motor para tu cuerpo": El director general de Oura habla del futuro de los dispositivos de salud portátiles
Desde los auriculares que funcionan como audífonos hasta los calcetines que controlan las constantes vitales de los bebés, los dispositivos portátiles para la salud han recorrido un largo camino desde los primeros rastreadores de actividad física que animaban a la gente a dar 10.000 pasos al día.
Ahora, gracias a sensores en miniatura y a la inteligencia artificial (IA) que proporciona a los usuarios datos muy detallados sobre su salud, dispositivos como el anillo Oura y el smartwatch de Apple están a caballo entre las herramientas de bienestar personal y los dispositivos médicos reales, aunque todavía queda mucho por hacer antes de que la exageración se convierta en realidad.
"La gente se está dando cuenta de que ir al médico para obtener información médica es inadecuado e ineficaz, porque vas a ver a tu médico durante 15 minutos, te hace unas preguntas y te da algunos consejos... y luego te vas", dijo Tom Hale, Director Ejecutivo de Oura, a 'Euronews Health' en la Web Summit 2024 de Lisboa.
Los sensores del anillo Oura toman mediciones continuas de los dedos de las personas, que tienen fuertes señales de pulso, para hacer un seguimiento de los niveles de oxígeno en sangre, la frecuencia cardíaca y la temperatura corporal, y luego darles información personalizada sobre su estrés, la calidad del sueño, los niveles de actividad, y mucho más.
Para quienes puedan permitírselo -el precio de Oura es a partir de 399 euros-, este tipo de wearables podría convertirse en "el médico en el bolsillo", afirma Hale.
Del bienestar a la asistencia sanitaria
El sector del bienestar se ha disparado en los últimos años, en parte porque no está sujeto a las mismas normas estrictas que los dispositivos y tratamientos médicos. Pero Oura, Apple y un puñado de empresas más se están adentrando en el sector sanitario regulado en un intento de ampliar la disponibilidad de sus productos y diferenciarse de lo que consideran competidores de menor calidad.
"Estamos justo en la frontera entre un dispositivo clínico y un dispositivo de bienestar", afirma Hale, mientras que en el otro extremo del espectro del bienestar se encuentra "el aceite de serpiente: cosas de dudoso valor y quizá de dudosa calidad en el peor de los casos".
La empresa finlandesa de tecnología sanitaria acaba de poner en marcha su primer ensayo clínico controlado y aleatorizado, que es la regla de oro para comprobar la seguridad y eficacia de nuevos dispositivos y tratamientos médicos.
En el estudio, investigadores del Instituto de Investigación de Medicina del Ejercicio de Kuopio (Finlandia) evaluarán si los consejos de ejercicio personalizados del compañero de inteligencia artificial de Oura pueden ayudar a las personas a reducir la rigidez arterial -que se produce con la edad y está relacionada con problemas de salud cardiovascular- en comparación con las clases regulares de gimnasia o ninguna intervención.
Detectar cambios en la salud
Más allá de este tipo de atención preventiva, Hale afirma que los sensores del anillo también podrían ayudar a realizar exámenes médicos y diagnósticos al detectar cambios fisiológicos que el paciente o su médico tardarían más en percibir.
Durante la pandemia de COVID-19, por ejemplo, la empresa pidió a los usuarios que informaran de si habían contraído el virus, y los investigadores trabajaron en retrospectiva para analizar los datos recogidos por el anillo Oura, identificar patrones y crear un algoritmo que pudiera identificar el COVID-19 unos 2,75 días antes de que la gente se hiciera las pruebas.
"Si llevas este dispositivo todo el tiempo y podemos hacernos una buena idea de tu estado basal y ver las desviaciones de ese estado basal... te decimos: 'algo está pasando, por favor, ve al médico'", explica Hale. "Lo llamamos la luz de control del motor del cuerpo", añadió.
Se necesitan más pruebas
Oura no ha sido aprobado por los organismos reguladores de Europa ni de EE.UU. para ayudar a tratar enfermedades, y algunos médicos se muestran escépticos ante la posibilidad de que esté a la altura de las expectativas.
Algunos temen, por ejemplo, que obsesionarse con las mediciones de la salud pueda ser perjudicial para la salud o que los médicos no tengan acceso a datos que podrían marcar la diferencia en la atención médica de una persona. Hasta ahora, los estudios muestran resultados prometedores, al menos en lo que se refiere a la actividad física.
Por ejemplo, un estudio de 2022 que abarcó a casi 200.000 personas concluyó que, si bien los dispositivos ayudaban a perder peso y aumentar los niveles de actividad, no mejoraban la presión arterial ni los niveles de colesterol.
Por su parte, un metaanálisis de 2024 que abarcó a 1,2 millones de personas concluyó que los dispositivos de seguimiento de la actividad "resultan prometedores en la detección de enfermedades, con una precisión notable en la identificación de la fibrilación auricular y la COVID-19", pero afirmó que se necesitan más estudios para comprender realmente sus posibles beneficios.
Hale cree que ayudar a las personas a identificar sus malos hábitos las impulsará a cambiar de conducta. Estudios como el puesto en marcha en Finlandia le darán la razón o enviarán a Oura y otros dispositivos portátiles de vuelta a la mesa de dibujo.