La lucha contra el patriarcado de Birmania es contra una mesa redonda excluyente a la vez

Wat Sai Moon, un templo budista de estilo birmano en el casco antiguo de Chiang Mai, Tailandia, a donde muchas personas de Birmania se han trasladado para escapar del brutal gobierno militar de su país, 31 de agosto de 2024.  (Lauren DeCicca/The New York Times)
Wat Sai Moon, un templo budista de estilo birmano en el casco antiguo de Chiang Mai, Tailandia, a donde muchas personas de Birmania se han trasladado para escapar del brutal gobierno militar de su país, 31 de agosto de 2024. (Lauren DeCicca/The New York Times)

CHIANG MAI, Tailandia — En Birmania se celebró una mesa redonda para hablar sobre el liderazgo femenino en la que participaron dos oradores. Ambos eran hombres.

En otra charla, sobre cómo protegerse de la mortífera campaña de bombardeos del gobierno militar contra la población civil, participaron cuatro hombres y ninguna mujer.

Y en otra más, un evento para recaudar fondos para las fuerzas rebeldes, se reunieron más de una decena de ponentes en línea, todos hombres.

A lo largo de los últimos cuatro años, Ying Lao ha documentado decenas de paneles excluyentes, compuestos solo por hombres, convocados por el movimiento prodemocrático de Birmania. Para ella, esta exclusión de las mujeres es una prueba del sexismo profundamente arraigado en el país antes conocido como Burma. En su opinión, esta supresión de las mujeres también perjudica la batalla que se libra desde hace años para derrocar a sus gobernantes militares.

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“Solo podremos derrocar a los militares si luchamos eficazmente contra el patriarcado”, afirmó Ying Lao, quien dirige el Instituto Salween para las Políticas Públicas, un grupo de expertos centrado en Birmania. “Es el momento de luchar contra todo tipo de opresión”.

Ying Lao, que forma parte de la numerosa diáspora birmana en Chiang Mai, Tailandia, lleva mucho tiempo trabajando por causas democráticas y feministas. Pero se ha enfrentado a reacciones negativas debido a sus críticas públicas a los debates en los que solo participan hombres y su exigencia de que al menos el 30 por ciento de los miembros de los paneles sean mujeres. Algunos críticos han insinuado que atacar a figuras de la oposición la convierte en cómplice de los militares.

Nang Moet Moet, secretaria general de la Liga de Mujeres de Birmania, en el IV Foro Feminista Asia-Pacífico, en Chiang Mai, Tailandia, 13 de septiembre de 2024. (Lauren DeCicca/The New York Times)
Nang Moet Moet, secretaria general de la Liga de Mujeres de Birmania, en el IV Foro Feminista Asia-Pacífico, en Chiang Mai, Tailandia, 13 de septiembre de 2024. (Lauren DeCicca/The New York Times)

Unos cuantos miembros de estos paneles excluyentes han prometido cambiar. No todos ellos han cumplido su promesa.

A excepción de Aung San Suu Kyi, quien fue una activista por los derechos civiles de Birmania, la política del país ha estado dominada por hombres. Ella fue la única mujer de su gobierno, que llegó al poder durante un breve periodo donde regía la población civil antes de que los generales tomaran de nuevo el poder en febrero de 2021. El golpe también trajo de vuelta el orden patriarcal que los militares conservadores habían impuesto durante décadas.

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Un aspecto de ese orden es la tradición del ‘hpoun’, la creencia que afirma que los hombres poseen mayor poder espiritual que las mujeres. A menudo impide a las mujeres ascender en la sociedad.

Pero las mujeres han estado al frente de la lucha contra la junta. Han marchado en protestas pacíficas. Han colgado sus sarongs en las calles a modo de escudo porque muchos hombres temen que pasar por debajo de ellos merme su virilidad. Las mujeres han rechazado las normas culturales empuñando las armas contra los militares. Y han sufrido la violencia sexual perpetrada por los militares durante décadas.

No todos los segmentos de la sociedad birmana consideran que las mujeres son inferiores a los hombres. El gobierno en la sombra, la alternativa del movimiento prodemocrático a la junta, ha prometido la igualdad de género en su carta. Pero las mujeres solo representan una quinta parte de su gabinete. Y en el circuito de las mesas redondas, siguen excluidas en favor de los hombres políticos, periodistas, activistas y líderes de la sociedad civil.

“Algunos de ellos te dirán que son feministas”, dijo Ying Lao.

Se dio cuenta de cómo proliferaban los paneles masculinos durante la pandemia, cuando la gente acudía a internet para debatir sobre las elecciones birmanas de 2020, cuyos resultados fueron rechazados por los generales. Desde entonces, ha documentado más de 150 paneles en los que no ha participado ni una sola mujer.

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En un inicio, Ying Lao desafió a los panelistas y a los organizadores en privado. Cuando sus preocupaciones fueron desestimadas, lo hizo público.

Ahora, ella y un puñado de otras activistas condenan a todos los panelistas con los que se cruzan en una campaña que llaman Burma’s Manels Watch (Vigilancia de los Panelistas de Birmania). Esta campaña dirige su enojo tanto a los organizadores como a los hombres que participan en los paneles excluyentes.

“Nos hacen ver como delincuentes”, comentó Maui Phoe Thaike, subcomandante de la Fuerza de Defensa de las Nacionalidades Karenni, un grupo armado que lucha contra el Ejército. Manifestó su molestia por estar entre las decenas de hombres que aparecían en un cartel de Manels Watch. Una publicación en Facebook que escribió contra el grupo desató una avalancha de comentarios misóginos por parte de sus seguidores. Más tarde dijo que lamentaba el incidente.

A medida que el país se hunde más en la guerra civil, los activistas de los derechos temen que la militarización de la sociedad excluya aún más a las mujeres del discurso público.

Para el Día Internacional de la Mujer, en marzo de 2023, Ying Lao organizó una exposición en Chiang Mai. Su consigna era: “Un panel de hombres al día nos aleja de la democracia”.

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Los visitantes contemplaban capturas de pantalla e imágenes de cientos de panelistas cuyas imágenes los miraban desde los carteles. Había un tablero de bingo en el que se mostraban las excusas más comunes utilizadas por los organizadores de paneles excluyentes para explicar la falta de voces femeninas (“No pudimos encontrar ninguna experta”) y consejos sobre qué hacer ante la invitación a un acto en el que no hay expertas (“Hazles saber tu política de no participar en mesas redondas donde solo hay hombres y pregunta a los organizadores quiénes son los demás ponentes con antelación”).

Ying Lao recibió mensajes sexistas de odio, entre ellos algunos que interpretó como amenazas.

En octubre del año pasado, Ying Lao y su equipo invitaron a activistas por la igualdad de género de Indonesia y Tailandia a acompañarlas y llevaron la exposición a Bangkok.

Debido a su enfoque contestatario, Ying Lao ha sido calificada de “exagerada” y “obsesiva”. Sus colegas rechazan esas críticas por su talante sexista.

“Si un hombre actuara de esta manera, dirían que es decidido y que tiene principios”, dijo Nang Moet Moet, secretaria general de la Liga de Mujeres de Birmania, que copatrocinó las exposiciones. “Si lo hace una mujer, se considera agresivo”.

La campaña también ha sido criticada por ser demasiado indiferente en cuanto a su metodología, como la lista del “panelista del año”, mientras admite que su recopilación de datos no es sistemática. También se le critica por invadir la intimidad de los ciudadanos.

Pero según Debbie Stothard, directora de Altsean-Birmania, un grupo regional de defensa de los derechos que apoya la autonomía de la mujer en el país, se trata de una valoración incorrecta de los esfuerzos de Ying Lao.

“Están cambiando las actitudes y eso es muy positivo”, afirmó. “Ahora los hombres dicen: ‘No, no, no, no formamos parte de paneles excluyentes’. Es muy vergonzoso ser señalado por ser parte de uno de esos paneles”.

c.2024 The New York Times Company