Los golpes y bochornos de Clinton y Sanders durante su debate en Nueva York

El debate entre los precandidatos presidenciales demócratas Hillary Clinton y Bernie Sanders organizado por la cadena CNN el pasado jueves, de cara a la elección primaria en Nueva York de este 19 de abril, fue un singular choque de personalidades y acusaciones que dejó atrás definitivamente la época de la concordia a toda prueba entre ambos aspirantes.

Nada que ver, por ejemplo, con aquel comentario muy aplaudido y amistoso en su momento de Sanders en un ya remoto debate en el que pedía olvidarse del tema del servidor de correo electrónico privado de Clinton en su tiempo como secretaria de Estado, uno de los arietes republicanos contra la precandidata demócrata.

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Clinton y Sanders se atacaron con intensidad en el pasado debate demócrata en Brooklyn, Nueva York. (AP)

Ahora, cuando la contienda sigue abierta aunque con ventaja para Clinton hasta el momento, las cosas han subido de tono y el intercambio de golpes ha sido intenso entre los demócratas.

Y aunque no ha llegado al extremo de estridencia y vulgaridad de sus rivales republicanos, las gentilezas se han terminado y hoy la contienda por la nominación tiene sus momentos punzantes, ácidos, incluso bochornosos o cómicos.

Por ejemplo, un momento singular fue cuando Clinton, para fines prácticos, consideró a Sanders un mentiroso. Eso se desató cuando él afirmó que no dijo que ella no estaba calificada para asumir la Presidencia y que por el contrario sí creía que Clinton tenía la inteligencia y la experiencia para ello. Pero Sanders añadió que la carencia de Clinton era de juicio, por sus decisiones del pasado, sobre todo su aval a la invasión de Irak durante el gobierno de George W. Bush, y su cercanía con los grupos de presión de Wall Street.

Clinton lo atajó diciendo que Sanders sí había dicho que ella no estaba calificada para ser presidenta, haciéndolo ver como el niño que miente y luego dice que no lo hizo. Pero Clinton padeció por el hecho cierto, implícito en el reproche de Sanders, de que la guerra en Irak que ella avaló se justificó en falsedades (las inexistentes armas de destrucción masiva de Saddam Hussein), provocó miles de muertos (entre ellos soldados estadounidenses) y desestabilizó el Medio Oriente .

Todo, desde luego, en el contexto del pleito retórico entre ellos.

Sanders, por ejemplo, fustigó a Clinton por haber usado en 1996, cuando era la primera dama del país y su esposo el presidente, el término “superdepredadores” para aludir a ciertos jóvenes afroamericanos que cometían crímenes y tenían conductas antisociales.

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Clinton se zafó de preguntas clave y en la práctica dijo que Sanders era un mentiroso en el tema de si ella estaba o no calificada para ser presidenta. (AP)

Sanders dijo que esa palabra era de tono racista, y criticó la ley aprobada durante la presidencia de Bill Clinton que disparó el índice de encarcelamiento de personas de minorías. Vincular a Clinton, quien ha tenido un amplio apoyo afroamericano a lo largo de la contienda, con una actitud racista y el masivo envío a prisión de personas de minorías resultó especialmente punzante, y una muestra de que la primaria demócrata se habría ya vuelto ruda y personal.

Pero el intercambio fue de ambos lados. Sanders, por ejemplo, sudó para, nuevamente, tratar de justificar su defensa a la inmunidad que una ley, por la que él votó en 2005, concede a los fabricantes y vendedores de armas por los estragos que terceros puedan cometer al usarlas. Y aunque dijo que, con todo, los familiares de víctimas de tiroteos, como los niños de la escuela Sandy Hook, tienen el derecho de demandar y exigir responsabilidad a quienes vendieron las armas usadas en los ataques, él también implicó que ese juicio acabaría en derrota.

Pero ante esa tragedia y a los ojos de los impulsores del control de armas, la defensa de Sanders de los fabricantes y vendedores legales (en Sandy Hook se usó un arma comprada legalmente) caló duro. Y la insistencia de Sanders de que apoya prohibir armas automáticas de estilo militar no atemperó esa sensación, sobre todo luego de que él explícitamente dijo que no tenía de qué disculparse ante los padres de los niños asesinados en Sandy Hook.

Si Clinton ofendió por un comentario ‘racista’, Sanders lo hizo por ’insensibilidad’ ante una tragedia en los estiramientos retóricos del debate.

Las redes sociales comentaron la actitud crítica de Sanders contra Clinton, que está decidido a seguir en la contienda hasta el final.

Algunas otras cosas lucieron, con todo, cómicas o inmaduras.

Por ejemplo, la reticencia mutua a revelar ciertos documentos. Sanders atacó a Clinton por su negativa a revelar el contenido de los discursos pagados que ella dio para grandes entidades financieras como Goldman Sachs, a lo que ella respondió de manera poco efectiva diciendo que lo haría si todos los precandidatos presidenciales –por ende también los republicanos– hacen lo mismo. Y luego reviró el golpe al decir que ella ha ya publicado sus declaraciones de impuestos, lo que Sanders no había hecho por su parte.

Sanders se explicó recurriendo al humor al decir que había estado muy ocupado, que sus declaraciones eran aburridas porque en realidad él sería el senador federal más pobre, y al final ofreció publicar hoy su declaración de 2014. En el aire quedó la pregunta de por qué no las de otros años y, en contrapartida, se alzó también un reproche desde los moderadores, que dijeron que en el asunto de los discursos pagados de Clinton los republicanos no pintan y que ella (dado que Sanders no ha hecho tales intervenciones por dinero que tuviese que revelar) debería dejarse de vericuetos y revelarlos por ser un clamor dentro de la contienda demócrata.

¿Si ambos tienen tal afán de transparencia, por qué no abrir de tajo todos esos documentos?

A todos les tocaron reproches. Clinton criticó a los medios porque, afirmó, en los nueve debates entre candidatos demócratas no se ha preguntado sobre salud y derechos reproductivos de la mujer, un tema suyo importante y que por añadidura está en el ojo de ataques severos por parte de los republicanos (como los despropósitos de Trump sobre sancionar legalmente a una mujer que tenga un aborto).

Y ya en las ausencias, un tema destacado, y candente en la campaña, el de la inmigración, tampoco se abordó en el debate del jueves.

Y ciertos momentos chuscos y un tanto amargos se dieron cuando Sanders criticó con sorna la afirmación de Clinton de que ella “llamó a los bancos” para encarar el asunto de la crisis financiera (es decir, evidenciando su cercanía con ellos, lo que es anatema para los ‘outsiders’), cuando la gritería entre ambos llamó al moderador de CNN a decirles que la audiencia no puede entenderlos con tanta vociferación y en general cuando muchos de los asistentes abucheaban los dichos de uno u otro, aunque fue Clinton la que más habría padecido esas expresiones del público asistente.

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Hubo abucheos y aplausos para ambos, y la pregunta es si detrás de cámaras aún hay diálogo entre ambos candidatos y campañas. (AP)

¿Tendrán todas las espinas del pasado debate un efecto en las elecciones primarias en Nueva York del próximo martes, donde Clinton (53.1%) supera ampliamente en el promedio de las encuestas a Sanders (39.3%), de acuerdo a RealClearPolitics?

Parece poco probable que Sanders derrote a Clinton, y sus oportunidades de incidir en el resultado final de la elección primaria demócrata estarían en otra parte, sobre todo en California si consiguiera números excelentes en las primarias de abril y mayo y con ello, con o sin candidatura, lograra que su plataforma sea escuchada y mover al Partido Demócrata más a la izquierda que nunca.

Pero por lo pronto, en el siempre entrañable y rudo Brooklyn, los demócratas se dieron con todo.

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