López Obrador y Trump, ¿ingenuidad o una jugada maestra de México?

Foto: AP
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Es una práctica extendida en la diplomacia que los presidentes de otros países feliciten a quien gana el poder en las urnas; eso pasó al día siguiente de que Andrés Manuel López Obrador fue reconocido por sus adversarios y por el Instituto Nacional Electoral como vencedor en el proceso electoral. Le habló para felicitarlo el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump y, según informaron,
conversaron por más de una hora.

El gobierno de Donald Trump no dejó pasar tiempo para establecer relaciones directas con quién podría ser su acompañante por seis años, en el caso de que se reelija, y envió, el 12 de julio, una delegación de alto nivel para entrevistarse con el virtual presidente electo, López Obrador. La delegación fue encabezada por el secretario de Estado, Mike Pompeo, estuvo acompañado por Jared Kushner, Steven Mnuchin y Kirstjen Nielsen, entre otros.

Ante este evento López Obrador se apresuró y rectificó su determinación previa de nombrar Secretario de Relaciones Exteriores a Héctor Vasconcelos y lo sustituyó por su “carnal” Marcelo Ebrard, quien estudió relaciones internacionales en el Colegio de México, fue subsecretario tres meses en Relaciones Exteriores, con Manuel Camacho, pero dedicó su vida política y profesional a trabajar en el Distrito Federal, de manera que es un político reconocido, pero no un diplomático experto.

Como resultado de la visita de cortesía de la delegación enviada por Donald Trump, el virtual presidente electo le envió una carta, cuyo contenido fue divulgado hace unos días por el virtual canciller Marcelo Ebrard.

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La carta de López Obrador ya fue respondida por Donald Trump y también fue leída por Ebrard. En un mensaje a medios, Ebrard leyó el contenido de la respuesta de Trump a la propuesta que le envió López Obrador y destacó cuatro coincidencias: comercio, migración, desarrollo y seguridad.

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En su respuesta Trump felicita por su triunfo electoral a López Obrador y le dice: “Gracias por su amable carta y felicitaciones por su elección; ambos logramos el éxito electoral al proveer una visión clara para hacer a nuestras naciones más fuertes y mejores; tengo gran interés de trabajar de cerca con usted y construir una gran relación entre nuestras dos naciones”.

Las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte son un tema de interés para los gobiernos de los países que lo integran. Al respecto Donald Trump le planteó a López Obrador que una negociación exitosa aportará “más empleos y mejor pagados para los trabajadores mexicanos y estadunidenses que tan duro laboran, pero si lo podemos hacer rápido, pues de otra manera
tendré que elegir un camino muy distinto al presente. Lo anterior no es de mi preferencia, pero será mucho más redituable para Estados Unidos y sus contribuyentes”.

La futura conducción del país será responsabilidad de López Obrador y eso incluye la relación con otros Estados del Mundo y de manera inevitable y prioritaria con los Estados Unidos, por razones de vecindad e historia.

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Los mexicanos no podemos darnos el lujo de olvidar, en particular con personajes como Donald Trump, con valores nacionalistas e inclinados a la práctica de la propaganda que señala culpables, reales o ficticios, con el fin de justificar sus posiciones extremas.

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Desde la Secretaria de Relaciones Exteriores se ponen en práctica las mejores habilidades diplomáticas para establecer una buena relación con las otras naciones. En esta dinámica no es admisible la ingenuidad. El mundo de la diplomacia es el de la sospecha sobre las intenciones de los interlocutores.

Donald Trump ha dado muestras sobradas de que sus ideas nacionalistas son las que guían sus determinaciones políticas, económicas, sociales, de seguridad interna y nacional. Los desencuentros con los presidentes Peña Nieto, Theresa May, de Gran Bretaña, Angela Merkel, de Alemania, Emmanuel Macron, de Francia y Justin Trudeau, de Canadá ilustran el carácter voluble y nada afecto con las formas de la diplomacia del presidente de los Estados Unidos.

El próximo canciller, Marcelo Ebrard, está obligado a ser optimista y sonreír para el mejor desempeño de su función; lo que no puede es ser ingenuo y confiar en la palabra de quien por sistema la viola con tal de ganar siempre, no importan socios ni aliados.

La visión de Donald Trump esta presente en su carta de respuesta a López Obrador: sólo hacer lo que sea “más redituable para Estados Unidos y sus contribuyentes.” Él está bien, nosotros no podemos equivocarnos. Veremos qué hace López Obrador cuando Trump le pase la factura del Muro. Quizás y este gobierno sorprenda al mundo con una jugada maestra.