Lola del Carril, frente a las críticas: “Existe una línea muy fina entre la libertad de expresión y la de ser un desubicado”
A Lola del Carril le toca enfrentar una batalla que ya se le volvió diaria: desde el cobarde anonimato de las redes sociales, muchos usuarios la atacan por su trabajo como relatora de fútbol. Le dicen que ”vaya a lavar los platos”, le preguntan “si así grita en la cama” e ironizan con que abandone su papel de comunicadora, dentro de un innumerable abanico de frases hirientes. Intentó forjar una coraza frente a las agresiones, pero en los últimos días pareció rendirse, llena de angustia: “Estoy harta, van a lograr que deje de hacerlo”, escribió la chica de 25 años en Instagram, acompañando el texto con una foto en la que deja derramar alguna lágrima.
Criada en Vicente López, hija del exproductor de televisión Joaquín del Carril, Lola hace su trabajo muy bien: no fue casualidad que haya sido la primera mujer en relatar partidos de un Mundial en la televisión argentina, un hito que abrazó en Qatar 2022. La periodista de ESPN (F12 y Generación F) continúa la avanzada femenina en un terreno que estuvo históricamente vedado para ellas como es el fútbol. Seguramente nunca imaginó estos padecimientos luego de haber ganado en la TV Pública el reality Relatoras Argentinas, cuando todo era entusiasmo e ilusión. Después de su desgarrador descargo y en haberse convertido en tendencia este último lunes, la relatora reflexionó con LA NACION sobre lo que tiene que atravesar.
-¿Explotaste ahora por la acumulación de críticas y agresiones en redes o hubo algo que específicamente potenció tu angustia?
-Exploté por acumulación de críticas, por algo que es constante y se produce cada vez que me toca transmitir. Sobre todo el fútbol argentino, que es el lugar donde hay más ensañamiento con el relato femenino. Y bueno, me agarró justo en un día de sensibilidad, de agotamiento… Relatar un partido requiere su preparación: conlleva un montón de trabajo previo, de estar ahí. Hay que poner la voz, estar “al dente” e intentar transmitir lo que pasa desde el corazón. Tras haber volcado toda esa energía en algo que me apasiona y encontrarme con tantos comentarios negativos de: “¡Por favor, dejá de hacerlo!”, empezás a dudar de lo que hacés, sembrás la pregunta de: ¿Debería relatar fútbol?”. Quizás no soy tan buena y todo se precipita por esa crítica tan despiadada.
-Seguramente analizaste muchas veces la situación. ¿Qué creés que realmente les molesta de vos a los críticos?
-La crítica existe siempre y está bien que así sea, pero en su justa medida. De manera constructiva y cuidando las formas. Acá, lo que más me duele son las formas, las palabras que usan para criticarme, los argumentos. No está mal si a alguien no le gusto: muy probablemente a muchísima gente no le agrade mi relato, no le interese mi voz, no le genere emoción o no esté de acuerdo en mi manera de ver el fútbol. También les pasa a muchísimos colegas hombres, para no circunscribir todo esto en una cuestión de género. Pero hay un ensañamiento y de cerrar la chance de que mi relato les termine gustando, porque muchas veces me critican por los recortes en las redes sociales y no por el partido entero. Son personas que ni siquiera están siguiendo la transmisión y no ven todo el trabajo ni la construcción de la narración. A partir de un recorte, con “humor bélico”, juegan entre ellos en las redes para ver quién tiene el comentario más gracioso, más violento y más ingenioso. No veo una crítica constructiva de: “Che, mirá, te falta potencia en el grito de gol”, por ejemplo. No: llega desde un postura de muchísimo odio.
-Hablaste en el posteo de “sociedad de mierda, anticuada y machista”. ¿Hay alguna chance de que avancemos? ¿En dónde puede estar el camino?
-Honestamente no tengo una mirada tan positiva respecto de la evolución de la sociedad en estos temas. Tendemos a pensar que rompimos un montón de barreras porque vivimos en un progresismo de nicho bastante capitalino. Pero si una mira desde afuera a nuestro país en general, hay un montón de cuestiones que todavía siguen en cero y que faltan. Es difícil romper con la idiosincrasia de un país y también es complicado personificar esa lucha. Una no está preparada para recibir los palazos y estar en la primera línea de batalla. Tampoco elegí ese lugar, pero me toca estar ahí. Vamos muy pasito a pasito: avanzamos dos y retrocedemos otros dos. Sí hay un avance en cuanto a hablar sobre estos temas y no naturalizar esa violencia. Por eso creo que es importante visibilizar lo que me pasa a mí y a todas mis colegas relatoras que conozco: a Natalia Maderna, Agustina Vidal, Mechi Margalot, Carla Mileo, Sabrina Otaegui y Ariana Isasi. Nos pasa a todas: cada vez que abrimos la boca nos putean por H o por B. Siempre hay algo malo para decir de nuestro trabajo. La posibilidad de avanzar sigue estando en la lucha y en poner estos temas en tela de juicio, en que dejemos de naturalizar la violencia. Que existan las redes sociales y se haya democratizado la información no significa que haya que lastimar al de al lado porque quiero y puedo. Es trabajar más desde el amor y menos desde el odio.
-¿Qué te dicen entre tus colegas y tu ámbito de trabajo, dentro del canal? ¿Cómo es el trato y el respaldo?
-Por suerte mis colegas me respetan y me quieren mucho, al igual que yo a ellos y a ellas. Recibí un montón de mensajes muy lindos de apoyo después de mi descargo en Instagram. Mi idea no era que trascendiera, sino que fue algo desde el impulso y el enojo. De pronto apagué el celular un rato y me habían llegado un montón de mensajes. Me escribieron muchísimos colegas de enorme trayectoria diciéndome que me entendían, que a ellos también les pasaba. Me dijeron que hay que aprender a ser una figura pública y no mirar hacia ese costado, sino fijarse en la propia baldosa. Es decir: seguir un camino propio y solo escuchar a los colegas, a los amigos y a la familia, que son las personas de nuestro círculo que realmente van a tener algo para decirnos.
-El fútbol como actividad, ¿está ayudando o perjudicando para una sociedad más inclusiva?
-Es muy difícil hablar del mundo del fútbol y de la inclusión, porque este deporte tiene muchas cosas lindas: la familia yendo a la cancha, amigos que viven por una misma pasión, clubes que conmueven a millones de personas... El fútbol tiene tantas cosas lindas que realmente moviliza los sentimientos de la gente. Ahora: también tiene un lado B de muchísima oscuridad y odio. Hemos naturalizado la violencia en las tribunas, insultos, amenazas… Es una actividad que está al revés en un montón de aspectos y sobre todo en nuestro país, donde se vive tan a flor de piel y está tan arraigado en la cultura. Entonces, es difícil ponerlo como sinónimo de inclusión. Pero yo no quiero manchar Al fútbol, porque para mí es hermoso; es el deporte que amo y por él elijo trabajar en el periodismo. En realidad, habla más de las personas que lo conforman; no necesariamente es el fútbol. Son personas aisladas que eligen ejercer su violencia deliberadamente en las redes sociales. Hoy existe una línea muy fina de moral entre la libertad de expresión y la de ser un desubicado y un zarpado contra el otro. Deberíamos regularlo, porque no puede ser que una reciba insultos de todo tipo gratuitamente.
-¿Esos mismos haters que te insultan en las redes te dirían lo mismo en la cara? ¿En algún punto tenés miedo?
-No, el hater nunca me diría lo mismo en la cara. Por supuesto que deberá existir la excepción a la regla, pero lo hace desde un lugar de liviandad: estoy en mi casa tranquilo, escribo esto y no pasa nada. Me ha pasado de no estar en un buen día y contestarles o hablarles por privado, con respeto: “Che, ¿por qué hacés esto?”, como intentando que repiensen un poco lo que hacen por hacer. Y en su mayoría me encontré con respuestas del estilo: “Sí, tenés razón, te pido perdón”. Es gente que busca esa atención y hoy en día también está aquello de querer tirar un comentario en Instagram para que haya muchos likes porque es el mejor comentario, el más divertido y el más piola. Y cuando aparece la persona en cuestión, por lo general hasta ahí llega, se achica un poco más. Creo que no me dirían nunca estas cosas de frente y hasta podríamos tener una conversación mucho más amena y real del “por qué no te gusto”, y eso estaría bien. Insisto: no le voy a gustar a todo el mundo, no sería lo normal, pero el intercambio debería ser distinto.
-¿Y qué ocurre dentro del ámbito del fútbol femenino? ¿Sentís algún tipo de rechazo también ahí?
-El fútbol femenino es el lugar donde realmente se abrazan todas estas cuestiones, donde hay una unión entre futbolistas y periodistas porque la lucha es la misma. Se entiende que pertenecemos todas al mismo universo -que es el fútbol que amamos todas-, donde peleamos para tener mejores condiciones, más aceptación y mayor visibilidad. En el fútbol femenino pasa lo más lindo, porque también hay un agradecimiento por parte de las futbolistas con los medios que hemos transmitido el campeonato femenino. Hay otro nivel de humanidad, porque todavía no ha llegado a ser tan masivo o popular como para que esté sucio. Al contrario: es un ámbito que preserva lo más divino del fútbol, que es lo familiar. Es un círculo de contención, de cuidado y de desarrollo. Hay como un espejo entre futbolistas y periodistas.
-Frente a tu crecimiento profesional y tu exposición –y luego con las críticas-, ¿estuviste respaldada con algún tipo de terapia psicológica?
-Siempre fui una persona de hacer terapia. También una persona esotérica que se apoyó en un montón de terapias alternativas. Soy de velar mucho por el autoconocimiento y en evolucionar respecto de mi inteligencia emocional. Lo importante es estar fuerte de la cabeza, conocerse y mejorarse para ser mejor amiga, mejor novia, mejor hija, para ser mejor todo. Eso es lo importante en la vida: la clase de persona que una es y en lo que se va convirtiendo, porque estamos en permanente cambio. Tengo a mi coach, que hace un tiempo no veo, que me ayuda cuando se me vuela un poco la cabeza, me vuelvo irracional y entro en esa locura y vorágine de esta sociedad moderna. Es difícil tener tantos estímulos de todos lados.
-¿Tomás dimensión de tu condición de referente de muchas chicas que soñarían con ser relatoras? ¿Sentís esa responsabilidad?
-Realmente no, desconozco el impacto de mi trabajo. A raíz de esta última historia que publiqué, un montón de mujeres y periodistas, e incluso futbolistas, me escribieron para decir: “A mí me encanta tu trabajo, no aflojes. Hay un montón de pibas que vienen detrás de vos”. También me escribieron periodistas que están empezando a trabajar en medios, diciéndome: “Yo por vos empecé a hacer esto”, cosas que son muy locas y que nunca las hubiera imaginado. No trabajo para ese reconocimiento, pero si encima ése es el efecto secundario, mucho mejor. Está buenísimo que haya otras mujeres que se animen a relatar porque escuchan voces femeninas de las relatoras que estamos en los medios; es algo que te llena el corazón. Una de las cosas más lindas de la profesión es cuando identificás que lo que hacés provoca un impacto y logra motivar.