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Lo que las colillas de los cigarrillos le hacen al mar

Todos entendemos que fumar, además de ser un hábito asqueroso, tiene un impacto en la naturaleza. Que puede parecer pequeño – y bien mirado, tampoco es que sea una cosa horrorosa – pero puede empeorar con un acto muy sencillo. Simplemente con tirar las colillas donde no debemos, generamos un problema mucho mayor.

¿Cómo de importante? Pues, según se explica en un artículo reciente, puede llegar a ser bastante llamativo. Porque las colillas de los cigarrillos contienen muchas sustancias tóxicas para los organismos, especialmente metales pesados. Principalmente en ecosistemas marinos, donde estas sustancias se disuelven y terminan en las redes tróficas.

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En realidad, las colillas son filtros. Literalmente, vaya, filtran sustancias tanto del tabaco como del papel, y las acumulan entre sus fibras. De esta manera los fumadores no los absorben, o al menos no en la misma cantidad. Y si se desechan como deben, no generan problemas.

Pero en muchas ocasiones, esto no es así. La cifra es difícil de calcular, pero se estima que cerca de cinco billones – billones de los nuestros, millones de millones, trillions de los angloparlantes – acaban en los mares cada año. Una cifra realmente alarmante.

Para entender este número tan alto, hay que tener en cuenta un factor. No todas estas colillas se tiran directamente al mar, o se dejan en la playa. Pero entre las que sí llegan así, las que se tiran en el campo y llegan al mar vía ríos, y otras vías similares, obtenemos esta cifra.

Cuando los filtros de los cigarrillos llegan al mar, comienzan a “disolverse” los metales pesados. Los principales son Cadmio, Zinc, Níquel y Arsénico. Todos ellos altamente tóxicos – aunque depende de su concentración, claro – y todos con un factor extra: la bioacumulación.

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Los seres vivos tenemos sistemas para deshacernos de las sustancias tóxicas. Generalmente las excretamos por la orina, o las detoxificamos y las mezclamos con las heces. Pero algunas, entre las que se cuentan los metales pesados, no pueden salir del cuerpo por estos medios.

Así que el cuerpo las acumula en lugares donde no supongan un problema. Algo así como un “vertedero corporal”. Lo más común es acumularlo en el tejido adiposo. Es decir, mezclarlo con la grasa corporal e inmovilizarlos.

El problema es que esto aumenta la concentración. De lo que había en el medio, los organismos se van quedando una parte. Y cuando llega un depredador y se alimenta de una presa que haya bioacumulado, la concentración aumenta en el depredador, que también bioacumula. Si el proceso sigue, los niveles de tóxicos alcanzan concentraciones peligrosas, llegando a suponer la muerte de los animales que se sitúan en la parte superior de la cadena trófica.

Muy bien, pero ¿qué se puede hacer? Aún hay que realizar más estudios para terminar de entender en profundidad el problema. Pero se puede empezar por una cosa muy simple: cuando vayas este verano a la playa, o a la montaña o a un embalse, no dejes las colillas tiradas por ahí. Recógelas y mételas en una bolsa, y tíralas a un contenedor. No sólo porque dejarlas por ahí es una marranada, si no porque ayudarás, aunque sólo sea un poco, a conservar nuestro planeta.