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Lo que esconde el ‘perdón’ de Peña Nieto

Pasaron tres años y siete meses desde que Enrique Peña Nieto pronunció en su discurso de toma de posesión su determinación de combatir la corrupción. Desde entonces muchos sucesos relacionados con la corrupción transcurrieron, uno de ellos involucró a su familia cuando la periodista Carmen Aristegui divulgó, en su programa de radio, la compra que la esposa del presidente, Angélica Rivera, hizo de una residencia en las Lomas de Chapultepec, conocida como la Casa Blanca, a la empresa Ingeniería Inmobiliaria del Centro.

El Presidente Peña Nieto, al promulgar las leyes que dan origen al Sistema Nacional Anticorrupción, cumplió el compromiso de combatir a este problema que afecta a la nación y aprovechó para ventilar un problema personal, que manejó desde el ámbito institucional, cuando pidió perdón por el asunto de la Casa Blanca. “En noviembre de 2014, la información difundida sobre la Casa Blanca causó gran indignación. Este asunto me reafirmó que los servidores públicos, además de ser responsables de actuar conforme a derecho y con total integridad, también somos responsables de la percepción que generamos con lo que hacemos. Y en esto reconozco que cometí un error. No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó a la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno.”

No todos los días piden perdón los presidentes. En el caso de Peña Nieto es la primera ocasión y ofreció disculpas por haberse equivocado al generar un problema de percepción. Es el caso de las cosas buenas que parecen malas y las cosas malas que parecen buenas, pero nadie sale a dar la cara para aclarar las dudas y cuando actúa, en lugar de disipar dudas las incrementa, como a él le sucedió con el otro error, que también quedó resuelto, al renunciar el hombre que desde la subordinación exoneró a su jefe.

Virgilio Andrade fue nombrado Secretario de la Función Pública y su misión fue investigar si el presidente había incurrido en problemas de conflicto de intereses en el caso de la Casa Blanca y desde luego que al terminar su “investigación “ salió a decir lo que ya se sabía que iba a decir. El presidente no incurrió en conflicto de intereses. Otra vez las cosas buenas que parecen malas y las cosas malas que parecen buenas.

Al proclamar las leyes del sistema anticorrupción el perdón que pidió el presidente eclipsó lo sustantivo del acto protocolario con el que se puso en marcha el intento de solución para el problema que la sociedad considera como el más grave que afecta a la Nación. La Corrupción y su hermana la impunidad.

Desde el momento en el que el presidente Peña reconoció que cometió un error, a pesar de que se condujo “conforme a la ley”, según dijo, algunos de los invitados al evento en Palacio Nacional y articulistas en la prensa, consideran que sus disculpas llegaron tarde, ya no son pertinentes y no sirven de nada si no van acompañadas de la reparación del daño que causó con sus determinaciones, como es el caso de la periodista Carmen Aristegui que fue presionada por la empresa MVS, que a su vez fue presionada desde Los Pinos, para que renunciara a su servicio informativo matinal.

Antes que el presidente Peña Nieto pidiera perdón, en el recuerdo histórico se encuentran las dos ocasiones en las que José López Portillo pidió perdón, la primera cuando tomo posesión y le dijo a los pobres que pedía perdón porque estaban en pobreza y seis años después por no haber acertado de sacarlos de la pobreza. El otro presidente que buscó el perdón fue Felipe Calderón que se lo pidió a las familias de los muchos muertos que hubo en su gobierno.

Fuera de esos tres casos la historia no registra actos de humildad de los presidentes que más bien se rigen por el lema servil que dice que los presidentes nunca se equivocan y cuando preguntan la hora se les responde: “la hora que usted quiera señor presidente”.

Parece que el perdón solicitado por el presidente Peña no es un gesto espontáneo de humildad y si corresponde a un plan para sembrar la percepción de que desde la “autocritica” su gobierno emprende una “cruzada en contra de la corrupción” y algunos hechos legales y políticos parecen confirmar esta planeación, un hecho es la controversia constitucional que instruyó a la PGR para oponerse a las leyes “anticorrupción” promovidas por los gobernadores de Veracruz y Quintana Roo, en busca de la impunidad y el otro es el nombramiento del presidente del PRI Enrique Ochoa, que hizo suyo el discurso en contra de la corrupción y publicó su 3 de 3.

Estos acontecimientos permiten inferir que la petición de perdón tiene la intención de poner en marcha la percepción de que este es un gobierno comprometido en contra del mayor problema del país. Aunque sea al final.

La “sincera” petición de perdón presidencial no es desinteresada. Busca la aceptación y la recuperación de la credibilidad que, según diferentes encuestas, ha perdido de manera consistente en los últimos meses. Es útil para los propósitos políticos del grupo gobernante. La sociedad sigue agraviada. Para terminar, otra vez, las cosas malas que parecen buenas y las cosas buenas que parecen malas. Problemas de percepción.