Lionel Messi y la pesadilla que vivió en la Copa América 2011: los argentinos lo odiaron como nunca

Lionel Messi enfrentando a Colombia en la Copa América 2011 en Santa Fe. (ANTONIO SCORZA/AFP via Getty Images)
Lionel Messi enfrentando a Colombia en la Copa América 2011 en Santa Fe. (ANTONIO SCORZA/AFP via Getty Images)

La escena era insólita: Lionel Messi mandaba un cobro de tiro libre a las nubes. 0-0 contra Colombia. La presión, como a toda la Selección Argentina, lo había consumido por completo. Era apenas la segunda jornada del certamen y la paciencia ya había sido colmada para los aficionados argentinos. No perdonaban nada y, en especial, se ensañaban con Messi. Le exigían que fuera exactamente el mismo que era en el Barcelona, donde ya estaba entronizado como el mejor del mundo. Había firmado, esa campaña, un ciclo escandaloso: título de Champions League y La Liga. En aquel 2011 ganó su segundo Balón de Oro y su equipo acabó el año con cinco de seis título posibles.

Pero en Argentina la realidad no podía ser más distante. No sólo porque no ganaba nada, sino porque su nivel decaía de manera notable. No regateaba igual. No anotaba a racimos. No se le veía cómodo ni feliz. La sonrisa en Cataluña, tan natural y brillante, se esfumaba apenas se enfundaba la camiseta albiceleste. Y lo consecuente: abucheos, insultos, rechiflas que dejaban atónico a todos los no argentinos. El mundo no lo entendía: el jugador estelar de esta época era rechazado en su propia tierra. Los hinchas seguían abrazando la figura de Diego Armando Maradona.

Y más porque había sido despedido como entrenador de la Selección tras quedar fuera en Cuartos de Final del Mundial de Sudáfrica 2010. Había enojo: le dieron la espalda al ídolo de siempre y el nuevo ídolo estaba a años luz de ser lo que debería ser. Por eso aquella noche macabra en el Estadio Brigadier Estanislao López, en Santa Fe, la gente sacó toda su ira y el apuntado fue Messi. Argentina ganó su último partido a Costa Rica y avanzó a Cuartos de Final. Daba igual, pues nadie estaba satisfecho.

Todo fue a peor. El rival del cruce fue Uruguay. Y ahí vino la crisis total: los charrúas eliminaron a Argentina de su propia fiesta. Fue un partido ríspido, un auténtico combate, como suelen ser los Clásicos del Río de la Plata. Todo se definió en penales. Ahí Uruguay tuvo sangre fría y dio un paso decisivo hacia el título que los consagró, en ese momento, como el rey definitivo de América. La humillación para Argentina no pudo ser más dolorosa: en su casa, contra su némesis y todavía el dolor de verlos coronarse en su patio.

La afición encontró un culpable de inmediato. Hasta el día de hoy, el propio Messi no olvida todo lo que vivió en esa Copa América. "No recuerdo ningún insulto en especial, pero sí que en la Copa América 2011 en Argentina, cuando jugamos en Santa Fe me dijeron de todo. A mí y a toda la selección. Fue bastante duro. Me putearon de todos los colores", confesó en entrevista para Dispuestos a Todos, el podcast de su sobrino, Tomás Messi.

Luego vinieron tristezas diferentes. Decepciones igual o más dolorosas, pero sin la misma exageración que se vio entonces. Messi ya había perdido la final de 2007. Se sumaron la del Mundial de 2014, y dos más de Copa América en 2015 y 2016. Vino la hecatombe de Rusia 2018. Ningún triunfo glorificador se le daba. Tampoco la Copa de 2019, en la que Messi, eso sí, ganó mucho respaldo al adoptar el liderazgo rebelde que tantas veces se le había rogado.

Pasó todo el tiempo que la paciencia podía soportar: hasta 2021, Messi pudo cumplir su sueño de levantar un título con Argentina. El marco fue excepcional. Pandemia, todo en contra, contra Brasil en el Maracaná. Su sonrisa fue más amplia y deslumbrante que casi nunca. Casi porque un año después llegó el clímax de su carrera en Qatar 2022. Messi fue rey del Mundo. Ya nadie dudaba en quererlo y las noches de odio quedaron enterradas de por vida.