Limpiar la contaminación ayuda a despejar la niebla del envejecimiento y puede reducir el riesgo de demencia

Durante la última década, un creciente número de investigaciones ha demostrado que la contaminación del aire perjudica al cerebro de los adultos mayores, contribuyendo al deterioro cognitivo y a la demencia. Lo que no ha quedado claro es si mejorar la calidad del aire podría beneficiar la salud cerebral.

Dos estudios publicados este año por investigadores de seis universidades y el Instituto Nacional del Envejecimiento aportan las primeras pruebas de tales beneficios en una población de edad avanzada.

Uno de los reportes, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, descubrió que el riesgo de demencia disminuía significativamente en mujeres de 74 años o más tras una reducción de una década de dos tipos de contaminación atmosférica: el dióxido de nitrógeno, un subproducto gaseoso de las emisiones de los vehículos de motor, las fuentes industriales y los fenómenos naturales como los incendios forestales; y las partículas finas, una mezcla de sólidos y líquidos extremadamente pequeños procedentes de fuentes similares.

Un segundo reporte publicado en PLOS Medicine, basado en la misma muestra de más de 2,200 mujeres de edad avanzada, descubrió que los niveles más bajos de estos contaminantes se asociaban a una tasa más lenta de deterioro cognitivo. En las zonas en las que la mejora de la calidad del aire era más notable, la tasa de deterioro cognitivo se retrasaba hasta 1.6 años, dependiendo de la prueba.

Ambos estudios son de ámbito nacional y tienen en cuenta otros factores que podrían afectar a los resultados, como el nivel socioeconómico de los participantes, las características del vecindario, las enfermedades preexistentes y las elecciones de estilo de vida, como el tabaquismo.

¿Qué podría explicar sus resultados? "Creemos que cuando se reducen los niveles de contaminación atmosférica, el cerebro es más capaz de recuperarse" de las agresiones ambientales previas, afirma Xinhui Wang, profesor adjunto de investigación en neurología de la Facultad de Medicina de la Universidad del Sur de California. Esta hipótesis debe examinarse más a fondo en estudios con animales y mediante imágenes cerebrales, sugirió.

Existen varias teorías sobre cómo afecta la contaminación atmosférica al cerebro. Las partículas extremadamente pequeñas –un cabello humano es al menos 30 veces más grande que la partícula más grande– pueden viajar desde las fosas nasales hasta el cerebro a través del sistema olfativo, poniendo el sistema inmunitario del cerebro en alerta máxima. O bien, los contaminantes pueden alojarse en los pulmones, provocando una respuesta inflamatoria que se extiende y llega al cerebro.

Además, los contaminantes pueden dañar el sistema cardiovascular, que es esencial para la salud del cerebro. (Los vínculos entre la contaminación del aire, los accidentes cerebrovasculares y las enfermedades cardíacas están bien establecidos). O pequeñas partículas pueden atravesar la barrera hematoencefálica, causando un daño directo. Y puede producirse estrés oxidativo, liberando radicales libres que dañan las células y los tejidos.

Los adultos mayores son especialmente vulnerables a los efectos nocivos de la contaminación atmosférica debido a la reducción de la capacidad pulmonar y al potencial de los contaminantes para agravar afecciones como las enfermedades respiratorias y las cardiopatías. Además, los efectos de la contaminación atmosférica se acumulan con el tiempo, y cuanto más viven las personas, más riesgos pueden encontrar.

Sin embargo, el reconocimiento de las posibles consecuencias cognitivas de la contaminación atmosférica es relativamente reciente. Tras varios estudios pequeños, en 2014 se publicó el primer estudio nacional que demostraba una relación entre la contaminación atmosférica y la cognición en una muestra diversa de hombres y mujeres mayores. En él se constató que los ancianos que vivían en zonas con altos niveles de partículas finas eran más propensos a experimentar problemas cognitivos que las personas que vivían en zonas menos contaminadas.

Otro estudio, publicado un par de años más tarde, amplió esos hallazgos al informar de que los efectos cognitivos de la contaminación del aire se magnifican en los adultos mayores que viven en vecindarios desfavorecidos donde los niveles de contaminación tienden a ser más altos. El estrés crónico que sufren los residentes de estos barrios puede "aumentar la velocidad a la que las neuronas se ven dañadas por los desafíos tóxicos", escribieron los autores.

La contaminación atmosférica es solo uno de los muchos factores que influyen en el deterioro cognitivo y la demencia, coinciden los investigadores, y los resultados de este tipo establecen asociaciones, no causalidad.

Investigaciones más recientes sugieren que la cognición de los adultos mayores se ve afectada incluso cuando las exposiciones están por debajo de los estándares establecidos por la Agencia de Protección Ambiental. "En el caso de los adultos mayores, no existe un nivel en el que la contaminación del aire sea segura", afirma Jennifer Ailshire, profesora asociada de gerontología y sociología de la Universidad del Sur de California.

"Es importante seguir reduciendo los niveles de estos contaminantes", afirma Antonella Zanobetti, investigadora principal de salud ambiental de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard. Con sus colegas, tiene una subvención del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento para estudiar cómo la contaminación del aire afecta el riesgo de la enfermedad de Alzheimer y las demencias relacionadas entre los beneficiarios de Medicare. En 2019, su trabajo demostró que los niveles más altos de partículas finas están vinculados a más hospitalizaciones entre los adultos mayores con demencia, un marcador de la progresión de la enfermedad.

El año pasado, en uno de los mayores estudios de Estados Unidos hasta la fecha, un conjunto diferente de investigadores examinó el vínculo entre la exposición a largo plazo a las partículas finas y al dióxido de nitrógeno entre 12 millones de beneficiarios de Medicare con diagnósticos de enfermedad de Alzheimer y otras formas de demencia. Los investigadores concluyeron que la exposición a niveles elevados de estos contaminantes parecía acelerar el deterioro cognitivo que ya estaba relativamente avanzado, lo que provocaba un aumento de los diagnósticos.

Además de los estudios realizados en toda la población, casi 20 laboratorios científicos de todo el mundo estudian cómo la contaminación atmosférica contribuye a la demencia en los animales. En la USC, Caleb Finch, profesor que estudia la neurobiología del envejecimiento, es co-investigador principal de una subvención de cinco años y 11.5 millones de dólares del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento para estudiar cómo la contaminación del aire en las zonas urbanas informa sobre el riesgo de demencia y el envejecimiento acelerado del cerebro.

Entre las cuestiones que, según Finch, hay que abordar están las siguientes ¿Qué zonas del cerebro parecen más vulnerables a los contaminantes atmosféricos? ¿Cuándo se corre más riesgo? ¿Cuánto dura el daño? ¿Es posible la recuperación? ¿Y ayudan las intervenciones en el estilo de vida, como la dieta y el ejercicio?

"Lo principal es que ahora nos damos cuenta de que la enfermedad de Alzheimer es muy sensible a los efectos ambientales, incluida la contaminación atmosférica", afirma Finch.

Consciente de ello, la Comisión de Prevención, Intervención y Atención de la Demencia de The Lancet añadió en 2020 la contaminación atmosférica a una lista de factores de riesgo modificables para la demencia y estimó que hasta el 40 por ciento de los casos de demencia en todo el mundo podrían prevenirse o retrasarse si se abordaran estos factores de riesgo.

Por su parte, Ailshire es optimista en cuanto a que las políticas públicas pueden marcar la diferencia. Entre 2000 y 2019, señaló, la contaminación promedio anual por partículas finas disminuyó un 43 por ciento a nivel nacional gracias a los esfuerzos por mejorar la calidad del aire. "Tengo muchas esperanzas de que estos esfuerzos continúen", me dijo.

¿Qué pueden hacer por su cuenta los adultos mayores preocupados por la contaminación del aire?

En los días de mucho calor, salgan a caminar por la mañana en lugar de por la tarde, cuando los niveles de ozono son más altos, dijo el doctor Anthony Gerber, neumólogo del National Jewish Health, un centro médico de Denver especializado en enfermedades respiratorias. El ozono, un gas tóxico, se forma cuando varias sustancias químicas interactúan con la luz solar y el calor.

Si vive en el oeste de Estados Unidos, donde los incendios forestales que diseminan partículas finas se han vuelto más comunes, "use una máscara KN95" en los días en que los incendios afectan a la calidad del aire en su área, dijo Gerber. Además, si puede permitírselo, considere la posibilidad de comprar purificadores de aire para su hogar, aconsejó, señalando que las partículas finas pueden entrar en las casas que no están bien selladas.

Para comprobar los niveles de calidad del aire en su zona, vaya a AirNow.gov, recomendó Ailshire. "Si es un día de alto riesgo, tal vez no sea el día para salir a hacer trabajos pesados de jardinería", dijo.

Pero no se quede en casa todo el tiempo y se autoproteja demasiado. "Es muy importante que los adultos mayores salgan y hagan ejercicio", dijo Gerber. "No queremos que las personas mayores acaben enfermas por respirar muchas partículas, pero tampoco queremos que se vuelvan inactivas y se queden en casa".

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