Por qué tiene que haber libros en las aulas de 0 a 3 años

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Gestos y balbuceos expresan la emoción de bebés y primeros lectores cuando la maestra les lee, les muestra el libro, sus ilustraciones y, a veces, acompaña el texto de melodías y movimiento. Consigue así un momento de auténtico disfrute compartido.

La etapa educativa de 0 a 3 años no ha de entenderse únicamente como un medio para la conciliación, sino como una etapa con pleno valor educativo y con un impacto importante en el desarrollo de niñas y niños. Incluso a una edad tan temprana, las experiencias y aprendizajes de esta etapa pueden determinar su evolución posterior, no solo la académica, también la personal.

Por ejemplo, en lo que se refiere a la educación literaria, la primera infancia es un momento en el que se producen interacciones de gran interés para el desarrollo. Existe en el mercado editorial una oferta cada vez más amplia y variada de títulos para bebés y primeros lectores. Pero ¿qué libros elegir para leer con ellos?

En un trabajo recientemente publicado sobre prácticas de lectura literaria de maestras con amplia experiencia en escuelas infantiles, hemos constatado que consideran la primera infancia como un tiempo en el que niñas y niños son plenamente capaces de disfrutar de la experiencia estética que los libros ofrecen.

¿Cómo entender la lectura de textos literarios antes de los tres años?

Leer entre los 0 y los 3 años consiste en hacer del suelo nuestro espacio de lectura. En sentarse con ellos, pasar conjuntamente las páginas, observar los colores, las ilustraciones, conversar sobre todos los elementos presentes en el libro y los significados que les atribuyen. Son situaciones en las que el niño disfruta del libro de la mano del adulto que les lee.

Las primeras prácticas de lectura de textos literarios ponen en contacto a niñas y niños con el libro como objeto cultural y artístico vivo. Por esta razón, debemos permitir a los bebés libertad para llegar al libro y comprobar qué hacen con él.


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Las maestras entrevistadas en el estudio antes mencionado declaran con entusiasmo lo importante que es observar cómo son capaces de coger el libro que desean y ver cómo imitan a quienes les leen. Empiezan así, poco a poco, a vincularse al libro sin necesidad de contar con la figura del adulto.

En las aulas de infantil previas a los 3 años, el libro ha de estar presente como cualquier otro objeto relevante que los niños manipulen: que chupen, muerdan, toquen, vean… así es como bebés y primeros lectores leen y empiezan a vincularse a las obras literarias.

Leer con los cinco sentidos

Verlos disfrutar leyendo y disfrutar leyéndoles es propiciar que lean con los cinco sentidos. La lectura en el primer ciclo de infantil es una experiencia sensorial; de ahí que las prácticas más exitosas para estas maestras experimentadas sean aquellas en las que el texto se ofrece jugando con la entonación –cuentos cantados, por ejemplo- y otras prácticas de tipo sensitivo: sombras, mesas de luz, retroproyector, linternas, instalaciones artísticas mezclando aromas, texturas, sabores…

Se puede conectar la lectura a la expresión corporal y dar lugar a experiencias de dramatización o movimiento. De igual modo, promover la expresión en torno al libro: que lo cuenten a su manera, contándoselo unos a otros o manipulándolo de manera compartida. Sin importar si pueden aún o no recurrir al lenguaje verbal convencional ya que, como las maestras afirman convencidas “son receptores capaces”.

¿Cómo elegir obras para lectores de entre 0 y 3 años?

Las propiedades físicas de los libros son muy importantes en esta etapa –por ejemplo, que cuenten con texturas o troquelados– porque, como ya hemos dicho, en el primer ciclo una de las maneras de leer es tocando u oliendo los libros.

Resulta también de interés atender a sus propiedades visuales: imágenes sugerentes y evocadoras, que incluso puedan estar en tres dimensiones-. Al fin y al cabo, en estas edades el texto literario se narra en gran parte a través de sus ilustraciones. Es importante que estas sean de calidad, que inviten a ser leídas, pues entre los niños y el libro infantil se genera una importante relación afectiva. Además, conviene que el texto sea corto y cercano a los intereses y gustos de los niños.

En cuanto a la variedad, consideramos que los cuentos clásicos, las obras de fantasía y otras historias que se asienten en la realidad más inmediata de niñas y niños (miedos, control de esfínteres, alimentación…) han de tener cabida en cualquier biblioteca de aula de 0-3. Desde la compañía de una buena mediación, cualquier lector puede pasear sin temor por bosques, enfrentar brujas, monstruos, lobos o dragones, descubrir cualquier tipo de personaje y situación e incorporar todo ello a su primera experiencia literaria.


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La literatura como derecho a la fantasía

El pollo Pepe, ¿A qué sabe la Luna?, La vaca que puso un huevo o Adivina cuánto te quiero son algunos de los libros mencionados por una de las maestras:

“Cada vez que los leo he encontrado otras historias dentro de la misma historia y los he contado de diferentes maneras. Los he contado a oscuras, con linterna, con música, con elementos musicales”.

Para ellas, como para cualquier persona que haya tenido la oportunidad de hacerlo en el contexto familiar o escolar, compartir un texto literario con bebés y niños de menos de tres años es una experiencia gratificante. Pero también es una manera de integrar la lectura en su manera de estar en el mundo y de conocer y disfrutar de la creación y la fantasía.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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El trabajo que mencionamos deriva del Proyecto de I+D+I EDUCALIT (PID2019 105913RB-100/AEI/10.13039/501100011033), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.