Un libro revela los pensamientos del Papa sobre una icónica oración por la pandemia

El Papa en San Pedro, sin absolutamente nadie alrededor por la pandemia
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ROMA.- Nunca antes en la historia bimilenaria de la Iglesia se vieron imágenes tan sobrecogedoras como las del 27 de marzo de 2020. Con un papa que, solo, en una Plaza San Pedro totalmente vacía, le suplicó a Dios liberar a la humanidad de las “densas tinieblas” causadas por la pandemia del Covid-19. Y le recordó a los más de 1300 millones de católicos del mundo que “nadie se salva solo”.

Un año después, con la pandemia dramáticamente aún en curso, con cientos de miles de muertes más, estragos económicos y confinamientos y restricciones en todo el mundo, un libro especial del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano reveló la intimidad de ese momento extraordinario (¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?). Son los pensamientos secretos de Francisco.

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Entonces en un mundo también en lockdown como ahora, un hombre anciano vestido de blanco caminó bajo la lluvia y rezó en un silencio estremecedor, roto solamente por el ulular de las sirenas de ambulancias.

¿Qué le dijo el Papa a Dios en ese momento? “Vos sabés de esto, ya en el año 1500 resolviste una situación como esta, ‘meté mano’. Esta expresión ‘meté mano’ es muy mía. Muchas veces digo en la oración: ‘¡Meté mano, por favor’”, reveló el mismo exarzobispo de Buenos Aires, con una expresión bien porteña, que aludió a la peste negra que aquejó a Roma en 1522.

De hecho, en esa ceremonia única y extraordinaria, el Papa estuvo acompañado sólo por dos símbolos religiosos. El ícono bizantino de la Virgen Salus Populi Romani, que hizo traer de la Basílica de Santa María la Mayor y que en el VI siglo salvó a Roma de una plaga y en XIX del cólera. Y el crucifijo milagroso de la Iglesia de San Marcello al Corso utilizado en diversos barrios de Roma durante una “peste negra”, en el siglo XVI.

La tapa del libro
La tapa del libro


La tapa del libro

Fue el sacerdote santafesino Lucio Adrían Ruíz, número dos del Dicasterio para la Comunicación, que contó a LA NACION que fue él quien, el año pasado, sin imaginar que luego esas conversaciones se transformarían en parte de un libro salido a la luz ahora, un año después, le preguntó al Papa cómo había vivido lo que en la jerga litúrgica se llama “statio orbis”: esa parada para detenerse por un momento y rezar junto al mundo.

El Papa un año atrás, en la soledad de San Pedro
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El Papa un año atrás, en la soledad de San Pedro (ARCHIVO/)

“Le iba mostrando las fotos de ese momento que tenía en el Ipad y le iba haciendo preguntas”, contó Ruiz, que logró, así, saber intimidades de ese momento. Por ejemplo, cuando el Papa subía hacia el atrio de la Basílica, pensaba en la soledad de la gente. “Caminaba así, solo, pensando en la soledad de tanta gente... un pensamiento inclusivo, un pensamiento con la cabeza y con el corazón, juntos.... Sentía todo esto y caminaba”, confió Francisco.

Al mirar la Plaza San Pedro vacía, desolada como nunca, en una tarde gris y lluviosa, al Papa se detuvo especialmente con la mirada en el monumento dedicado a los migrantes de todas las épocas que se inauguró a fines de 2019, que en cierto sentido lo acompañaba. “Me vinieron a la mente dos cosas: la Plaza vacía, la gente unida en la distancia... y de este lado, la barca de migrantes, ese monumento. Y estamos todos en la barca y en esta barca no sabemos cuántos podrán desembarcar... Todo un drama ante la barca, la peste, la soledad... en silencio”, explicó. “Todo estaba unido: el pueblo, la barca y el dolor de todos”, agregó.

Más allá del vacío, de la falta de gente, esa noche el Papa no se sintió solo. “Estaba en contacto con la gente. No he estado solo, en ningún momento”, le confió a su compatriota Ruiz, al admitir que para él también todo “era muy impresionante”. Y le reveló que lo que entonces le dio fuerza fue besar los pies del crucifijo allí presente: “besar los pies del Crucificado siempre da esperanza. Él sabe lo que significa caminar y conoce la cuarentena porque allí le pusieron dos clavos para mantenerlo quieto. Los pies de Jesús son una brújula en la vida de las personas, cuando caminan y cuando se detienen. Los pies del Señor me conmueven mucho”, explicó.

“Soy el último sacerdote del planeta”

El Papa también recordó que la idea de esa plegaria que impactó al mundo surgió de don Marco Pozza, el joven capellán de la prisión de Padua con quien en los últimos años realizó diversos proyectos. “Soy el último sacerdote del planeta. Vivo dentro de una prisión con personas que han fracasado en la vida. Te lo pido papa Francisco, haz un gesto planetario. Dile a la Iglesia que se pare, al mundo entero que se ponga de tu lado... Tienes el poder de la palabra, tienes el poder del símbolo. Haznos comprender que en este momento Cristo está ahí y nos está diciendo algo. Eres el puente para nosotros (Pontifex). No nos dejes solos”, le pidió Pozza el 15 de marzo anterior, en un programa de TV italiano.

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El libro que realizó ahora el Dicasterio para la Comunicación, que ya fue enviado a los 6000 obispos del mundo y estará disponible para todos los fieles en seis lenguas, recuerda todo ese momento. Además, suma el magisterio sobre la pandemia que fue desarrollando el Papa en los meses siguientes, en sus discursos y catequesis y en su encíclica Fratelli Tutti.

En momentos en que el Papa decretó un recorte salarial para todos en el Vaticano debido a la crisis económica también causada por la pandemia, ante una pregunta de LA NACION, Ruiz destacó que el libro no significó ningún gasto para las arcas del pequeño Estado. “Fue todo regalado por donantes que quisieron mantenerse escondidos, por personas que adhirieron a la idea de misionar en el mundo y de llevar la caricia y la bendición del Papa. Fui hablando con amigos, que dijeron ‘yo quiero poner para esto’”, subrayó.

“Este no es un libro de historia, ni fotográfico: es de oración y de enseñanza. Es un instrumento para que no se pierda lo vivido, lo rezado, lo amado y lo enseñado”, también destacó el prelado, que fue más allá: “esto no es un libro, para mí es como una cajita que lleva adentro la oración, la ternura, la enseñanza y la bendición. Ahora tiene que misionar para llegar a la gente y para que cuando la abran la puedan recibir”.