Libro de Ena Columbié, el arte de fabular y reescribir la historia

Si leemos en la Real Academia Española (RAE), la palabra “cabrón”, además de definirse como el “macho de la cabra”, tiene en lenguaje coloquial diferentes acepciones, siendo entre las más utilizadas la de una persona experimentada y astuta, que hace malas pasadas o resulta molesto.

¡Cabrón! (Ediciones Furtivas, 2023) es el más reciente libro de la escritora y fotógrafa cubana Ena Columbié. El título es tomado de uno de los relatos, pero aun cuando así no fuera, es el nombre adecuado por esa agresividad fonética, con la misma garra inherente a la prosa y la poesía de su autora.

“La realidad es interpretación”, nos diría el filósofo Kant, y Ena parece avalar ese apotegma con este libro de relatos. Ella fabula con momentos históricos, y escribe como pudieron haber ocurrido, pero desde una mirada personal, de narradora sagaz. Ena también escarba en el pensamiento de personajes históricos, haciéndonos viajar, hasta el instante mismo del proceso creativo de escritores consagrados.

Con un caudal de recursos expresivos, desde la plástica hasta un sabio manejo del lenguaje, Ena revive momentos trascendentales de la intrahistoria. No es una cronología de hechos quien la atrapa, ella transita por las zonas oscuras e indescifrables del pensamiento.

Van Gogh y Gauguin cobran vida con un relato donde el postimpresionismo parece lograrse en su narrativa feroz, en la locura de dos genios que buscan la inspiración entre los límites de la violencia y el hedonismo enajenante. Ena Columbié arropa la leyenda con la belleza de su fabulación, y proyecta sus propios valores como una oda a la amistad.

La irreverencia es manejada con astucia en estos relatos. Alejo Carpentier se cruza con la mítica Josephine Baker en un París de frenesí, Balzac se transforma en su “Piel de Zapa”, con una creatividad autodestructiva, y Cervantes descubre el amor que inmortalizaría, junto a una ciudad.

Ena hace también que lugares legendarios se tornen en protagonistas. Las huellas escondidas del pasado, que ha diluido el tiempo, salen a la luz con los recuerdos. “Cauley Square” nos cuenta una historia prohibida, mientras Bayamo, la ciudad cubana, deja de ser un símbolo piromaníaco y mudo con los matices que humanizan. Un realismo crudo que hace más palpable la vieja tradición, porque alcanzar la gloria no es tan simple, parece decir la autora.

El Leitmotiv de la creación es uno de esos temas recurrentes de la autora. En el relato “El Loco”, se aprecia la fusión entre genio y locura, que decanta en la belleza del delirio. Por su parte, en el cuento ‘El Búho” es el dolor de las pérdidas, y la soledad, el motor impulsor de una artista. La obsesión perturbadora deriva en una obra singular.

Ena psicoanaliza a víctimas y victimarios, la historia no es la jueza, es el trasfondo para recrear las actitudes humanas, en situaciones extremas. Irma Greese y su verdugo, Albert Pierrepoint, tienen la misma vivisección espiritual, cuando la condena está cerca.

Ya se ha dicho que la historia la escriben los vencedores, pero Ena hace hablar a los vencidos, más allá de la muerte. El poeta Mayakovsky es motivo de una poética del absurdo, de una locura con trágico fin. Ciertos misterios, como las hojas perdidas del Diario de Martí, son develados por Ena Columbié, donde ella se atreve con irreverencia, a reescribir el rumor de una leyenda.

Aristóteles nos acompaña en el relato “Poética”, con el conjuro mágico de la buena literatura, ella lo trae a la modernidad, y pone un aire de humor al cuaderno, refrescante y agudo. También alude a sus palabras de un juicio certero: “…la poesía, más filosófica que la historia, porque nos dice lo que podría suceder… cada vez creemos menos en la historia, porque cada uno la escribe según el grupo al que pertenece, y cambia o varía todo el tiempo. La poesía ha demostrado confianza a la hora de investigar la historia, más que la historia misma…”

Ena Columbié nos regala retratos de un instante, que incidieron en la eternidad. Ella fabula causas de un proceso creativo donde hay más preguntas que respuestas. El lector tiene espacio para recrear o continuar ese viaje al que ella nos convida, deleite narrativo que nos deja un agradable sabor en la memoria.