Ley sobre blasfemia glorifica al asesino en Pakistán

BARAKHAO, Pakistán (AP) — Dos minaretes se alzan hacia el cielo por la noche junto a la cúpula verde esmeralda de un santuario en homenaje a Mumtaz Qadri, un asesino que fue colgado por matar a tiros a un político que había criticado una polémica ley sobre blasfemia y defendido a una mujer cristiana condenada a muerte por haber supuestamente insultado al islam.

El cadáver de Qadri yace en una tumba de mármol en el santuario. Era miembro de una unidad policial de elite encargada de proteger al gobernador de la provincia de Punjab Salman Taseer. Pero en lugar de protegerlo, apuntó su AL-47 hacia el político y lo acribilló a balazos. Sonriendo, puso su arma en el piso y fue arrestado. Lo juzgaron y lo ejecutaron en la horca.

El santuario, que todavía no está terminado en las afueras de la capital, alarma a quienes temen un aumento del extremismo en un país con muchas matanzas sectarias, protestas violentas de clérigos que ven con buenos ojos la ley sobre blasfemia y amenazas a toda persona que la cuestione.

La ley exige la muerte de toda persona que insulte al Islam o a sus profetas.

Cinco blogueros de tendencias liberales desaparecieron este mes y quienes protestan sus desapariciones son el nuevo blanco de clérigos radicales y sus partidarios. Los religiosos han tildado de blasfemos a los blogueros luego de que una campaña a través de las redes sociales los vinculó con denuncias de blasfemia sin ninguna evidencia. Una simple acusación de blasfemia en Pakistán puede representar en la práctica una sentencia de muerte.

El gobierno dice que no hay pruebas de que los blogueros hayan dicho o hecho algo que pueda ser considerado una blasfemia.

Los blogueros, cuyas desapariciones fueron condenadas a nivel nacional e internacional, criticaban a los militares y lamentaban la presencia de agrupaciones religiosas radicales en el país.

Nadie se ha atribuido la responsabilidad de las desapariciones.

Partidarios de los blogueros dicen que el santuario de Qadri glorifica a quienes matan en nombre de la religión y hace que resulte más difícil enmendar la ley sobre blasfemias para que resulte más difícil aprovecharse de ella.

"Esto es muy lamentable... una persona es considerada un terrorista por la Corte Suprema de Pakistán y (sin embargo) estos clérigos y gente inocente tratan de presentarlo como un santo", expresó el abogado Saif-ul-Mulk. "Puedo asegurarle que en los próximos diez o 20 años será un santo prominente y que el santuario recibirá millones de rupias".

Mulk defiende a Asiya Bibi, una cristiana que fue condenada a muerte hace seis años y espera el pronunciamiento de la Corte Suprema a una última instancia de apelación. Bibi fue acusada de blasfemia luego de que un grupo de mujeres con las que trabajaba se quejó de que había bebido la misma agua que ellas. La acusaron de haber insultado al profeta del islam, algo que ella niega.

Mulk fue el fiscal en el caso de Qadri y obtuvo un fallo de culpabilidad y una condena a muerte que fue cumplida el año pasado. Se mueve con guardias y hay policías apostados frente a su casa en Lahore, al este de Punjab.

En una entrevista, Mulk dijo que el beneficio económico derivado de la muerte de Qadri podría alentar a potenciales "mártires".

"Si una persona no puede alimentar a sus padres y a su familia, da su vida, mata a alguien importante y toda la familia puede hacer una vida mucho mejor de la que jamás soñó", manifestó.

Algunos consideran el santuario como otra herramienta en el arsenal de agrupaciones musulmanas suníes radicales que tratan de afianzar su ascendencia sobre los 180 millones de paquistaníes.

Ayesha Siddiqa, analista de asuntos militares, advirtió en una reciente columna que el santuario de Qadri puede convertirse en una bandera para quienes quieren preservar la ley sobre blasfemia, que legisladores liberales querrían al menos modificar para hacer que resulte más complicado abusar de ella.

"La ley sobre blasfemias les permite recabar apoyo entre las masas, que quieren consolidar a partir del símbolo que han creado con el santuario de Mumtaz Qadri", escribió Siddiqa. "Su familia lo enterró estratégicamente en un sitio abierto, en un sector descubierto, para garantizar que se pudiese construir algo allí".

Un hermano de Qadri, Amir Sajjad, que se pasa todas las tardes y el anochecer en el santuario recaudando donaciones, dijo que la construcción de ese altar fue el último deseo de su hermano.

Ya comenzó la construcción de una mezquita y se planea también una escuela. Sajjad dijo que ha recaudado millones de rupias.

En medio de la obra, los fieles extienden sus tapetes y ofrecen sus plegarias. Son hombres, mujeres y niños, e incluso estudiantes que llegan del centro financiero de Pakistán, Karachi, una ciudad cosmopolita de 20 millones de habitantes sobre el Mar Arábigo.

Son educados y muchos hablan inglés, pero tienen una visión del mundo rígida.

Bilal Fazl, de 18, estudiante universitario de Karachi, habla con admiración de Qadri y lo describe como un "héroe del Islam".

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Kathy Gannon está en www.twitter.com/kathygannon .