La ley de inmigración de DeSantis podría afectar las labores de limpieza poshuracán en Florida

Posesiones destruidas fuera de las casas dañadas por el huracán Idalia en Crystal River, Florida, el miércoles 6 de septiembre de 2023. (Zack Wittman/The New York Times)
Posesiones destruidas fuera de las casas dañadas por el huracán Idalia en Crystal River, Florida, el miércoles 6 de septiembre de 2023. (Zack Wittman/The New York Times)

Cuando el huracán Idalia causó estragos la semana pasada, la casa de Michael Burnett junto a la bahía en Crystal River, Florida, quedó inundada con un coctel nocivo de aguas pluviales y residuales de tuberías rotas que le llegaba hasta el pecho.

“Perdimos todo lo que teníamos”, afirmó Burnett, gerente de una armería. “Toda la ropa de mis hijos, todas mis guitarras, todas mis armas, todo lo que había coleccionado, desapareció”.

Añadió: “Lo único positivo fueron esos tipos que vinieron a mi casa”.

Los “tipos” en cuestión son cuatro hombres que se encuentran en el país de forma ilegal y que Burnett había contratado para ayudar a ordenar todo a través del lodo. Son miembros de una fuerza laboral inmigrante que en los últimos años ha ayudado a comunidades en Florida y otros estados a limpiar y reconstruir tras desastres climáticos, y miles de este tipo de trabajadores siguen llegando.

Pero a medida que la temporada de huracanes de este año se intensifica, es posible que haya menos trabajadores disponibles de lo requerido en Florida.

En mayo, el gobernador Ron DeSantis firmó una ley para disuadir a los inmigrantes sin estatus legal de vivir y trabajar en el estado. La ley, la cual ha descrito como la medida enérgica más agresiva del país, rechaza las licencias de conducir de otros estados emitidas a inmigrantes que ingresaron al país de forma ilegal, considera un delito grave transportar a dichos inmigrantes a Florida y castiga a las empresas que los contratan.

Las crecientes aguas pluviales y las lluvias torrenciales inundaron lugares bajos como Crystal River, Florida, a unos 128 kilómetros al norte de Tampa. (Zack Wittman/The New York Times)
Las crecientes aguas pluviales y las lluvias torrenciales inundaron lugares bajos como Crystal River, Florida, a unos 128 kilómetros al norte de Tampa. (Zack Wittman/The New York Times)

“Hay mucho trabajo, pero no podemos arriesgarnos a ser deportados”, dijo María, una inmigrante hondureña en Luisiana que trabajó en Florida tras el paso del huracán Ian el año pasado, pero que afirmó que de ahora en adelante evitará viajar allí para ayudar con la limpieza tras las tormentas. “Nos quedaremos aquí”.

Al igual que otros inmigrantes entrevistados para este artículo, María pidió ser identificada solo por su primer nombre por la seguridad de su familia.

Luego de que la Legislatura de Florida aprobó la medida, pero incluso antes de que entrara en vigor el 1 de julio, María y otros inmigrantes contaron que habían sido acosados por agentes de la policía y de la oficina del alguacil en el estado. En la actualidad, expresaron tener temor de que las fuerzas del orden los arresten y los entreguen a las autoridades federales para su detención y deportación. La oficina de DeSantis no respondió a una solicitud de comentarios el miércoles sobre preguntas sobre la aplicación de la ley o sobre el impacto de las decisiones sobre los inmigrantes en la recuperación tras el paso de los huracanes.

Carlos, un trabajador sin estatus legal que vive en Texas y conduce con una licencia de Maryland, afirmó que por lo general reúne una cuadrilla que limpia escombros en Florida después de los huracanes y, luego, hace reparaciones e instala puertas, ventanas y pisos.

Trabajaron sin parar durante siete meses en Fort Myers después del huracán Ian, dijo, ya que los clientes satisfechos no paraban de recomendar la cuadrilla a sus amigos. Pero cuando la legislatura aprobó la ley de inmigración, contó, abandonaron Florida lo más rápido posible.

Aunque Idalia inundó cientos de hogares y negocios desde la bahía de Tampa hasta la región de Big Bend en Florida, “rotundamente no iremos” a ayudar con la recuperación, dijo Carlos desde Houston, donde ha vivido durante 13 de sus 20 años en Estados Unidos.

“Imagina ser arrestado y deportado haciendo un trabajo que realmente ayuda a la gente”, afirmó. “Tenemos familias”.

Aunque es imposible saber con certeza cuántos inmigrantes sin estatus legal se mantendrán alejados de Florida, más de la mitad de los 1000 que fueron encuestados de manera informal este verano por Resilience Force, una organización sin fines de lucro que organiza a los trabajadores de recuperación de desastres y les ofrece capacitación en seguridad, afirmaron que no planean regresar a Florida esta temporada de huracanes debido a la ley.

“Los residentes de Florida necesitarán miles de trabajadores capacitados en recuperación de desastres para reconstruir sus hogares después del paso de Idalia, pero es posible que no tengan acceso a ellos”, afirmó Saket Soni, director ejecutivo de Resilience Force.

“Estos trabajadores son inmigrantes en su abrumadora mayoría”, dijo.

El huracán Idalia tocó tierra el 30 de agosto por la costa del golfo de Florida, con vientos de 200 kilómetros por hora que arrancaron techos de casas, derribaron líneas eléctricas y tumbaron árboles. Las crecientes aguas pluviales y las lluvias torrenciales inundaron lugares bajos como Crystal River, a unos 128 kilómetros al norte de Tampa.

La gran cantidad de agua hizo colapsar el sistema de alcantarillado de la ciudad. La presión fue tal que, en la casa de los Burnett, el agua salía disparada de un inodoro como un géiser, perforando el techo e inundando todas las habitaciones. Burnett, de 43 años, y la perra de la familia, Layla, quedaron atrapados dentro, con el agua pútrida a 1,8 metros de altura para el momento en que los bomberos llegaron con un hidrodeslizador y los rescataron.

Cuando Kelly Burnett, de 37 años, regresó a la casa con sus hijos de 3 y 7 años, las pertenencias de la familia habían quedado reducidas a un “desastre empapado de pura basura”, recordó.

“Fue demoledor”, contó. “Literalmente, no sabíamos qué hacer”.

Michael Burnett tiene un eccema que se ve agravado por la exposición prolongada a bacterias. Los padres ancianos de la pareja no pudieron ayudar.

Durante una visita a Home Depot para comprar suministros, Michael Burnett vio a algunos hombres latinos sosteniendo un cartel que decía: “Demolición, restauración y transporte”.

Burnett contrató sus servicios y, antes de siquiera llegar de regreso a su hogar, los hombres ya sea habían estacionado frente a su casa color turquesa. Los trabajadores rebuscaron entre montones de juguetes, ropa y otros artículos, así como entre cajas empapadas y desmoronadas durante cuatro días, ganando un total de 500 dólares diarios.

“Si encontraban algo en la pila que pensaban tenía un valor sentimental, nos lo traían”, contó Kelly Burnett, como una fotografía de ella cuando era niña.

Michael Burnett, quien les dio a los hombres 500 dólares adicionales en el último día que trabajaron para él, dijo: “Si estas personas están dispuestas a hacer esto, ganar un poco de dinero ayudando a personas que no conocen, deberían tener el mundo”.

El líder del grupo, un hombre de Honduras llamado Rogelio que ha trabajado en la limpieza postormentas desde el huracán Katrina en 2005, dijo que habían decidido arriesgarse a viajar a Florida, “confiando en que Dios nos protegerá”.

“Hay muchos propietarios de casas pidiendo ayuda”, afirmó, “pero los trabajadores simplemente no están aquí”.

c.2023 The New York Times Company