Las lecturas de don Quijote en el teatro: ¿bufón, idealista o manifiesto ético?
Cualquier persona a la que preguntemos por el héroe de la inmortal novela de Cervantes, haya leído o no el Quijote, responderá casi con absoluta seguridad que es la representación del idealismo, de la lucha por unos nobles ideales frente a la dura realidad. Se trata, en definitiva, de una lucha condenada al fracaso, la del yo frente al mundo.
Por mucho que nos pueda seducir, esa interpretación es la de un momento histórico concreto, el Romanticismo alemán. A pesar de su vínculo con un movimiento determinado, esa interpretación se convertiría enseguida en la dominante, la que todo el mundo considera sin discusión como la natural o genuina, olvidando que la concepción del mundo de Cervantes –y la nuestra– está muy alejada de la de los románticos.
No siempre se vio en don Quijote la representación de las nobles aspiraciones del ideal, ni mucho menos. Hasta los románticos alemanes, el Quijote encarnó valores muy diferentes. Por ejemplo, podríamos decir que, en líneas generales, en el siglo XVII solo fue una burla paródica de las desorbitadas fantasías caballerescas. También nos sorprendería saber que en España, en el siglo XVIII, el quijotismo tenía el valor de “infundadas pretensiones de nobleza”.
Las recreaciones teatrales del Quijote
En esa historia de la interpretación del Quijote, su recreaciones teatrales se convierten en una extraordinaria fuente de información.
Sobre todo, porque hubo que esperar un largo periodo de 137 años para la primera imitación novelesca del Quijote de relieve, el Joseph Andrews de Henry Fielding en 1742. En cambio, la primera recreación teatral se produjo solo dos años más tarde de la publicación de la novela cervantina: en 1607 o 1608 se representó The Knight of the Burning Pestle (El caballero del mazo de mortero en llamas) de Francis Beaumont.
Así pues, el Quijote se convirtió enseguida en fuente de argumentos para el teatro. Estas recreaciones adquirieron una dimensión sorprendente: se conocen no menos de 382 en español y más de dos centenares en francés. A la importancia de este fenómeno hay que añadir el interés que ofrecen esas recreaciones como testimonio de las diferentes lecturas del Quijote.
Comedias quijotescas
En el siglo XVII, por lo general, don Quijote y Sancho se convierten en esas recreaciones únicamente en el contrapunto cómico de una historia amorosa cervantina, la de Cardenio o la de El curioso impertinente, que ocupa ahora el foco de interés.
En ese periodo, encontramos en Inglaterra dieciséis comedias quijotescas, con autores de la talla de William Shakespeare, John Fletcher, Ben Jonson, Philip Massinger, Thomas Middleton, William Congreve o Aphra Behn. En España, además de ocho entremeses y nueve mascaradas, se habrían escrito seis comedias quijotescas, de autores como Calderón (su comedia Los disparates de don Quijote no se conserva, aunque fue representada), Tirso de Molina y Guillén de Castro.
Los rasgos comunes de las comedias, entremeses y mascaradas en las que aparecen los personajes de la novela cervantina en ese periodo son la extravagancia y la comicidad. Don Quijote es mostrado como el prototipo del loco estrafalario, que destaca por su apariencia ridícula (“¡Jesús, qué extraña figura!”) y por la comicidad que produce (“risa me pudo causar”). En las relaciones de fiestas populares y mascaradas en las que don Quijote es motivo de disfraz se repite siempre la comicidad asociada a su figura: “Dio mucho que reír a todos”, “era para perecer de risa”.
Objeto o instrumento de sátira
Un caso significativo es el de la obra de Thomas D’Urfey The Comical History of Don Quixote. Escrita a finales del siglo XVII, es un drama musical en tres partes, con números de canto y baile a cargo de los compositores de mayor relieve del momento, Henry Purcell y John Eccles. La representación alcanzó un gran éxito y permaneció en cartel durante más de treinta años.
D’Urfey llevó la comicidad de las recreaciones quijotescas de ese periodo a un humor degradante, desvergonzado, con el que transforma a don Quijote en un bufón indigno, casi grotesco. En cambio, pocos años después, Henry Fielding, el autor más decisivo en la evolución de la novela, convierte a don Quijote en su comedia Don Quixote in England (1728) no en objeto sino en instrumento de la sátira.
Fielding, como en tantas recreaciones anteriores, entreteje los personajes de don Quijote y Sancho con una historia amorosa cervantina, la de Dorotea y la de Luscinda, recuperando así la problemática del matrimonio concertado por el padre, movido por el interés, con un noble insolente.
Don Quijote y Sancho mantienen su naturaleza burlesca: siguen siendo apaleados, además de dejar en evidencia la locura del caballero y la simpleza del escudero. La diferencia es que ahora ya no serán el medio para satirizar los disparates caballerescos, sino diversos comportamientos sociales. La inocencia de don Quijote desenmascara el comportamiento corrupto e interesado de los otros.
Fielding identifica, por primera vez, los rasgos con que Cervantes había caracterizado a don Quijote: locura en lo que atañe a lo caballeresco, pero un razonable buen juicio en todo lo demás. De modo que la ingenua sinceridad del personaje permite a Fielding convertirlo en un instrumento de la sátira, resaltando por contraste el egoísmo e hipocresía de los diversos tipos sociales que aparecen en la obra.
El sentimentalismo ético inglés en don Quijote
Ese proceso de dignificación del personaje que vemos en Henry Fielding llega a unos niveles próximos a la complejidad con que Cervantes había caracterizado al caballero y al escudero en la desconocida recreación de James Whitchurch Don Quixote. A Comedy (1774 - 1776), recientemente descubierta y editada por Clark Colahan y quien esto escribe.
Whitchurch entrelaza también, como habían hecho Shakespeare y Fletcher, D’Urfey, Fielding y tantos otros, los episodios de don Quijote y Sancho con la historia amorosa de Cardenio, Luscinda, Dorotea y don Fernando.
Lo significativo es que Whitchurch, aun manteniendo la fidelidad argumental, convierte su recreación quijotesca en un manifiesto del sentimentalismo ético característico de la Ilustración inglesa. A la carga ética de las historias intercaladas cervantinas, Whitchurch incorpora una concepción benevolente de la naturaleza humana basada en la idea de moralidad de Shaftesbury, que tendrá una enorme influencia en los pensadores británicos del XVIII, en especial, David Hume, Francis Hutcheson y Adam Smith.
De hecho, en la recreación de Whitchurch se pone más énfasis en restaurar la amistad que en la felicidad de las parejas, un propósito en verdad sorprendente en una historia amorosa. Este relevante papel de la amistad se encuentra en línea con el alto valor ético que le atribuyen los pensadores de la Ilustración. Las palabras amigo y amistad aparecen cinco veces en la escena final, la decisiva, mientras que felicidad aparece solo en dos ocasiones.
Si la amistad ocupa un primer plano en el final de la comedia de Whitchurch, la empatía va a desempeñar un relevante papel a lo largo de ella. De manera reiterada, se expresa en los diálogos la inquietud por la felicidad de los otros y la compasión por sus sufrimientos. La preocupación que muestran los personajes de Whitchurch por lograr no solo la felicidad propia sino también la de los demás solo puede explicarse por una ética similar a la popularizada poco antes por Adam Smith, quien da un papel central a la participación en los sentimientos de los otros.
Las recreaciones teatrales del Quijote son un testimonio del interés que despertó la novela cervantina. Como hemos visto por medio de unos ejemplos, también nos permiten trazar de una manera muy clara las diferentes lecturas que recibe el Quijote en su larga historia: las interpretaciones que lo convierten en la base de la novela moderna y en una de las obras literarias de mayor repercusión.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Emilio Martínez Mata no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.