Lecciones de las elecciones de Reino Unido que darán forma a la política británica

Las estatuas de los exprimeros ministros David Lloyd George, izquierda, y Winston Churchill, en la Plaza del Parlamento en Westminster, frente a las Cámaras del Parlamento en Londres, el viernes 5 de julio de 2024. (AP Foto/Vadim Ghirda)

LONDRES (AP) — El Reino Unido logró su primer cambio de gobierno en 14 años tras la victoria aplastante del Partido Laborista, en una elección general en que el Partido Conservador sufrió la peor derrota de su historia.

El nuevo gobierno enfrenta grandes desafíos, entre ellos remediar la lenta economía y el malestar social del país, derivados en parte de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, la pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania y diversos escándalos en el Partido Conservador.

Esto es algo de lo que hemos aprendido:

Un desgastado sistema bipartidista

En los últimos 100 años, los dos principales partidos británicos habían obtenido la gran mayoría de los votos. Por ejemplo, en 1951, conservadores y laboristas sumaron, en conjunto, casi 97% de los votos.

En las décadas posteriores, la tendencia ha sido claramente a la baja. En esta elección, se produjo un nuevo mínimo, donde ambos partidos apenas lograron reunir 60% de los votos en conjunto.

A pesar de esa proporción de votos relativamente baja, el primer ministro Keir Starmer podrá gobernar con un amplia mayoría en la Cámara de los Comunes, lo que facilitará la aprobación de sus leyes.

Esto se debe a que en el sistema electoral británico, el candidato que obtiene la mayor cantidad de votos en cada distrito electoral logra la victoria aún si no consigue una mayoría. Esto hace más fácil que un partido obtenga un escaño con una proporción de votos relativamente baja, especialmente cuando los votos se dividen entre muchos partidos. Entre ellos están el antiinmigración Reform UK, los Verdes y los Demócratas Liberales.

Castigo a los conservadores

En ninguna elección se había visto a tantos ministros del Gabinete perder sus escaños en el Parlamento, entre los cuales están algunos que eran posibles candidatos para reemplazar a Rishi Sunak una vez que deje el cargo como líder del partido.

Entre los 11 ministros del Gabinete que perdieron sus escaños, quizás la más trascendente es Penny Mordaunt, que obtuvo fama internacional cuando sostuvo una enorme espada durante gran parte de la ceremonia de coronación del rey Carlos III el año pasado. Era considerada ampliamente como futura lideresa del partido, ya que cuenta con el apoyo de todo ese organismo político.

Otros eran el secretario de Defensa, Grant Shapps, el secretario de Transporte, Mark Harper y el secretario de Educación, Gillian Keegan.

La víctima con el perfil más alto ni siquiera pertenecía al Gabinete. Ese honor le corresponde a Liz Truss, que ocupó el cargo de primera ministra por apenas 49 días, en otoño de 2022, y cuyos recortes fiscales no financiados sacudieron los mercados financieros y elevaron los costos del crédito para los propietarios de viviendas. Sunak, sucesor de Truss, nunca pudo deshacerse del legado de su mandato como primera ministra.

El problema de los laboristas en Gaza

Cuatro de los candidatos laboristas perdieron ante candidatos independientes que hicieron campaña con una plataforma propalestina en distritos electorales con grandes poblaciones musulmanas.

La mayor sorpresa fue Jonathan Ashworth, que se esperaba que formara parte del Gabinete de Starmer, pero perdió su escaño en Leicester, una ciudad del centro de Inglaterra en que un tercio de la población es musulmana.

Incluso Starmer, que ha sido criticado por su lentitud a la hora de respaldar un cese al fuego en Gaza, vio reducida su mayoría en el escaño de Holborn y St. Pancras, ya que se emitieron más de 7.000 votos a favor de un candidato independiente cuya campaña se centró en el tema de Gaza.

El laborismo está de vuelta en Escocia

En 2015, el Partido Laborista, que durante décadas había dominado la política escocesa, perdió todos sus escaños, menos uno, ante el Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés), que está a favor de la independencia.

La elección del jueves casi le dio la vuelta a esto, y el laborismo ganó la gran mayoría de los escaños en Escocia, mientras que el SNP perdió 38 de ellos, quedando sólo con nueve, y descartando la posibilidad de considerar un referendo a favor de la independencia de Escocia.

El SNP, que gobierna en Escocia, ha tenido unos años difíciles, notablemente como resultado de un escándalo de financiación en que se ha visto involucrada su antigua lideresa, Nicola Sturgeon, junto con su marido.

John Swinney, que apenas se convirtió en ministro principal de Escocia hace pocas semanas, prometió un período de “reflexión” y admitió que el partido “no estaba ganando la discusión” respecto a la independencia.

El juego de las sillas

Los candidatos recién electos se convertirán oficialmente en miembros del Parlamento el martes, cuando la Cámara de los Comunes vuelva para la juramentación y el voto de lealtad al rey Carlos III.

Cuando ocupen sus escaños en las bancas verdes, los miembros laboristas se sentarán donde habían estado los conservadores en los últimos 14 años, a la derecha del presidente de la Cámara. Los conservadores serán la oposición, al haber quedado en segundo lugar, y se sentarán a la izquierda del presidente.

Sin embargo, las otras bancas de la oposición lucirán muy diferentes. Habrá 71 demócratas liberales, por encima de los 15 que había cuando se disolvió el Parlamento en mayo, y cuatro miembros verdes en lugar de uno. También habrá cuatro miembros del antiinmigración Reform U.K., entre ellos, su líder y autodenominado agitador político, Nigel Farage, que obtuvo un escaño en el Parlamento en su octavo intento. Y la presencia del SNP se verá muy disminuida.

Reform U.K., que disputó su primera elección, ya ha dicho que el sistema electoral del Reino Unido es injusto y ha hecho un llamado por un cambio, señalando que obtuvo 14% de los votos, dos puntos porcentuales más que los Demócratas Liberales, pero terminó con un número mucho menor de escaños. Sin embargo, el sistema electoral británico siempre se ha centrado en que los votos lleguen al lugar correcto.