Lección de historia: las deportaciones masivas dañaron la economía de EEUU en los años '30

Las posturas antiinmigrantes del presidente Donald Trump son patentes y punzantes, y su animadversión hacia los inmigrantes es clara, se trate de indocumentados o de individuos que llegan de modo legal. Su actitud y acciones antiinmigrantes con frecuencia llegan a niveles ofensivos y son, por lo general, motivo de zozobra y miedo para millones y un factor de deterioro general para Estados Unidos.

Pero, al defenderlas, Trump y sus voceros y funcionarios esgrimen diversas razones, algunas de tipo criminalizante y que aluden a la seguridad, usadas contra los indocumentados y contra personas provenientes de países musulmanes por ejemplo, y otras de índole económica. Una de ellas es que los inmigrantes desplazan en los empleos a estadounidenses, que causan reducción de los salarios y que son muy costosos para las arcas nacionales por los servicios y beneficios públicos que consumen.

Familiares y amigos despiden en Los Ángeles a cerca de 1,500 mexicanos que fueron expulsados del país y repatriados en un tren a México en 1931. (NY Daily News / Getty Images)
Familiares y amigos despiden en Los Ángeles a cerca de 1,500 mexicanos que fueron expulsados del país y repatriados en un tren a México en 1931. (NY Daily News / Getty Images)

Tales afirmaciones han sido, de modo reiterado, desmentidas por numerosos expertos que señalan que los inmigrantes cometen menos delitos que los estadounidenses, generan importante riqueza y pagan impuestos en proporciones sustantivas y que, además de ello, la inmigración está en la historia y en las fibras más hondas de la nación.

Eso no frena que, con todo, se establezcan políticas gubernamentales para restringir la inmigración y echar del país a muchos inmigrantes. La persecución y deportación de indocumentados, la eliminación del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) o la del Estatus de Protección Temporal (TPS) para países como El Salvador o Haití son ejemplos de ello, como también el planteamiento de restringir la reunificación por la vía legal de familias inmigrantes.

Es cierto que todo país tiene derecho a determinar sus políticas de inmigración, pero cabría cuestionar si las acciones y razones de la actual administración al respecto son realmente benéficas para EEUU y no, en mayor o menor medida, producto de prejuicios, distorsiones y electoralismo.

En ese contexto, un caso histórico aporta luz en la discusión sobre la validez o la falacia del argumento de que los inmigrantes merman económicamente al país. Y lo que aporta es que, contra lo que algunos afirman y teniendo en cuenta el contexto y las condiciones de la época, los inmigrantes son y han sido fuente de beneficio y avance para Estados Unidos.

Como relata The Washington Post, entre 1929 y mediados de la década de 1930, con EEUU sumido en la Gran Depresión y millones de personas en la penuria económica, se dio una ola de deportaciones de mexicanos e incluso de ciudadanos estadounidenses de origen mexicano. De acuerdo al Post cerca de medio millón de personas fueron echadas del país, algunas por la fuerza y otras sin importar su condición de ciudadanos, bajo el argumento de que esas personas, en su mayoría migrantes pobres, eran una carga para las finanzas y le quitaban empleos a estadounidenses.

Otras fuentes calculan que las personas deportadas fueron más aún: 1.8 millones según The Atlantic, 2 millones según NPR y, entre ellas, incluso 600.000 ciudadanos estadounidenses de acuerdo a Timeline. Esa suma podría ser mayor y gran parte de esas expulsiones fueron ilegales.

Las justificaciones fueron las alegaciones económicas ya citadas aunque entonces, como ahora, el acoso y el rechazo a los inmigrantes también tuvo un severo componente de racismo y xenofobia.

Sea como sea, como comenta el Post, el argumento de que en los años 30 el empleo y la economía del país sufrían por el peso de los inmigrantes y que su expulsión aliviaría esa carga ha sido refutado: expertos hallaron al analizar gran cantidad de información que en ciudades que expulsaron a gran cantidad de mexicanos empeoró el desempleo y cayeron los salarios luego de las deportaciones y hallaron escasos signos de que los estadounidenses hayan recibido un beneficio de esa expulsión. La conclusión es que entre 1930 y 1950 ningún grupo amplio de trabajadores estadounidenses se benefició de esas deportaciones masivas, que fueron producto de la histeria y el racismo y que se realizaron en gran cantidad de casos de modo ilegal. Los deportados fueron, en realidad, chivos expiatorios en un contexto político.

Un trabajador agrícola migrante mexicano en California, en la década de 1930. (Biblioteca del Congreso)
Un trabajador agrícola migrante mexicano en California, en la década de 1930. (Biblioteca del Congreso)

Aunque parece poco probable que tales expulsiones indiscriminadas y en masa tengan lugar en la actualidad, sí se han planteado repatriaciones a escala sustantiva, como por ejemplo la de más de 200.000 salvadoreños con TPS que tendrían que abandonar el país, o pasar a estatus indocumentado, a partir de mediados de 2019. Y el caso de los 800.000 jóvenes Dreamers traídos al país cuando eran niños, tras la cancelación del programa DACA que los amparaba, también implica que están, o estarán, en riesgo de deportación. Y qué decir de los millones de indocumentados que ya han sido o podrían ser deportados en cualquier momento.

Cada grupo tiene sus alcances y peculiaridades pero, en general, la noción de que los inmigrantes, documentados o sin papeles, son una carga fiscal y arrebatan empleos a los estadounidenses es muy endeble y se cae ante los datos y los hechos. Por ejemplo, cifras del Center for American Progress calculan que legalizar a todos los indocumentados podría proveer al país un crecimiento en su producto interno bruto del orden del billón de dólares en 10 años.

En todo caso, el ejemplo de los años 30 es claro: dejarse llevar por la xenofobia y la histeria no solo se tradujo en inhumanidad y violación de la ley, sino que no aportó económicamente al país e incluso creó pérdidas. Entonces, como ahora, la expulsión a gran escala de inmigrantes sería nociva para el país en general y devastadora para los afectados y sus familias.

Por ello, la lección de la historia, con sus diferencias y peculiaridades, está allí con sus resonancias.

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