Lazzarini, jefe de UNRWA: "Mi visado ha sido renovado por un mes, normalmente es un año"

Jerusalén, 10 abr (EFE).- Philippe Lazzarini, comisionado de la agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA), reconoce en una entrevista con EFE una mayor hostilidad por parte de Israel, pide un "cambio de paradigma" que proteja a los humanitarios en Gaza y advierte que desmantelar la UNRWA equivaldría a "sacrificar" el futuro de las generaciones palestinas.

El pasado 18 de marzo, en una acción sin precedentes, Israel le negó la entrada a Gaza achacando fallos en su solicitud, mientras que sus acompañantes sí que obtuvieron acceso. Lazzarini reconoce que se ha incrementado la animadversión contra su organización, que provee educación, sanidad y ayuda humanitaria a millones de refugiados palestinos.

"¿Si ha habido un aumento de la hostilidad? Sí que lo ha habido. En las últimas semanas hemos visto que se hace más difícil para la UNRWA operar desde el sur hasta el norte de Gaza. Se excluye periódicamente a nuestros convoyes, se les niega el acceso al norte", detalla el suizo, cuyo visado de trabajo ha sido renovado tan solo por un mes, cuando dice "normalmente es un año".

En los meses de febrero y marzo, Israel negó el acceso al 40 % de todas las misiones humanitarias con alimentos en Gaza, según datos de la UNRWA, y en el caso concreto de esta agencia, todos sus convoyes han sido bloqueados desde marzo y, los dirigidos a la devastada zona norte, desde enero.

Este lunes, en la cifra más alta desde que comenzó la guerra, Israel dijo que entraron en Gaza 419 camiones de ayuda, una cifra que tanto la Media Luna Roja como la ONU cuestionan, ya que muchos de esos camiones entraron medio llenos tras ser inspeccionados.

Además, la UNRWA confirmó que el cruce de Erez, que da acceso directo al norte de Gaza, donde más de 200.000 personas se encuentran en riesgo inminente de hambruna, sigue cerrado por Israel, que anunció hace seis días que lo abriría.

Largo patrón de amenazas

Ya en 2018, Netanyahu pidió el “desmantelamiento” de la UNRWA y en febrero dijo que perpetúa el "deseo de mantener viva la cuestión de los refugiados palestinos" y que debía ser reemplazada por otras agencias. El ministro de Exteriores, Israel Katz, también aseguró estar "trabajando para sacar a la UNRWA de Gaza".

Esos ataques alcanzaron quizá su cenit el pasado 26 de enero, cuando Israel acusó a 12 empleados de la UNRWA entre 30.000 -el mismo día que la Corte Internacional de Justicia ordenó medidas cautelares por plausible genocidio- de haber participado presuntamente en la masacre perpetrada por Hamás el 7 de octubre.

La investigación, sin pruebas hasta ahora concluyentes, sigue en curso. Pero al menos 16 países congelaron sus fondos a la UNRWA, entre los que siete -como Japón, Alemania o Canadá- los han retomado. EE.UU., el mayor donante y clave para su supervivencia, los eliminó al menos hasta marzo de 2025.

Para Lazzarini no hay duda de que Israel busca "deshacerse de una vez por todas del estatus de refugiados de los palestinos", amparado bajo el mandato de la UNRWA, agencia creada en 1949 por la Asamblea General de la ONU para apoyar a los más de 700.000 palestinos que fueron expulsados o huyeron durante la guerra de 1948 que dio lugar al Estado de Israel.

Ese número, con sus descendientes, supera hoy los 5,5 millones de refugiados repartidos en campamentos en Cisjordania, Jordania, Siria y Líbano. La propia población de Gaza está compuesta en un 70 % por refugiados palestinos.

Pero Lazzarini no cree que la UNRWA deba ser la cabeza de turco. "Si se ha perpetuado el estatus de refugiado de los palestinos no es porque haya una agencia que invierta en educación y salud primaria, sino por la ausencia de una solución política al conflicto", apela el comisionado.

Educación y sanidad como pilares de estabilidad

Netanyahu ha reiterado que la UNRWA no tiene cabida en la "Gaza del día después" de la guerra, pero Lazzarini dice que su reemplazo va mucho más allá del actual escollo logístico de encontrar a otro proveedor que reparta ayuda humanitaria en Gaza, donde más de un millón de personas padece hambre.

Según Lazzarini, a medio plazo, y en cuanto amaine la guerra, hay que pensar en cómo devolver a "medio millón de niñas y niños" a la escuela y garantizar "el desarrollo humano de los refugiados palestinos" hasta la adopción de un marco político y de reconstrucción que podría tardar años.

"Si nos deshacemos de una agencia como la nuestra ahora, estaríamos sacrificando aún más el futuro cercano de una generación de niños en la Franja de Gaza", dice, y con él, la posibilidad de "paz y estabilidad" en la región.

En relación al asesinato el 1 de abril de los siete trabajadores humanitarios de la ONG World Central Kitchen, Lazzarini reconoce que el "grado de indignación" global superó el ocasionado por las muertes previas de cerca de otros 200 trabajadores humanitarios en Gaza. Pero espera que, al menos, sirva para lograr un cambio.

"Espero que la conclusión sea que no podemos seguir operando así", dice. "No podemos permitirnos que maten a más personas que, al mismo tiempo, están tratando de salvar vidas en Gaza. Es más que necesario un cambio de paradigma", insiste.

Para Lazzarini, Gaza sigue siendo la guerra de "los superlativos" en términos de civiles asesinados, mujeres y niños muertos -el Ministerio de Sanidad gazatí estima más de 14.000 niños asesinados-, el centenar de periodistas silenciados o los 178 miembros de UNRWA fallecidos.

"Durante los últimos seis meses ha sido una guerra de extraordinario y flagrante desprecio por la vida humana y el derecho internacional humanitario", se lamenta.

Patricia Martínez Sastre

(c) Agencia EFE