El Latino Museum en Washington es esencial. No lo arruinemos con políticas estilo Florida | Opinión

Si el Smithsonian National Museum of the American Latino llega a ponerse en marcha será un testimonio de la larga y rica historia de la minoría más numerosa de Estados Unidos.

Muchas personas están colaborando y trabajando duro para que el museo se construya en el National Mall and Memorial Parks en Washington D.C., o sus alrededores.

Pero este sueño, dado el divisivo clima político nacional, sigue siendo frágil.

Una controversia sobre el contenido y el financiamiento ha demostrado lo difícil que será conciliar las diferencias políticas sobre las narrativas históricas en un proyecto gigantesco que se supone que no es partidista, pero que los republicanos “hispanos” consideran obra de los demócratas “latinos” de izquierda.

Sí, hasta las etiquetas de identidad más básicas nos dividen, y entonces entran los políticos a empeorar las cosas.

Enfadados con el encuadre de las entradas cubana y nicaragüense en la exposición ¡Presente!: A Latino History of the United States” —una muestra en la Molina Family Latino Gallery del National Museum of American History, considerada precursora de lo que podría contener un museo independiente— el congresista Mario Díaz-Balart, republicano de Miami Lakes, tomó cartas en el asunto.

Él y otros republicanos votaron en julio a favor de retirar el financiamiento tanto a la exposición ‘¡Presente!’ como al Latino Museum en la Comisión de Asignaciones.

Exposición ‘condescendiente’

En un apasionado discurso, Díaz-Balart dijo que la exposición presentaba a todos los latinos como “víctimas” y era un retrato “condescendiente” y “casi racista”. La congresista de Broward, Debbie Wasserman Schultz, demócrata de Weston, también tuvo un problema con ella, al considerar que la muestra era “una exposición ciertamente ofensiva”.

Pero en ningún caso Wasserman sugirió eliminar el proyecto, como han hecho los republicanos que libran una campaña implacable contra no solo, una exposición quizá mediocre, sino también contra la perspectiva de un museo latino en la capital del país.

La forma en que Mike González, de The Heritage Foundation, enmarca su oposición al museo en un artículo de opinión recuerda de inmediato a las guerras culturales del gobernador Ron DeSantis en la Florida.

“Una cuestión más importante es la guerra de ideas”, escribe González. “La exposición inicial del museo es implacablemente izquierdista y, francamente, insultante. Representa a los hispanos como víctimas de Estados Unidos, como desertores del ejército, drag queens y traidores, sugiriendo incluso que hay honor en desertar de un puesto militar estadounidense”.

Afirma que la exposición “miente sobre la experiencia hispana en este país, presentándolos como víctimas y no como vencedores, en un evidente intento de sembrar agravios”. Y añade: “Financiar este tipo de exposiciones es la forma en que los conservadores han permitido, sin saberlo, que la izquierda marxista se apodere de las instituciones culturales”.

Me parece estar escuchando a los republicanos de la Florida atacando la teoría crítica de la raza, así como del blanqueamiento de la historia negra y de la toma de control ideológica de las instituciones educativas públicas por parte del Partido Republicano.

LEER MÁS: Memo a Díaz y DeSantis: ¿También diremos ‘gracias, Fidel’ por lo que aprendimos en el exilio?

Otro artículo de opinión publicado en The Hill por tres conservadores, entre ellos González, después de que se inaugurara la exposición en 2022, la califica de “representación descaradamente marxista de la historia, la religión y la economía... francamente, vergonzosa”.

Aunque estoy de acuerdo en que la exposición está mal concebida y curada, sus exageraciones suenan a la misma censura impulsiva que se ha convertido en el arma a la que recurren los republicanos de la Florida, y que los ultraconservadores venden también en otros estados.

El ataque parece otro intento republicano de borrar la historia inconveniente de Estados Unidos, como el apoyo estadounidense a las dictaduras derechistas de Fulgencio Batista en Cuba y Anastasio Somoza en Nicaragua.

Pero Díaz-Balart tiene algunas críticas válidas a inexactitudes fácticas, como los motivos de los balseros cubanos que se lanzaron al mar.

Tiene razón en que el éxodo de balseros de 1994 no solo estuvo motivado por las dificultades económicas, sino también por el descontento político con el fracasado régimen comunista de Fidel Castro. Lo sé de primera mano porque entrevisté a balseros durante dos viajes que hice a la ciudad de tiendas de campaña donde fueron almacenados en la base naval estadounidense de Guantánamo por la administración de Bill Clinton.

El texto incluido para la exhibición de una balsa usada por balseros cubanos para llegar a Estados Unidos en 1992 en la galería ¡Presente! A Latino History of the United States, en Washington, fue objeto de críticas por parte de los republicanos.
El texto incluido para la exhibición de una balsa usada por balseros cubanos para llegar a Estados Unidos en 1992 en la galería ¡Presente! A Latino History of the United States, en Washington, fue objeto de críticas por parte de los republicanos.

Recorrido virtual

Hice el recorrido virtual por “¡Presente! que se ofrece en línea y, a veces hubiera querido tomar un bolígrafo para editar las etiquetas y las narraciones de las historias.

Unas simples correcciones podían haber cambiado mucho el tono y mejorado la precisión.

En la sección “Historias de inmigrantes”, un precioso vestido rosa y blanco de principios de los años 60 estaba etiquetado como: “Ropa usada por una niña inmigrante cubana que llegó a Estados Unidos a través de la Operación Pedro Pan”.

La etiqueta carece de detalles que hubieran situado el vestido en un contexto conmovedor. Lo que lo hace digno de museo es que entre 1960 y 1962 fueron enviados a este país 14,000 niños sin sus padres. Otra nota discordante: las primeras ola de inmigración cubana, en particular, se consideran a sí mismos exiliados políticos, no inmigrantes.

Comprendo que usemos la etiqueta de inmigrante como término general, pero ¿por qué emplear el genérico cuando se puede ser específico al referirse a una experiencia? ¿No es ese el sentido de la diversidad?

Vestido de una niña cubana, una entre los 14,000 niños enviados a Estados Unidos solo entre 1960 y 1962 en la secreta Operación Pedro Pan tras la toma del poder por Fidel Castro y la conversión al comunismo.
Vestido de una niña cubana, una entre los 14,000 niños enviados a Estados Unidos solo entre 1960 y 1962 en la secreta Operación Pedro Pan tras la toma del poder por Fidel Castro y la conversión al comunismo.

También encontré fallas en una selección que empieza insistiendo en que “la identidad latina es compleja, diversa y personal”, y luego parece agrupar objetos de países y regiones en vitrinas de una forma que no tiene sentido.

Un dibujo de “No Aid For Contra Terror” (No hay ayuda para el terror de los contras), por ejemplo, no aportaba nada a la exposición “Historias de inmigrantes”, dada la experiencia nicaragüense en Miami, de donde huían los adolescentes reclutados contra su voluntad para unirse al ejército sandinista tras cruzar el Río Grande en la década de 1980.

Su inclusión fue una confusa declaración política pro-sandinista y de izquierda que tiene que ver con política estadounidense de financiamiento de la guerra, pero no con inmigrantes nicaragüenses que estaban lejos de ser terroristas.

No hay excusa para retirar fondos

Pero la mala organización de una exposición no es excusa para quitar el financiamiento a todo un museo que añadirá una dimensión que le falta a la oferta histórica y cultural de Washington.

Nuestro papel como estadounidenses de origen cubano y nicaragüense es educar a la gente sobre nuestra historia, no cerrar la conversación usando el poder político para privar de derechos a todos aquellos con los que no estamos de acuerdo.

La división política pudiera perjudicar los esfuerzos privados de recaudación de fondos, retrasar el reconocimiento de los latinos que han ido ganando terreno en todos los campos —desde Hollywood hasta la exploración espacial y en todos los lugares intermedios— y también puede predisponer a republicanos moderados a retirar su apoyo.

“Lo importante es que cuando se produce una situación así, lo mejor es insistir en la conversación y el diálogo en lugar de emprender acciones negativas que perjudiquen al museo”, me dijo Aida Levitan, líder empresarial cubanoamericana y partidaria de las artes.

Ella fue nombrada en 2010 por el presidente Barack Obama y el Congreso como miembro de la comisión nacional para la creación del Smithsonian Latino Museum.

Hemos trabajado duro durante muchos, muchos años, para que esto ocurriera”, dijo Levitan. “La crítica es algo legítimo, pero no lo es enfadarse y adoptar medidas extremas”.

Díaz-Balart, quien enfrentó reacciones negativas por su voto a favor del retiro del financiamiento y luego se retractó de esa postura tras reunirse con el nuevo liderazgo del Latino Museum, dijo que tomó la drástica decisión porque se sentía frustrado por haber sido ignorado.

“Me sorprende muchísimo”, dijo Levitan. “Cuando un congresista llama, el Smithsonian responde”.

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Divide y vencerás

Esperemos que este sea, en efecto, un nuevo día para el Mueso Latino.

En un momento en que los políticos buscan dividirnos y conquistarnos, nos corresponde a todos –republicanos y demócratas– encontrar puntos de conexión, y una institución cultural de primer orden puede ser ese lugar. Rodeada de hechos y matices, puede ofrecer un espacio seguro en el cual estar.

Al igual, los museos deben seguir siendo el ámbito de curadores e historiadores, nunca de políticos o grupos de análisis que intenten dictarles cómo hacer su trabajo.

Cuando nos desviamos de la erudición hacia la política, nadie gana.

Solo pregúntenle a la Florida.