Las mujeres desafían el machismo practicando esta milenaria lucha japonesa

Kotone Hori, integrante del equipo de sumo femenino de la Universidad de Asahi, lucha con un oponente masculino durante una sesión de entrenamiento en el gimnasio de sumo de la universidad en Gifu, Japón. (Foto de Carl Court/Getty Images)
Kotone Hori, integrante del equipo de sumo femenino de la Universidad de Asahi, lucha con un oponente masculino durante una sesión de entrenamiento en el gimnasio de sumo de la universidad en Gifu, Japón. (Foto de Carl Court/Getty Images)

El sumo es un arte marcial milenario originario de Japón. Se trata de una especie de lucha libre en la que dos luchadores llamados rikishis intentan derribar o sacar de un círculo de arcilla a su oponente.

Se trata de una práctica tan antigua que se entrelaza con la mitología japonesa. Cuenta la leyenda sintoísta que el dios del trueno Takemikazuchi se enfrentó a su rival, Takeminakata, en las costas del Mar de Japón en el primer combate de sumo registrado. Takemikazuchi venció a Takeminakata. Gracias a esa proeza, los seguidores del dios del trueno heredaron Japón y establecieron la línea imperial que continúa hasta la actualidad.

Desde una perspectiva histórica, existen luchas similares en distintas culturas. Lo que diferencia al sumo japonés de otro tipo de combates es que desde su nacimiento estuvo ligado a los rituales del sintoísmo, la religión ancestral de los habitantes del archipiélago japonés que propone que el mundo natural es gobernado por poderes espirituales.

El sumo era practicado como un ritual religioso para honrar a los espíritus divinos del sintoísmo y pedirles una buena cosecha. Con el paso de los siglos, la práctica se convirtió en una forma de entretenimiento pero mantuvo muchos elementos rituales antiguos como la purificación con sal del terrero para limpiarlo de las malas energías.

En la actualidad, el sumo tradicional sigue siendo un deporte basado en una estricta disciplina que dicta la Asociación Japonesa de Sumo. La mayoría de los luchadores viven en centros de entrenamiento, o establos, donde todo está reglamentado. Desde la hora de levantarse, las comidas, la vestimenta y hasta la rutina deportiva. Sólo los casados tienen la autorización de vivir de manera independiente.

A los luchadores se les prohíbe tener sus propias cuentas en las redes sociales y los líderes del establo asumen el papel de un severo padre adoptivo, cuya palabra es ley.

En noviembre de 2022, había 44 establos en todo Japón, algunos albergaban hasta 24 luchadores.

Pero la inflexibilidad de las normas del sumo ha comenzado a incomodar a la sociedad japonesa en las últimas décadas por una serie de escándalos que han dañado su otrora intachable reputación. Algunas de las críticas están relacionadas con el uso de violencia para disciplinar a los aprendices dentro de los establos y con el rechazo categórico hacia las mujeres, a quienes no se les permite competir de manera profesional y ni siquiera entrar en los grandes centros de combate.

Luchadoras del equipo de sumo femenino de la Universidad de Asahi participan en una sesión de entrenamiento en el gimnasio de sumo de la universidad. La práctica de sumo femenino en Japón se limita a los circuitos estudiantiles. (Foto de Carl Court/Getty Images)
Luchadoras del equipo de sumo femenino de la Universidad de Asahi participan en una sesión de entrenamiento en el gimnasio de sumo de la universidad. La práctica de sumo femenino en Japón se limita a los circuitos estudiantiles. (Foto de Carl Court/Getty Images)

Esa rigidez extrema quedó en evidencia en 2018, cuando dos enfermeras fueron reprendidas por correr al dohyo para ayudar a un alcalde que se había desmayado mientras daba una charla en un evento de sumo en la prefectura de Kioto.

Las mujeres buscan su espacio

Aunque los grandes jerarcas del sumo se nieguen a flexibilizar las reglas, los tiempos de cambio parecen indetenibles. Decenas de luchadoras japonesas han decidido desafiar las normas misóginas y crear la Asociación Femenina de Sumo en su país.

Para 2019, lograron reunir a todas las luchadoras jóvenes del país en un torneo nacional juvenil. El evento no contó con la notoriedad del sumo masculino. De hecho, la mayoría de los japoneses ni siquiera se enteró de su existencia. La audiencia estaba formada por los entrenadores y sus entusiasmados familiares, pero para ellas fue un logro importante.

Muchas de las mujeres que se aventuran a practicar sumo en Japón no lo asumen sólo como un deporte sino como un desafío a las costumbres patriarcales de la sociedad japonesa.

Una de ellas es Hiyori Kon, una luchadora y defensora de los derechos de las mujeres japonesas cuya vida quedó registrada en el documental “Little Miss Sumo”, del director británico Matt Kay. “Creo que si trabajo duro, las mujeres en la lucha de sumo ya no serán discriminadas. Yo seguiré luchando', dijo la joven sobre un deporte que las mujeres sólo pueden practicar como aficionadas en circuitos estudiantiles.

Una buena noticia es que cada año hay más centros de entrenamientos que admiten niñas y también cada vez hay más lugares que permiten usar los rings para las competencias femeninas.

Pero una noticia aún mejor es que la popularidad del sumo femenino se abre camino en países que fueron receptores de migración japonesa como Brasil. En ese país sudamericano, las mujeres conforman casi la mitad de los 600 luchadores inscritos en la Confederación Brasileña de Sumo.

“Debido a los rituales sintoístas, en los que las mujeres ni siquiera podían subir al ring, muchos tradicionalistas se horrorizaron cuando comenzaron a competir. Pero esas barreras se están rompiendo”, dijo Oscar Morio Tsuchiya, presidente de la Confederación Brasileña de Sumo.

Dos representantes del sumo femenino brasileño son Valeria y Diana Dall'Olio, madre e hija que comparten el amor por ese tipo de lucha.

"Hay muchos prejuicios. Cuando dices que practicas sumo, algunas personas piensan que tienes que estar gorda", dijo Valeria, de 39 años, mientras se preparaba para una competencia en un gimnasio público en Sao Paulo según el diario Japan Times. "Las mujeres siempre están bajo el microscopio en las artes marciales, porque son deportes que generalmente se han restringido a los luchadores masculinos".

La luchadora de sumo brasileña Luciana Watanabe observa un combate de campeonato brasileño de sumo, clasificatorio para el campeonato sudamericano, en Sao Paulo, Brasil, el 12 de marzo de 2023. (Foto de MIGUEL SCHINCARIOL/AFP vía Getty Images)
La luchadora de sumo brasileña Luciana Watanabe observa un combate de campeonato brasileño de sumo, clasificatorio para el campeonato sudamericano, en Sao Paulo, Brasil, el 12 de marzo de 2023. (Foto de MIGUEL SCHINCARIOL/AFP vía Getty Images)

La cara más relevante del deporte en Brasil es Luciana Watanabe, una mujer de 37 años que comparte su pasión por el deporte enseñándolo a niños en Suzano, una pequeña ciudad con una gran población japonesa-brasileña a 50 km de Sao Paulo.

El objetivo de Luciana, además de hacer deporte, es romper prejuicios.

"Quiero que la gente respete más este deporte", agregó. "Muchas personas todavía piensan que es solo un deporte para hombres gordos. El sumo es para todos".

Fuentes: CNN, Japan Times, The Independent, Vice, Aljazeera, The Guardian, Pen-Online, Periodista en Japón, Tachai.

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