Las crucifixiones reales en Filipinas y otros ritos extremos de la Semana Santa

Los penitentes insisten en flagelarse aunque la iglesia católica lo desaconseja

La reacción de Rubén Enaje cuando lo clavan en una cruz durante una recreación de la crucifixión de Jesucristo durante las celebraciones del Viernes Santo antes de la Pascua en el pueblo de Cutud cerca de San Fernando, al norte de Manila. (NOEL CELIS/AFP vía Getty Images)
La reacción de Rubén Enaje cuando lo clavan en una cruz durante una recreación de la crucifixión de Jesucristo durante las celebraciones del Viernes Santo antes de la Pascua en el pueblo de Cutud cerca de San Fernando, al norte de Manila. (NOEL CELIS/AFP vía Getty Images)

Las procesiones que representan los últimos días de Jesús se celebran cada Semana Santa en cientos de ciudades cristianas alrededor del mundo. Pero algunos feligreses en Filipinas han llevado la tradición a tal extremo que realizan crucifixiones reales ante la mirada atónita de miles de turistas.

Aunque las autoridades católicas han insistido en que los devotos no deben sufrir lesiones para demostrar su fe, habitantes de la localidad filipina de San Pedro Cutud, en la provincia de Pampanga, participan de manera voluntaria desde hace décadas en una recreación real de la crucifixión de Cristo.

Rubén Enaje, un carpintero de 63 años, es la persona que más veces ha participado en la polémica actividad religiosa en la que actores que representan a los centuriones romanos penetran sus manos y pies con clavos de 10 centímetros para incrustarlo en una cruz de madera durante al menos 10 minutos.

La primera vez que se atrevió a hacerlo deseaba expresar su agradecimiento por lo que consideró un milagro, al sobrevivir ileso de una caída desde el tercer piso de un edificio. Desde entonces, Enaje siempre ha tenido un motivo para repetir la dolosa prueba al punto que en 2023 lo hizo por 34ª vez.

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En esa oportunidad, oró clavado en la cruz por la completa erradicación del Covid y por el fin de la invasión rusa a Ucrania. Enaje ha reconocido ante la prensa que siente miedo de morir cada vez que es crucificado y relata como comienza a sentir frío en el cuerpo mientras se encuentra suspendido en la cruz.

El penitente Wilfredo Salvador hace una mueca de dolor mientras lo clavan en una cruz durante las crucifixiones del Viernes Santo el 7 de abril de 2023 en San Fernando, Pampanga, Filipinas. Se considera extrema y la Iglesia católica la desaconseja firmemente. (Foto de Ezra Acayan/Getty Images)
El penitente Wilfredo Salvador hace una mueca de dolor mientras lo clavan en una cruz durante las crucifixiones del Viernes Santo el 7 de abril de 2023 en San Fernando, Pampanga, Filipinas. Se considera extrema y la Iglesia católica la desaconseja firmemente. (Foto de Ezra Acayan/Getty Images)

Y aunque la crucifixión es el clímax del intenso ritual, muchos otros penitentes participan en la procesión llevando coronas de espinas o flagelándose en la espalda con trozos de bambú afilados o con ramas que usan como látigos.

Cada creyente se somete al autocastigo por un motivo diferente. Algunos desean expiar sus pecados, otros lo hacen para pagar una promesa realizada en el pasado o como pago por un favor concedido, otros oran por la salud de un ser querido.

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Los organizadores aseguran que unas 20.000 personas visitan la aldea exclusivamente para presenciar el evento. Algunos son turistas que buscan experiencias únicas y otros son devotos católicos provenientes del extranjero.

Aunque el Viernes Santo es el día más triste del calendario cristiano por el sufrimiento y la muerte de Jesús, en la aldea se vive más bien un ambiente festivo con decenas de personas paseando por tarantines que venden alimentos, bebidas y sombreros para protegerse del intenso calor de la zona.

Los líderes de la iglesia en Filipinas han desaprobado las crucifixiones y las autoflagelaciones, siguiendo el mandato del Vaticano. Insisten en que los filipinos pueden mostrar su profunda fe y devoción religiosa sin hacerse daño, mostrando su solidaridad con los otros con actos como donar sangre.

Los flagelantes azotan sus espaldas ensangrentadas como forma de penitencia durante la Semana Santa. Filipinas es la nación más católica de Asia. (Foto de Ezra Acayan/Getty Images)
Los flagelantes azotan sus espaldas ensangrentadas como forma de penitencia durante la Semana Santa. Filipinas es la nación más católica de Asia. (Foto de Ezra Acayan/Getty Images)

Orígenes del sacrificio

No se conoce con certeza por qué las crucifixiones reales se instauraron como una tradición en Pampanga, pero las autoflagelaciones fueron empleadas en los monasterios europeos desde la Edad Media.

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Se cree que el abad benedictino Pedro Damián fue uno de los primeros simpatizantes de la flagelación en su intento por erradicar la sodomía e instaurar el celibato en el siglo X. Creía que flagelarse mantenía a raya al diablo y reprimía los vicios de la carne.

Las flagelaciones públicas comenzaron en el siglo XI en Italia y se extendieron rápidamente por toda Europa.

“Las procesiones de flagelantes se convierten en un espectáculo tan habitual en España que el propio Don Quijote se encuentra con una en la que llevan en andas a una Virgen. El caballero de la Mancha cree que se trata de una doncella raptada y arremete contra los flagelantes, que le apalean”, dijo un reportaje de El Mundo sobre el tema.

En la actualidad, la flagelación se practica en el rito de “los picaos” en la localidad española de San Vicente de la Sonsierra, La Rioja, el Jueves y el Viernes Santo.

Los “picaos” son hombres autorizados por la iglesia local, que cubren sus rostros con una capucha y visten un hábito blanco con una abertura en la espalda. El disciplinante se golpea la espalda con una madeja de algodón hasta mil veces durante 20 minutos.

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Cada participante va acompañado por otra persona que le golpea la espalda en la zona lumbar al finalizar la flagelación para que brote la sangre y evitar hematomas y dolor durante su sanación. También los “pican” 12 veces con cristales para simbolizar a los 12 apóstoles. Y por último los lavan con agua de romero para evitar que infecciones en las heridas.

En México, país conocido por su amplia devoción católica, también se realizan rituales que incluyen flagelaciones y crucifixiones en la Semana Mayor. Cientos de penitentes recorren descalzos las calles de Taxco, en el estado de Guerrero. Algunos cargan pasados rollos de espinas o se azotan la espalda con látigos con clavos.

En Iztapalapa, uno de los distritos de Ciudad de México, se realizan escenificaciones teatrales de pasajes de la vida de Jesús de Nazaret entre el Domingo de Ramos y la Pascua. En algunas ocasiones, los penitentes no son atados a la cruz sino que los clavan con largas puntas de acero.

Fuentes: The Guardian, Independent, CNN, Infobae, El Mundo, Nuevecuatrouno, BusinessInsider

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