Lago Tulare resurge 130 años después de su desaparición: ¿qué implica para California y su ecosistema?
El lago Tulare, situado en el valle californiano de San Joaquín, alguna vez fue una de las mayores masas de agua dulce de Estados Unidos. Pero hace 130 años desapareció, en gran parte debido a la codicia de los colonialistas, que drenaron sus aguas para crear tierras de cultivo.
Sin embargo, el año pasado, el antaño apreciado lago resurgió de repente y las repercusiones fueron tanto positivas como dolorosas.
A finales del siglo XIX, Tulare tenía más de 160 km de largo y 50 km de ancho, y era “la mayor masa de agua dulce al oeste del río Misisipi”, explicó Vivian Underhill, de la Universidad Northeastern, en un comunicado de prensa.
En aquella época, contenía tanta agua que un barco de vapor podía transportar “suministros agrícolas desde la zona de Bakersfield hasta Fresno (en el corazón del valle de San Joaquín) y luego hasta San Francisco”, una distancia de casi 480 kilómetros.
Sin embargo, en las décadas siguientes, los “lagos ancestrales” y las vías fluviales de conexión que hacían posible esa ruta prácticamente desaparecieron debido a la irrigación artificial.
Llamado “Pa’ashi” por la tribu indígena Tachi Yokut, el lago Tulare se alimentaba principalmente del deshielo de las montañas de Sierra Nevada y no de precipitaciones, ya que son escasas en la región.
Según el Servicio Meteorológico Nacional, Fresno recibe una media de poco más de 25 centímetros de lluvia al año, y a veces tan solo tres.
Dado el árido paisaje del Valle de San Joaquín a lo largo del siglo XXI, habría sido difícil imaginar una masa de agua tan grande que abarcara una buena parte del paisaje.
Sin embargo, en el siglo XIX, “Fresno era una ciudad lacustre”, afirma Underhill.
La investigadora, especializada en etnografía y justicia medioambiental, explicó que el lago empezó a desaparecer a finales de la década de 1850 y principios de la de 1860, a causa del “deseo del estado de California de tomar tierras [históricamente indígenas] y ponerlas en manos privadas”.
Este proceso se denominó “recuperación” y a menudo implicaba “drenar tierras inundadas o regar tierras desérticas para crear tierras de cultivo”, precisó.
Si “la gente podía drenar esas tierras”, se les concedía la propiedad de parte de ellas. “Así que había un gran incentivo para que los colonos blancos empezaran a hacer ese trabajo”, añadió y describió el proceso como un “proyecto profundamente colonial de los colonizadores”.
La primera vez que el lago desapareció por completo fue hacia 1890, cuando su “agua se utilizó esencialmente para regar todas las tierras áridas de la zona”, prosiguió.
“Ahora el valle está surcado por cientos de canales de riego, construidos originalmente para tomar esa agua del lago y ponerla en los campos de regadío”.
Y, sin embargo, en 2023, el lago Tulare resurgió.
“California se inundó de nieve en invierno y de lluvia en primavera”, argumentó Underhill.
“Si la lluvia y nieve coinciden, la nieve se derrite bastante rápido”, y todo esto sigue corriendo hacia la depresión donde una vez estuvo el lago Tulare.
Meses después del resurgimiento del lago, los impactos se podían ver en la fauna local.
“Están regresando aves de todo tipo (pelícanos, halcones, aves acuáticas)”, afirma Underhill, y añade que “los Tachi también dicen que han visto búhos de madriguera anidando alrededor de la orilla”, una especie que el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos clasificó como “vulnerable o en peligro”.
Además de la vuelta a casa de distintas especies, incluidos peces y anfibios probablemente traídos por las lluvias y las inundaciones, las comunidades humanas se han visto muy afectadas por el renacimiento del lago.
Para los Tachi Yokuts, “el regreso del lago ha sido una experiencia espiritual increíblemente poderosa”, detalla Underhill.
“Han celebrado ceremonias a orillas del lago. Han podido volver a practicar sus prácticas tradicionales de caza y pesca”.
No obstante, para los trabajadores agrícolas y los terratenientes de la región, el panorama ha sido mucho menos halagüeño.
Muchos de estos trabajadores agrícolas han sufrido pérdidas devastadoras como consecuencia de las inundaciones, y muchos han perdido sus casas por completo.
Ya se emprendieron esfuerzos para drenar el lago una vez más y Underhill espera que permanezca de alguna forma durante unos dos años más; aunque los nuevos eventos fluviales atmosféricos en California este año podrían complicarlo.
“Con el cambio climático”, indica Underhill, “inundaciones de esta magnitud o superiores ocurrirán cada vez con más frecuencia”.
“Llegados a cierto punto, creo que correspondería al estado de California darse cuenta de que el lago Tulare quiere permanecer. Y de hecho, hay muchos beneficios económicos que podrían obtenerse dejándolo permanecer”.
También aclaró que el resurgimiento del año pasado no era el primer retorno del lago desde el siglo XIX.
“Ocurrió en los 80, una vez en los 60 y un par de veces en los 30”, indicó.
En cuanto al contexto medioambiental más amplio, Underhill planteó: “Este paisaje siempre ha sido de lagos y humedales, y nuestra actual agricultura de regadío es solo un parpadeo de un siglo en esta historia geológica más amplia”.
“Esto no se trata de una inundación. Es el retorno de un lago”.
Sin embargo, en marzo de este año, una reportera de The Guardian fue a visitar el emblemático lago y se encontró con “brotes de hierba y lodo espeso”.
Menos de un año después de su resurgimiento, el lago Tulare se había reducido a solo 2.625 acres, según la oficina de servicios de emergencia del condado de Kings.
Y las autoridades esperan ahora su “desaparición inminente”, según declaró Abraham Valencia, de la oficina de servicios de emergencia, al medio de comunicación. Es decir, “salvo que la escorrentía imprevista del deshielo provoque inundaciones río arriba”.
En otras palabras, como escribió Dani Anguiano: “A pesar de las predicciones, el lago está a punto de desaparecer”.
Traducción de Michelle Padilla