Madre lactante: entre la salud pública y el estigma social


Tan mamífero como una ballena, un león o un ratón, al partir de mis senos goteaba un líquido casi mágico llamado calostro. Mientras nacía mi hijo también nacía mi yo, madre lactante.

Como madre lactante descubrí que amamantar en la supuesta modernidad de un mundo que se empeña en esconder todo lo inherente a los cuerpos de las mujeres es casi un acto de resistencia. Al hacerlo enfrentamos un sistema de desinformación que valoriza los sucedáneos de la leche materna y donde a las madres se nos juzga mucho y se nos apoya poco.

INSTINTO DE MADRE LACTANTE

Mis senos alimentan a mi cachorro, al igual que el de los billones de hembras humanas que han caminado el mundo desde que nuestros antepasados más cercanos aparecieron en África, hace aproximadamente 200,000 años.

Durante el embarazo, en mi vientre se había dibujado una oscura línea alba que conducía desde mi pelvis hasta mis pezones. Cuando mi niño vio la luz del mundo por primera vez su instinto de supervivencia le hizo encaramarse en mí y seguir esa esa línea en busca de su calostro.

El cordón umbilical todavía nos conectaría por unos minutos más, y cuando mi esposo lo cortó ese vínculo físico se transformaría en una conexión inquebrantable y hormonal que cada día brilla al verlo mamar tan instintivamente pegado a mi pecho.

Nuestra naturaleza mamífera nos permite ser madre lactante. Este milagro de nuestra naturaleza ha sido probado científicamente como la forma más eficaz de garantizar la salud y la supervivencia de nuestros bebes. Sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la actualidad menos de la mitad de los menores de seis meses del mundo se alimentan exclusivamente con leche materna.

SALUD PÚBLICA

Para la OMS, la lactancia materna ha llegado a ser un objetivo de la salud pública, pues se busca asegurar que para 2025 al menos 50 por ciento de los niños sean alimentados exclusivamente con leche materna durante los primeros seis meses de vida. A partir de esa edad se recomienda comenzar con alimentos complementarios adecuados mientras se continúan amamantando hasta por dos años o más.

Como madre primeriza, y alguien que tuvo la suerte de alimentarse con leche materna hasta los dos años y medio, el milagro de mi leche me enorgullece. Según la OMS, nuestra leche contiene anticuerpos que protegen de múltiples enfermedades en la niñez, los niños amamantados muestran un mejor desempeño en las pruebas de inteligencia, son menos propensos al sobrepeso o la obesidad y a padecer diabetes. Además, nosotras, las madres lactantes, presentamos un menor riesgo de padecer cáncer de mama y de ovario. ¿Entonces, por qué no damos de lactar?

ESTIGMA SOCIAL Y FALTA DE APOYO

El mundo está lleno de imágenes de bebés tomando sucedáneos de la leche maternal en un biberón mientras los senos de una madre lactante se censuran y se consideran casi obscenos. Hasta parece que lo normal es dejar de ser hembras con nuestras crías pegadas a nuestro pecho.

No podemos dejar de mencionar que los sucedáneos de la leche materna son importantes, ya que permiten a mujeres con condiciones de salud específicas criar bebés sanos. Sin embargo, como, la OMS destaca la “comercialización incorrecta de los sucedáneos de la leche materna sigue socavando los esfuerzos para mejorar las tasas de lactancia materna y su duración en todo el mundo”.

Desde antes de empezar mi camino de madre lactante, ciertas voces describían la lactancia como algo que causa asco, llamaban a niños mayores de dos años repugnantes si lactaban, comparaban la intimidad de madre y bebé con playas nudistas y me recordaban que no somos vacas. Además, se empeñaban en preguntarme por cuánto tiempo pretendía hacerlo, condenando si lo hacía o no, y criticando también si por mucho o muy poco tiempo.

Quizá más mujeres daríamos de lactar si el mundo opinara menos, priorizara la evidencia científica y se preocuparan más por acompañar y empoderar a las madres.

SISTEMAS QUE EMPODERAN A LA MADRE LACTANTE

El camino instintivo de mi niño a través de mi línea alba y hasta mi pecho para mamar, aunque inherente a los mamíferos, no es un camino fácil. Una lactancia materna exitosa requiere de paciencia para que madre y bebé aprendan nuevas habilidades, práctica para que se sienta instintiva, nutrición óptima, y un sistema de apoyo familiar y sistemático que la haga segura.

Como mamífero mi cuerpo produjo leche, y como humano social conté con un sistema de apoyo que me permite cada día amamantar a mi cría y tener perspectivas de continuar amamantando pasados sus primeros seis meses de vida.

Una lactancia exitosa comienza antes del nacimiento, apoyado por profesionales de salud capacitados que guían a las familias en los beneficios y dificultades de la lactancia. Además de contar con equipos sensibles, que escuchen y permitan a las madres elegir con base a información científica.

Y mucho más pueden hacer también las leyes laborales, permitiendo a la madre lactante tener el tiempo y espacios necesarios para vivir su lactancia y reintegrarse a la vida laboral tranquilamente.

También están los sistemas familiares y sociales seguros, donde nuestra naturaleza de mamíferos femeninos no sea ridiculizada, donde no se hable de vergüenza y se valore nuestra lactancia. Nuestras madres, suegras, padres, amigas y esposos juegan un rol fundamental. Dar de lactar cómodamente requiere práctica, puede doler si el agarre no es correcto y la demanda física y mental es muy alta.

UN CAMINO SINUOSO

Mi historia de lactancia materna existe gracias al acceso a información científicamente correcta que valorizó el acto de dar de lactar, profesionales de la salud que felicitaron mi decisión de hacerlo y me enseñaron cómo hacerlo correctamente. También se debe a un esposo que busca maneras de aliviar el peso que cargo y reconoce mis esfuerzos, una madre que me apoya cada día, y la posibilidad de consultar con expertos cada vez que surgen dudas.

Sin embargo, este camino no es todos los días igual. Incluye también miedo, dolor y cansancio. La profesional en mí aún se pregunta cómo se verá este camino al regresar a trabajar, extrayendo lecho entre reuniones y regresando a una vida pasada que ya no existe.

Extraer leche para acostumbrar a mi niño también a tomar en un biberón de vez en cuando y que su transición a la guardería sea más fácil me resulta mentalmente agotador. Para tener tiempo de escribir estas líneas uso horas entre tomas cuando mi cría duerme. Y así, cansada y con dudas, estoy orgullosa de mi leche, aquella que la ciencia define como la alimentación ideal para mi niño.

CELEBREMOS A LA MADRE LACTANTE

Es hora de reconocer y apoyar a la madre lactante y también a aquellas que lloraron largas noches porque su cuerpo mamífero perfecto no produjo suficiente leche y desesperadamente recogieron cada gota para su cachorro mientras le aseguraban un crecimiento optimo con sucedáneos de la leche materna.

Y no podemos olvidar celebrar a esas mujeres que con los pezones lastimados no tuvieron un acompañamiento y adoloridas lo dejaron, a aquellas a las que en el hospital mismo ya les ofreció un biberón con sucedáneos de la leche materna, a las que su trabajo no les permite hacerlo y a aquellas que no lo intentaron.

Todas somos madres perfectas, que requerimos de un mundo donde se nos informe, se nos acompañe y todo lo inherente a nuestros cuerpos sea valorado. N

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Belén Estrella Fiallo es periodista dedicada a temas de política internacional y cultura. Magister en medios y política por la Universidad de Ámsterdam, ha desarrollado su carrera a lo largo de seis países y tres continentes. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.

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El cargo Madre lactante: entre la salud pública y el estigma social apareció primero en Newsweek en Español.